‘True Detective: noche polar’: Jodie Foster y la noche oscura del alma
Lo que la diferencia de las otras temporadas de la serie es que ha apuntalado todos los códigos del género y los ha puesto a su servicio sin creerse por encima de ellos
Fantaseo con que si me cuestiono por qué el primer capítulo de True Detective: noche polar (HBO Max y Movistar Plus+) tuvo una acogida tan negativa, se me aparezca Jodie Foster, en la piel de la agente Liz Danvers, para espetarme, como le ha hecho durante toda la temporada a su pupilo, el agente Peter Prior, que no me estoy haciendo la pregunta adecuada. Se ha escrito mucho y muy bien de cómo y por qué tantos se han puesto a la defensiva al ver que con su juguetito televisivo ahora querían jugar una guionista y directora (Issa López) y dos actrices estupendas, una veterana Foster que ya nos tiene más que acostumbrados —si es que uno se puede acostumbrar— a su inconmensurable talento, y una novata Kali Reis, una auténtica fuerza de la naturaleza. No es esto una guerra de sexos, sino una ofensiva de aquellos incapaces de trascender sus prejuicios. En su pecado llevan su penitencia.
Creo que la pregunta que Danvers me aprobaría en este contexto es qué ha hecho esta temporada de True Detective diferente y, en mi opinión, mejor que las anteriores. He visto todas y cada una de las temporadas de la serie, una franquicia que nunca ha sido santo de mi devoción. Los cambios de reparto y de localización siempre me hacían esperar algo diferente. Los lugares y las caras eran otros, pero el espíritu era el mismo. Y más que esa pretendida —y pretenciosa— hondura que trata de destilar, ese tormento presuntuoso tan proclive al prestigio, lo que me provocaba un mayor rechazo es que en pos de esa pátina, por el camino se descuidaban la estructura, los giros de trama y el ritmo, lo básico de cualquier noir.
La noche polar ha sido una noche oscura del alma, sí. Nos han guiado por ella, además de sus dos excelsas protagonistas, un reparto estupendo de secundarios (Fiona Shaw, John Hawkes, Christopher Eccleston...). Lo han hecho apuntalando todos los códigos del género (entorno hostil, agentes condenadas a entenderse y a lidiar con problemas personales de los que huyen, una investigación más grande de lo que parece, etc.) y poniéndolos a su servicio, no creyéndose por encima de ellos. Y ha venido acompañada de una producción impecable (mención especial a la banda sonora). No sé si nadie se va del todo de Ennis, como concluye Danvers al final de la serie, pero haberlo visitado desde el sofá ha merecido la pena.
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