Anticlímax vaticano

La muerte no es el final. Para quien quiera creérselo, claro. Pero a veces ni siquiera es el principio. La de Benedicto XVI es la primera de un Papa en seis siglos que nos deja sin cónclave. Anticlímax vaticano.

Durante el funeral de Juan Pablo I faltaron sillas. Lo presidió Carlo Confalonieri, 93 cardenales concelebraban y cuando fueron a sentarse se encontraron con la coyuntura. No fue una sorpresa, ya había ocurrido meses antes, en el funeral de Pablo VI. No hay registro de que ocurriera en el de Juan Pablo II, a pesar de que concelebraron 140 cardenales —y presidió Ratzinger—. Y tampoco parece que vaya a pasar en el de Benedicto, que se celebrará el próximo jueves a las nueve de la mañana y será presidido por el Papa Francisco. Es lo que tiene fallecer en el banquillo, quizá Juan Carlos I esté pensando en ello.

El cuerpo no será llevado en procesión, no vestirá el palio, los jefes de Estado que acudan solo lo harán a título personal y no intervendrá el camarlengo porque no se entierra a un Papa. Se entierra a alguien que lo fue. Prometen un funeral solemne, pero sobrio. Solemne, pero poco. Ana Blanco y Lorenzo Milá retransmitieron el funeral de Juan Pablo II, el primero emitido íntegramente por Televisión Española. Hizo un 40% de cuota de pantalla, con algo más de 1.700.000 espectadores. Y Antena 3 y Telecinco también lo contaron en directo. El de Benedicto lo retransmitirá TVE en simulcast, todavía no sé sabe con quién al volante. Tendrá seguro poca audiencia.

Enterramos a alguien que renunció a la vicaría de Dios en la tierra con muy poca pompa y boato, señal impagable de unos tiempos descreídos no solo en la fe, sino en el rito. Nos sobran sillas y nos faltan asientos.

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