Llega la serie ‘Dark Winds’, el ‘noir’ cobrizo: un excelente policiaco con detectives indios en la reserva navajo
La producción de AMC+, adaptación de las populares novelas de Tony Hillerman, mezcla muy hábilmente trama criminal y creencias nativas en una atmósfera inquietante. Una muestra de las posibilidades de un género diferente
La serie Dark Winds, de Graham Roland en AMC+, arranca en 1971 en Gallup, Nuevo México, en el borde de la reserva de los indios navajos (Navajo Nation o Navajoland, 71.000 kilómetros cuadrados de terreno sobrecogedoramente árido), la más grande de EE UU, con el violento ataque a un furgón blindado que incluye armas automáticas, disparos a quemarropa y la huida de los ladrones en un helicóptero. Seguidamente, da el salto a un misterioso doble asesinato (de dos navajos), ya en el interior de la reserva, con componentes rituales: a una de las víctimas le han arrancado los ojos y la otra es una joven sanadora tradicional, que parece haber muerto de puro miedo. La única testigo es la tía de la chica, una anciana mujer medicina ciega y traumatizada. Ambos casos se mezclan mientras investigan la policía tribal navajo (el cuerpo nativo más famoso junto al Oglala Lakota Nation Police Departament) y el FBI. Desde el principio quedan claros los parámetros por los que se va a mover la historia: el mundo contemporáneo, sus valores y crímenes, confrontado al misticismo nativo, al mundo de las creencias de los navajos, incluido su propio concepto del Mal. La tensión entre ambos elementos que se entrecruzan, modernidad y tradición, constituye la base de la trama de Dark Winds.
Estamos en territorio conocido y muy estimulante, excitante incluso: los predios de lo que se podría considerar todo un apartado del género detectivesco, el policiaco con indios, el noir cobrizo, si podemos denominarlo así, parte de lo que se ha dado en llamar detective western y que consiste en llevar la historia de investigación de un crimen a los escenarios clásicos del Oeste americano, sus personajes y paisajes. En este subgénero concreto, son especialmente protagonistas la reserva india, un espacio cerrado con sus propias características, tradiciones y leyes, y los policías nativos encargados de mantener el orden ahí dentro ante una amenaza que procede tanto del interior como del exterior. Se pueden adscribir al subgénero películas tan notables como la extraordinaria Wind River (2017), de Taylor Sheridan, sobre la violación y muerte de una joven india en la reserva de shoshones y arapahoes en Wyoming (en un clima helado que es el reverso del desértico de Dark Winds) y en la que un cazador de alimañas, una detective del FBI de Miami y la policía tribal tratan de esclarecer el crimen. O Corazón Trueno, de Michael Apted (1992), con un agente del FBI (Val Kilmer) con sangre india (y qué sangre, acaso reencarnación de un guerrero de Caballo Loco), investigando el asesinato de un líder en una reserva lakota que recrea la de Pine Ridge, en el marco de las turbulencias provocadas por el American Indian Movement (AIM), y descubriendo a la vez una conspiración y sus propias raíces.
Dark Winds, con Robert Redford y George R. R. Martin, nada menos, en la producción y una primera temporada de seis capítulos a la que seguirá en 2023 otra igual, es la adaptación de una serie de novelas de misterio muy populares de Tony Hillerman (1925-2008), considerado el autor más famoso de Nuevo México. Hillerman, Estrella de Plata y Corazón Púrpura en la Segunda Guerra Mundial, era blanco, pero se educó con indios potawatomi en Oklahoma, de manera que creció inmerso en la cultura de los nativos norteamericanos. Compuesta por 18 títulos originales (la hija de Hillerman, Anne Hillerman, la está continuando), la serie, iniciada en 1970 con The blesssing way, tiene como protagonistas a dos miembros de la policía tribal navajo, el teniente Joe Leaphorn (que apareció primero) y el agente Jim Chee (incorporado posteriormente), ambos nativos, que investigan casos que afectan a la comunidad indígena. Es tentador decir que un detective navajo ha de ser bueno pasando la navaja de Ockham.
La primera temporada de la serie, que lleva por título genérico el de la quinta novela de Hillerman, Dark Winds, en realidad adapta material de otras dos de las novelas, especialmente la tercera, Listening Woman (1978), y elementos de la cuarta, People of darkness (1980). Las novelas, ocho de las cuales, entre ellas Vendaval de tinieblas y El pueblo de las sombras, han sido publicadas en castellano entre 1980 y 2001 por distintas editoriales como Olañeta, Versal, Júcar y sobre todo Grijalbo, han tenido ya versiones cinematográficas y televisivas, como la película Coyote Waits (2003) —sobre la décima entrega—, en la que al teniente Leaphorn lo encarnaba el omnipresente actor cherokee Wes Studi— y Skinwalkers —la séptima—, realizada para televisión en 2002.
Dark Winds, emocionante e interesantísima en su doble relato de la investigación criminal (desdoblada en diversas tramas) y las costumbres y creencias (y supersticiones) de los navajos, funciona estupendamente y en ello es definitivo, además del paisaje espectacular de Monument Valley y los Four Corners, y la ambientación, con toques surrealistas y hasta paranormales en la estela de Twin Peaks y True detective, lo sólido de los personajes protagonistas, esos Leaphorn y Chee que en la serie están interpretados respectivamente por Zahn McClarnon y Kiowa Gordon. Gordon, que no es, pese a su nombre, kiowa sino alemán de madre hualapai (los nativos de las montañas del noroeste de Arizona), hizo de chico hombre lobo en Crepúsculo. Aquí pone un físico sensual a lo Marlon Brandon al servicio de un personaje que es un policía de origen navajo que abandonó la reserva de niño y regresa como refuerzo para la fuerza tribal pero con algo más en el equipaje.
En cuanto a McClarnon, con un aire de Wes Studi, es hijo de padre irlandés y madre sioux hunkpapa y visitaba a sus abuelos en la reserva de los pies negros en Montana. Aprendió comanche en 2017 para su papel de jefe de la tribu en la serie El hijo, sobre la gran novela de Philip Meyer. Gran parte de la atmósfera india de Dark Winds, que parece hecha de arena, moscas, mezcal y perros muertos, la pone él, McClarnon, con su frugal parsimonia, su rostro seco, correoso y siempre circunspecto y su figura enjuta que son un reflejo de la aridez del paisaje de la reserva y sus difíciles condiciones de vida. Una tercera protagonista, que también aparece en las novelas, es la impagable sargento de la policía tribal Bernadette Manuelito, encarnada por Jessica Matten, mezcla de métis-cree canadiense y euroasiática. Como se ve este Dark Winds navajo es en realidad un verdadero pow pow de tribus. Los navajos, por otro lado, siempre han dado mucho de sí, desde Manuelito (el bravo jefe histórico perseguido por el coronel Miles) a los Code talkers.
Un riquísimo plantel de secundarios adereza el plato, con personajes como un indio brutal (seminola en las novelas originales), asesino y desfigurado relacionado con un movimiento de liberación indio, la Sociedad Búfalo; un obsequioso sacerdote franciscano nativo, un agente del FBI con su propia hoja de ruta, la médico de la reserva (esposa de Leaphorn), un tendero negro que vende recuerdos y kachinas, y una pavorosa bruja navajo. La brujería, tan relevante en la cosmovisión navajo (con los peligrosos skinwalkers o yeee naaldlooshii enfrentados a los hombres y mujeres medicina) tiene un papel fundamental en la serie, que se abona al clásico juego con lo sobrenatural que tan bien funciona en el policiaco con indios (por, ejemplo, en Corazón Trueno). Como dice un personaje de Dark Winds, “si estás en una reserva entre gente que cree en los espíritus, tú también lo crees”. Pese a que la serie ha contado con la colaboración de la comunidad navajo, su tratamiento de la vida espiritual indígena, ritos y tabúes, ha sido objeto de algunas críticas. En todo caso, el profano aprende muchas cosas, entre ellas a saludar en navajo: yá at éeh.
A destacar el reflejo en la serie de la realidad sociológica de la vida india en las reservas, con su pobreza (la esperanza de vida es muy baja y la tasa de desempleo altísima), adicciones y violencia. Las mujeres indias son violadas y agredidas a un ritmo cuatro veces mayor que el promedio en EE UU, tienen diez veces más probabilidades de morir asesinadas y los crímenes y desapariciones muchas veces quedan sin resolver. Tampoco podía faltar la dimensión ecológica, con trama de contaminación de las tierras ancestrales por medio.
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