Kirstie Alley, usted tiene ojos de mujer fanática
Virgilia Hazard, el personaje que interpretaba magistralmente en ‘Norte y sur’, demostraba que se puede estar en el lado correcto de la historia, ser la presidenta del lado correcto de la historia incluso, y a la vez ser una persona detestable
Tan sólo este mes se estrenan 28 series, un número inasumible para cualquiera por devoto teléfilo que sea. Para evitar que nos perdamos alguna acorde con nuestros gustos, las plataformas ofrecen sugerencias personalizadas, una breve sinopsis y detalles del reparto. Un milagro cotidiano para quienes recordamos —insértese a partir de aquí un filtro vintage— tiempos en los que desconocíamos conceptos como temporada o cancelación, las exiguas series que llegaban empezaban y terminaban cuando la cadena de turno consideraba y lo único que sabíamos de ellas eran el título y los protagonistas. En aquellos tiempos, que una de esas protagonistas fuese Kirstie Alley era una garantía.
Alley llegó a Cheers cuando Shelley Long quiso labrarse una carrera en Hollywood y hubo muchos que, enamorados como estábamos de Diana Chambers, la recibimos tal que Suárez Illana a los diputados de Bildu. No tardamos en rendirnos. No necesitaba demasiado espacio para brillar, un par de secuencias en Desmontando a Harry demostraron cuánto se había perdido Hollywood por cerrarle la puerta. Pero a la industria no le gustan las mujeres con ideas propias y le pasaron factura por los mismos disparates que tan fácilmente perdonan a estrellas masculinas.
Sobrevivió con dignidad en televisión, apoyada por su vis cómica y una mirada de color indescriptible que desbordaba inteligencia. Tenía ojos de mujer fatal, habría dicho Jardiel Poncela. Y nunca brilló tanto como cuando tuvo ojos de mujer fanática. Norte y sur, el drama de dos familias estadounidenses durante la Guerra de Secesión, le regaló el personaje más complejo de su carrera: la arrebatada abolicionista Virgilia Hazard, una de esas figuras que demuestra que se puede estar en el lado correcto de la historia, ser la presidenta del lado correcto de la historia incluso, y a la vez ser una persona detestable. La vida está plagada de ejemplos.
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