Marc Giró: “Tu tía de Cuenca también es una tía listísima, la gente no es tonta”
El periodista dinamita desde dentro los códigos del ‘late night’ televisivo con ‘LateXou’, su nuevo programa en la desconexión catalana de TVE
Marc Giró (Barcelona, 48 años) cree que lo suyo de ir siempre vestido con traje es apropiación cultural. “Soy una especie de travesti. Ni me tocaba por clase social ni por el tipo de trabajo que hacía cuando empecé a llevarlos, pero aquí estoy, instalado en este uniforme y muy contento”, cuenta, mientras presume de lo funcionales que son los bolsillos internos de la americana de Acne Studios que viste durante la entrevista. “Mira que tiene años y me la han readaptado varias veces, pero sigue como nueva. Antes de que se inventara, yo ya era maestro del upcycling [reciclaje]”, dice satisfecho.
Hace unos meses, responder a “¿Quién es Marc Giró?” era un objetivo SEO para los no catalanes cuando despuntó en las tertulias posteriores a la serie documental de Telecinco sobre la vida de Rocío Carrasco. En 2023, se ha convertido en el conductor que más ha modernizado y dinamitado desde dentro los artefactos más tradicionales de los medios en catalán. Tras revelar el sustrato de los pijos catalanes en dos ensayos (Pijos y Encara més pijos, ambos editados en Univers), dirige y presenta Vostè Primer, un magazine diario entre semana en la emisora Rac-1 y, por si le faltara tiempo, acaba de estrenarse como conductor de late night con LateXou. Un programa de humor ácido en la desconexión territorial catalana de TVE en el que, “inspirado por Rosa Maria Sardà, Guillermina Motta y Joan Collins de Dinastía”, tira de monólogos reivindicativos y entrevistas elocuentes para sobrellevar mejor la bajona que nos invade los domingos por la noche.
Pregunta. Ahora que todo el mundo quiere trabajar menos, decide presentar y conducir otro programa más. ¿No le abruma tanta faena?
Respuesta. Lo que quiere la gente es trabajar mejor, ¿no? Yo soy un privilegiado por poder hacer un trabajo interesante desde plataformas privilegiadas. Lo de trabajar tanto es por herencia. Hay una sabiduría ancestral que a mi familia le viene desde antes de Cristo: el miedo a la pobreza y al desabastecimiento. Así que lo necesito. También creo que esta pregunta no se la haría a una médica o a una traumatóloga si le quedasen tres pacientes por atender.
P. ¿Eso es porque también entiende lo suyo como servicio público?
R. No, solo que a veces hay una sensación de que no podemos elegir y decir que no a un trabajo o a no hacer algo.
P. ¿Y lo ha hecho, decir que no?
R. Sí, bastante. Le podría hacer una lista. A cosas que no sé hacer o cosas que estaban muy bien pagadas. Creo que he dicho más que no que sí en lo laboral.
P. ¿Y por qué dijo que sí a un late night?
R. Porque me lo ofreció Santi Villas, que además es mi marido. Él trabajaba en Madrid, presentó este proyecto y se lo compraron con el gusano dentro, que era yo.
P. ¿Qué le interesa del formato?
R. Que es un programa clásico y eso siempre acaba funcionando porque se lleva haciendo en televisión cuatro millones de años. Tiene un ritual propio que hay que respetar y eso es un ejercicio buenísimo.
P. Pero dentro de esa estructura formal, transgrede. En sus monólogos aboga por el aborto libre y gratuito y defiende a ultranza el feminismo radical.
R. Sinceramente, no creo que esté transgrediendo nada. Yo lo que quiero es encajar. Sobre los temas, pues la verdad es que esto que me plantea me parece hasta raro. Lo que me extraña es que no se haga más. Si te pagan para retratar la realidad, es lo que hay que hacer, ¿no?
P. No es lo mismo un monólogo como los suyos en los que dice que los “heteros van tarde” que, por ejemplo, escuchar el mensaje de Toni Cantó en su late night.
R. El programa de ese señor no lo he visto, pero sí le aseguro que mi plató es el que mejor iluminado está. Sabemos dónde poner los focos. Y aunque me encante el barroco o el románico, eso no es lo que le puedes ofrecer al respetable en 2023. Yo le tengo muchísimo respeto a la gente. A la gente no le puedes dar gato por liebre. La gente es lista.
P. Eso contradice lo que siempre nos decían en las redacciones: “Esto lo tiene que entender hasta mi tía de Cuenca”.
R. Pues ahí voy, tu tía de Cuenca es también una tía listísima, la gente no es tonta.
P. En el último programa bromeó a propósito del polémico despido de Manel Vidal, un colaborador del late night Zona Franca de TV3 y simuló que despedía en directo a uno de sus guionistas. ¿Tiene algún límite que no quiera tratar en su programa?
R. Lo de los límites es un falso debate. Un límite es el tiempo que dura el programa o los caracteres que tenga un artículo. En el arte es fundamental pasarse de rosca o no, o volver a contraerse. Fíjese, perdone, que a lo mejor suena pretencioso, pero yo creo que la guía a la que atender, que no límites, es la carta de los Derechos Humanos. Uno tiene que estar atento, revisando constantemente qué derechos hemos adquirido y qué queremos conservar.
P. ¿Y ha decidido si no tocaría algún tema en concreto?
R. En realidad, lo que a mí me sorprende es la gran cantidad de espacio que se está dando a opinadores, mujeres y hombres, a los que ceden sitio en su periódico, y otros diarios también, en contra de la ley trans. No entiendo cómo lo pueden tratar así.
P. ¿En qué sentido?
R. En cuanto una persona trans te explica de qué va su asunto, entiendes perfectamente el tema. Se debería poner menos foco en eso que llaman ideología de género, que por cierto no sabemos qué coño es —y nunca mejor dicho—, y enfocar más la ideología fascista que nos rodea. Con este tema no hay equidistancia posible.
P. Ahora vuela solo, pero hace poco denunció que en la tele siempre le ponían una copresentadora acompañándole para que frenara un poco a su personaje.
R. Eso es por lo de la pluma, que siempre es sospechosa. A mí, por ejemplo, me dicen: “Usted habla muy rápido”. Lo que yo creo que quieren decir es: “No hable tanto, que le estamos controlando”. Ahora pasa una cosa muy curiosa con las mujeres que retransmiten los eventos deportivos. A la gente le molesta una mujer retransmitiendo un gol del Barça.
P. ¿Por qué cree que pasa?
R. Porque estamos menos acostumbrados. Yo en el programa tengo a las Glorias Cabareteras, que son dos señoras hablando juntas a la vez y de forma atropellada, a la brava. Es cuestión de ir aprendiendo y dejarse sorprender. También costó el cubismo o el modernismo de asimilar y mira ahora.
P. Las Glorias Cabareteras utilizan el lenguaje inclusivo en el programa.
R. Esto, lo primero, es por una cuestión de respeto a alguien que te dice: “Mira, yo quisiera que me hablaras en masculino, en femenino, en neutro, en no sé cuántos o en lo que sea”. Es una cuestión de humanidad, de estar en sintonía con la naturaleza y con eso de cuidarnos más entre nosotros. Y luego, por supuesto, se puede hacer humor porque es un puto lío, que si el tuti, que si el totis. Pero, aunque puede parecer muy gracioso, las personas que necesitan ese cambio social, lo necesitan de verdad. Yo, que he sido marica, es muy agradable cuando, aunque parezca del siglo XIX hablando así, uno es capaz de poner palabras, de expresarte desde tu propia naturaleza y desde tu propia identidad, o como lo quieran llamar ahora. Pero poder hacerlo desde la tranquilidad. Al fin y al cabo, es buenísimo tener a la gente en paz.
P. Ha pasado por las revistas femeninas, por la radio y por la tele, ¿dónde se sufre más?
R. Mira, solo los ángeles caídos de la revista femeninas, los que hemos pasado y salido de ellas, podemos decir una cosa que vamos a decir con todas las letras, porque ya está bien. Hay que pedir perdón a las mujeres de rodillas. Y yo lo he hecho en mi plató.
P. ¿Dónde cree que hay más pijos encubiertos?
R. Siempre creí que tenía que ver con el dinero que uno tenga. Y si lo has heredado de tu familia, que no te costaba nada ganarlo, pues felicidades desde aquí porque eres un pijo rematado. Pero también he reflexionado mucho sobre ello y creo cualquier persona que ostente algún tipo de privilegio, no solo la riqueza del pijerío, sino sus casuísticas, lo es.
P. ¿Cómo quién?
R. Aquellos que creían que eran ciudadanos de primera. Esos que sabían de historia e incluso habían pasado por alguna revolución. Pero luego te das cuenta de que esa persona tiene a una empleada en casa —que acostumbran a ser, por cierto, mujeres migrantes o “mujeres marrones”, como las ha etiquetado Rocío Quillahuaman— y resulta que esa mujer no está asegurada. Una cosa que, por cierto, la ley prevé erradicar gracias a este gobierno de coalición. Así que no sirve de nada leerte un Nuevo Cuaderno de Anagrama, ir a ver una exposición y luego a hacer una cañita. Eso, a ti, no te hace mejor ciudadano.
P. ¿Qué hace para desconectar de sí mismo?
R. Yo nunca desconecto. Soy una persona que soy ansiosa desde siempre y trabajo con el nervio. No me lo puedo permitir.
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