‘El condensador de fluzo’ vuelve para contar la historia con humor sin perder rigor
Raquel Martos repite como presentadora del programa de divulgación de La 2, que crece en colaboradores y secciones en su tercera temporada
El condensador de fluzo crece en colaboradores y en secciones en su regreso a las pantallas de La 2 para una tercera temporada. La periodista Raquel Martos repite como presentadora al frente del equipo de historiadores y especialistas, y explica por teléfono a EL PAÍS que habrá “más movimiento de plató, más dinamismo” y juegos con elementos que permitan “tocar la historia”. La clave para explicar el éxito de este formato de divulgación—el programa se emitió por primera vez en enero de 2021— es, según Martos, que consiste en una visión fresca de la historia desde el humor y la pasión, pero sin perder el rigor.
El programa cuenta para ello con guiones detallados —“los guionistas existen, no son una leyenda urbana”, bromea Martos— y el contenido divulgativo muy controlado, ya que los creadores aspiran a que se enseñe también en los institutos. “Quitando a Goyo Jiménez, que es un animal de tele y de humor, a Miguel Iríbar y a mí, que venimos de los medios de comunicación, el resto de los colaboradores vienen del mundo académico. Eran peces fuera del agua cuando hicieron la primera temporada. Rompemos con esa idea muy errónea de que la divulgación ha de ser aburrida, de que se tiene que mirar a los de abajo desde un pedestal para enseñarles algo”, expone la presentadora, que opina que El condensador se inscribe en una coherencia didáctica de la televisión pública que lidera La 2 de TVE, en la que son vecinos, entre otros, del programa de divulgación científica Órbita Laika.
Un buen ejemplo de ese equilibro entre entretenimiento y conocimiento fue la intervención del cocinero Gonzalo D’ambrosio el pasado jueves en el segundo programa de la temporada. En el mismo plató, inauguró una sección de cocina histórica y preparó platos medievales mientras Javier Traité [uno de los colaboradores] explicaba cómo se comía entonces y cuál era el origen de esas recetas. También el nombre del programa —una producción de Lacoproductora (del Grupo PRISA, editor de EL PAÍS)— encapsula esa idea de diversión. Se trata de una referencia a la comedia de culto Regreso al futuro, en la que los personajes emplean este dispositivo —que en realidad debería haberse traducido como “condensador de flujo”, pero que los guionistas de la saga decidieron cambiar para evitar una posible connotación sexual— para viajar en el tiempo.
Sin embargo, Martos es consciente de que este formato televisivo clásico tiene que hacer frente a la diversificación de los contenidos de divulgación histórica de calidad en otros medios como las redes sociales, que han demostrado que hay otra manera de acercarse a las personas más jóvenes. “Es un reto, pero creo que El condensador de fluzo se mueve muy bien entre esas dos aguas. Por un lado, está el formato convencional, el que puede ver la familia en el sofá. Y a la vez, está esa segunda vida que tiene en internet, por ejemplo en Twitter. Para mí fue muy sorprendente constatar que cuando acababa el programa, cada uno de los colaboradores seguía añadiendo información sobre aquello que había explicado en el programa. Y luego hay un montón de historiadores y aficionados que van publicando sus hilos. Es lo que Traité bautizó como refluzo”, relata.
La periodista atribuye la buena acogida por parte de los fluceros —los espectadores del programa— a que se trata de un espacio muy coral: “Siempre les digo a los colaboradores que son muy distintos, como personajes de una sitcom en la que cada uno de ellos interpreta un perfil de personaje. Solo que ellos son así de verdad. Y cada uno aporta algo distinto”. También admite que se siente “como en casa”: “Es el programa en el que más cómoda me he sentido en la tele hasta ahora. Nos reímos mucho juntos. Aunque trabajamos muchas horas, nos lo pasamos tan bien, que el buen rollo que nos dicen que se transmite sucede de verdad”.
Martos rememora un par de momentos de esta temporada en los que no pudo seguir presentando porque no podía frenar las carcajadas: “Tengo una debilidad por Javier Traité. Cuando entra en el plató me alegra la vida y a veces me cuesta mucho no reírme con él porque es tan gracioso y tiene unos looks… Esos momentos de ensayo son mágicos. Cuando el jueves apareció vestido de cocinero medieval casi no podía empezar a hablar”. En otro episodio de la segunda temporada, la presentadora estaba tan metida en la historia de Lucy, la australopiteco, que no pudo evitar gritar de emoción cuando vio pasar a la responsable de vestuario con un abrigo con mucho pelo. “¡Estaba tan entusiasmada con lo que me estaban contando, que de reojo vi pelo y pensé que la mismísima Lucy estaba atravesando la historia!”, exclama.
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