El don de contarse, por Ana Belén
Lo que sucede con las entrevistas de Évole es que revelan la capacidad de sus entrevistados para contarse. Y claro, ganan los que tienen una vida larga e interesante y el don de reflexionar sobre ella
Por mucho que las normas de la narrativa las proscriban de gran parte de la ficción, las casualidades, como los vampiros de aquella pintada hecha meme, existen. El domingo por la tarde estaba viendo La gran noche del pop (Netflix), el fantástico documental sobre la proeza que supuso juntar en un estudio de Los Ángeles a 47 de los artistas más importantes de la época –estamos en enero de 1985– para grabar We are the world durante toda una noche. Ya saben: Michael Jackson, Bruce Springsteen, Bob Dylan, Diana Ross, Cindy Lauper, Lionel Ritchie, Ray Charles, Stevie Wonder y un etcétera que debería escribirse con pan de oro. Tras terminar la grabación de los coros, Quincy Jones, a cargo de la producción, quiso agradecer, delante de todos los artistas, a Harry Belafonte, promotor de la idea. Y de pronto, comandados por Al Jarreau, todos se pusieron a cantar Banana Boat como homenaje. Empalmo el documental con la entrevista de Jordi Évole a Ana Belén. Y en un momento de su paseo por Menorca, ¿qué se ponen a tararear Évole y Ana Belén? Banana Boat.
De la suerte del fracaso adolescente, de su rechazo a jubilarse y de muchos otros temas habló Ana Belén con Évole. También le contó que, cuando vio el mar por primera vez, a los 10 años, casi se desmayó de la impresión. A mí me pasó la primera vez que la tuve a ella cerca. Ser mitómana y trabajar en la tele tiene su aquel: aunque he presenciado muchas caídas de pedestales y a otros los he normalizado, todavía me cuesta mantener una asepsia profesional frente a algunos de mis ídolos. He visto a Ana Belén tararear a un metro de mí y pronunciar líneas que yo había escrito, y, mientras trataba de aparentar serenidad, deseaba poder creer en dios para unificar en una entidad la enorme gratitud que siento hacia todo lo que me ha traído hasta aquí. No sé si a Jordi Évole le pasa: parece que no, quizá lo disimula muy bien. No lo haría ni peor ni mejor entrevistador en cualquier caso. Lo que sucede con sus entrevistas es que revelan la capacidad de sus entrevistados para contarse. Y claro, ganan los que tienen una vida larga e interesante y el don de reflexionar sobre ella. Igual que las estrellas que participan en La gran noche del pop. Y eso no es casualidad.
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