Leona
La ausencia de filtros mentales en María Jiménez desata mi carcajada. Me caía muy bien la fallecida leona
Las defunciones de una mujer que se definía a sí misma como comunicadora y que la pereza calificatoria de su gremio le adjudicaba el título de reina de las mañanas televisivas (cuánta admiración procesa en el fondo casi todo dios al concepto de realeza) y de una cantante simbolizada como volcánica pionera del feminismo aparcan durante unos días en los medios los temas que les dan más juego. O sea, los asesinatos y las catástrofes, los arrogantes genitales del esperpéntico Rubiales, filón de oro para la sagrada causa de las vejadas y oprimidas y el muy hipócrita debate sobre si diálogo significa lo mismo que amnistía e independencia.
También percibo que en el lenguaje al que siempre se apunta la misma gente está perdiendo relevancia. Son esas palabras tan manoseadas del relato, la epifanía, la distopía y la relación tóxica. Con ese palabreo pretencioso podías andar por la vida durante un rato sintiéndote muy moderno. Pero su moda es efímera. Ahora leo en el titular de una necrológica sobre María Jiménez que fue un ejemplo de resiliencia y sororidad. Y con esas dos virtudes tan actuales ya me siento absolutamente perdido. Imagino que ella tampoco entendería nada.
Pero todo es cristalino en esta dama torrencial cuando hace 20 años, en una llamada suya al programa Sabor a ti que presentaba Ana Rosa Quintana, le asegura a esta: “Me tenéis hasta el coño de hablar de mí. ¿A quién se la has tenido que chupar tú para estar donde estás?”. La soberana Quintana le responde azorada: “He estudiado cinco años de Periodismo y he sido corresponsal en Nueva York”. Recuperan en internet este momento inenarrable. La ausencia de filtros mentales en María Jiménez desata mi carcajada. Me caía muy bien la fallecida leona. Parecía de verdad.
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