Dafne Keen, primera ‘jedi’ española de ‘Star Wars’: “¿Por qué no aceptamos que por tener una plataforma no hace falta que compartas todo lo que pienses?”
La actriz, famosa por ‘Logan’ y ‘La materia oscura’, llega a su madurez con ‘The Acolyte’ en Disney+: “Me encantaría borrarme de las redes sociales, pero por mi trabajo no puedo”
Dafne Keen (Madrid, 19 años) regresa a su ciudad natal con el tiempo marcado por la gira de promoción. Y ha vuelto con galones: se ha coronado como la primera jedi española de Star Wars. Pero, pese al poder de la fuerza, está agotada. Estos días, además de lo laboral, se ha erigido en guía turística improvisada para el equipo de su serie. Esta noche los lleva a un tablao de flamenco. No puede dejarse ni un clásico: “¿Para las 22.00 habremos acabado?”, pregunta al equipo de Disney a eso de las tres de la tarde. No tiene ni 20 años, pero ya tiene dominada esta parte de su trabajo. “Siempre me da un poco rabia no ver a mi gente. En realidad soy un desastre gestionándome los tiempos, pero me tienen a rajatabla”, bromea.
Keen es una profesional porque, pese a su juventud, ya está curtida en grandes producciones. Su carrera empezó a los nueve, cuando protagonizó con su padre, el actor británico afincado en España Will Keen, la serie española Refugiados. Y para 2017 ya alcanzó fama global. Su rabia mutante fue la elegida para encarnar a la pequeña clon de Lobezno en Logan. A eso le siguió su propia serie de HBO, La materia oscura, basada en otra saga literaria infantil con gran seguimiento. En su rodaje… creció.
Ahora hace literalmente un triple salto mortal perfeccionado en 12 años de educación circense con la serie Star Wars: The Acolyte, con la que este miércoles viaja a una galaxia muy muy lejana ubicada en Disney+. “Da miedo estar en sagas con tantos fans, pero también está guay que a la gente le importe lo que haces”, explica esta actriz que, con solo cuatro trabajos, ya se ha puesto frente a tres grandes franquicias de ciencia ficción. “Siempre supe que quería ser actriz, pero, poco a poco, me fui dando cuenta de que esto es un curro, de que es mi profesión. Al principio, estaba jugando y mi vida seguía igual al volver a Madrid”. Ahora ya tiene otro nivel de madurez, y lo denota.
La nueva serie del universo galáctico creado por George Lucas empieza con el asesinato de un jedi. Sucede mucho antes de las películas que conocemos, y, por lo tanto, estos poderosos monjes samuráis mantienen su influencia en la galaxia. Es una era desconocida para el público, más asequible para el sacrílego, pero, en el fondo, es otra historia sobre poder, espadas láser y familias enfrentadas. Keen se revuelca en maquillaje alienígena y empuña su sable como pádawan seria y responsable (un cruce entre David Bowie y Mr. Spock) del maestro Sol, al que interpreta Lee Jung-jae, protagonista de El juego del calamar. El actor interpretó su papel fonéticamente. Solo habla coreano, recuerda Keen: “Estaba un poco como pez fuera del agua. Como persona que ha vivido con padres extranjeros [su madre, la actriz María Fernández Ache, es española, y su padre es inglés], sé lo aislante que es no hablar el idioma, y yo intentaba conectar. Había mucho lenguaje no verbal e intenté aprender palabras en coreano”.
Esa doble identidad de la que habla, ese vivir en dos mundos, es parte de la personalidad inherente de Keen: “Te crea un yo fracturado, y a la vez te hace tener un entendimiento social más amplio. Mi yo español y mi yo inglés son completamente distintos. Y entender tanto la cultura hispana como la sajona te abre a entender un abanico amplio”. Eso sí, si hay que quedarse con un desayuno se queda con los churros, y si hay que optar por una cantante, con Rosalía.
La actriz está encantada con la química que ha logrado con el actor al que ella llama J.J., porque a estas alturas ya es consciente que no siempre es fácil: “Cuando empecé con Hugh Jackman, yo no me di cuenta de lo especial que era lo que teníamos. Pensaba que tendría una conexión creativa con todos, porque era natural. Cuanto más he trabajado, me he dado cuenta de que no”, rememora así esa experiencia de infancia superheroica por la que se le iluminan los ojos: “Hugh es un amor, la generosidad personificada”. ¿Su futuro en Marvel, ahora que él vuelve en Deadpool? : “Ojalá, pero no te voy a decir más”, ríe.
De momento, tiene suficiente con lidiar con los fans galácticos. La serie es la primera de Star Wars capitaneada por una escritora, Leslye Headland (responsable de Muñeca rusa); tiene una protagonista negra y queer en Amandla Sternberg y un elenco muy diverso con batas de jedi. Las críticas del público más iracundo de internet, por supuesto, no tardaron en llegar tras el tráiler. Algunos la llamaron The Wokelyte: “Recibo muchos proyectos que dicen: ‘mujer empoderada’. Una de las cosas que me gustó en The Acolyte es que el guion no las definía así. Simplemente estaban. No me gusta el término. Un hombre nunca diría: ‘es un honor poder hacer de hombre empoderado”.
Pero, ¿por qué hay críticas tan enfurecidas contra las mujeres en Star Wars? “Creo que es muy fácil sin haber visto nada de la serie, ver a un montón de mujeres y gente de color y criticar, pero los personajes no se han escrito para un color de piel o personalidad. Simplemente, resulta que Amandla es un pedazo de actriz. No tiene nada que ver con la raza, género ni identidad sexual… es lo que son”, reflexiona y añade sobre el uso de las redes sociales: “Los móviles generan una falta de empatía y desconexión. Vemos tanto contenido de tantos problemas en el mundo que olvidamos que hay alguien detrás. Lo que vemos en Palestina, en Congo, en Sudán, en Ucrania… son barbaridades que vemos en el teléfono y luego dices: ‘qué pena’ y al siguiente vídeo”.
Por eso, alcanzar esa madurez hoy frente a las cámaras, lidiar con ser pública 24 horas del día, es todavía más difícil. Pero Keen tiene un discurso muy curtido, de esos bien trabajados en la intimidad para protegerse: “Como persona de la generación Z, tengo una relación extraña con las redes. Por una parte, son cruciales para nuestro día a día, pero si lo piensas son tan tan irrelevantes. Me encantaría borrármelas, pero por mi trabajo no puedo”, subraya sin esconder que ella también mira las críticas. Le puede la curiosidad, como a cualquiera en su lugar.
Eso sí, mantiene la esperanza de que al ver The Acolyte, alguno cambie de opinión. “La gente está muy cómoda diciendo cosas feas en línea. Me da pena, porque creo que es una cosa que te mancha el alma. Sentir esa necesidad de lanzar opiniones que no ayudan ni son constructivas. Es odiar por odiar. ¿Por qué no aceptamos que por tener una plataforma no hace falta que compartas todo lo que pienses? ¿Qué aportas, qué ganas insultando a alguien que no conoces?”, dice la actriz que desde joven pisó alfombras rojas, aunque de manera muy controlada: “Para una persona pequeña es muy incómodo. Ese momento cuando intentas descubrir quién eres y miles de personas dicen cosas de tu físico. Hay una raya muy fácil de cruzar de confusión, te planteas: ‘igual me tengo que hacer esto o lo otro”.
Pero ese temple que le llega de casa le sirvió para mantenerse: “Muchos con talento de joven, luego se duermen en los laureles porque piensan que esto se les da bien naturalmente. Pero hay que aprender. Yo nunca he estado cómoda. Imagínate si ahora me formo, podré mejorar mucho. Soy un gran creyente de los maestros, mi abuela era profe de Historia y me encanta estar en los rodajes frente a profes que me enseñan. Creo que en mi generación se ha perdido mucho el respeto a los mayores y su sabiduría. Tengo 19, no tengo ni puta idea y estoy a verlas venir. Me encanta ver a Leslye y saber si alguna vez podré dirigir”.
De momento la mayoría lo ha aprendido de sus padres. En la vida, y en el cine. Con ocho años vio por primera vez Star Wars con ellos. Le dejaban hasta que se volvía violenta. “Me enamoré del cine con musicales como Cantando bajo la lluvia, Guys and Dolls y Oklahoma!. Yo no creo que haya pelis malas, pero cada vez que mis padres consideraban que veía algo malo, me ponían un Tarkovski, Bergman o Cassavetes. Veía un blockbuster, y me decían, ahora vas a ver Ida, peliculones, claro”, dice encantada y riéndose. Ahora sueña, quizás, con también hacer un musical. Con escribir. Con dirigir. O con lo que venga. Quiere comerse la galaxia.
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