Chanel de España
Cuesta recordar una actuación tan impecable de un representante español en la historia de Eurovisión
No ganó Chanel, pero salió victoriosa. Y no solo porque consiguió un sensacional tercer puesto, sino porque convirtió las lanzas en rosas. Son las victorias que saben mejor, las construidas desde la adversidad. Del abucheo en Benidorm Fest, allá por enero, a la admiración incluso antes de que participase anoche. Ya había conciliado la catalana a todos y los días previos el país lució unido, como si fuese una final futbolera de selecciones. Las cuentas de Twitter dieron fe de ello ayer, empezando por el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez (“España está hoy con Chanel”), y continuando por la Policía Nacional, que escribió: “Si los haters te intentan amargar como le pasó a Chanel, tranquila/o: sigue tu vida y sé feliz porque el trabajo duro lleva al éxito. A por el chanelazo”. Una conquista edificada, efectivamente, desde el esfuerzo y la pasión. Todos estábamos con ella y muchos borraban a toda velocidad sus mensajes pasados escritos en redes sociales despreciando su candidatura, por aquello de que gustaban más Tanxugueiras y Rigoberta Bandini. La actuación de anoche de Chanel selló esa unión.
Su interpretación de SloMo fue inmejorable. Elástica, poderosa, sensual, intimidante, retadora, arrolladora… Pero sobre todo segura de su talento para cantar y bailar. Si SloMo era en principio una canción para Jennifer Lopez, la catalana se puso a la altura de la estrella estadounidense. Cuesta recordar una actuación tan impecable de un representante español en este festival. El apartado coreográfico se puede definir como sobresaliente. Chanel fue una reina muy por encima de la canción, que era, es y será invertebrada. El valor de este tercer puesto hay que verlo además desde el contexto de la trayectoria de España en las últimas ediciones: puesto 22 en 2016, 26 en 2017, 23 en 2018, 22 en 2019 y 24 en 2021. La de Chanel es la mejor posición desde que Anabel Conde (siempre reivindicable) alcanzase la segunda posición en 1995.
La de Chanel fue de las puestas en escena más potentes del festival, cuyo resultado estuvo condicionado por la situación política y bélica: se llevó la victoria Ucrania con Stefania, de Kalush Orchestra, gracias a la voluntad popular. No es una canción floja ni mucho menos. La mezcla de ritmos étnicos con rap y música de baile funciona, pero no fue la mejor canción del festival. Pero todo encajaba: era difícil resistirse a dar una lección a Putin. Incluso la letra, dedicada a la madre del líder del grupo y escrita antes de la guerra, se ha convertido en un homenaje a las sufridas mujeres ucranias. ¿Pudo ganar Reino Unido y España quedar segunda si la demencial decisión de Putin no se hubiese producido? Apuesten a que sí.
Quizá el tema con más calidad lo interpretó la sueca Cornelia Jakobs. Su Hold Me Closer parece un dúo entre Lana del Rey y Billie Eilish. Pero lo hace solo una persona, Cornelia. Prodigioso. Fue una actuación, además, intensa y original por lo simple. Ella sola, sin bailarines ni instrumentistas que hicieran el paripé, porque, recordemos, aquí la música está grabada. Cornelia se presentó descalza, asunto siempre gafé para las candidatas españolas (Remedios Amaya quedó última y Raquel del Rosario al frente de El Sueño de Morfeo, penúltima, ambas sin calzado alguno), pero se alzó con uno de los puestos de honor, el cuarto. El segundo puesto fue para Reino Unido con la canción Space Man, por Sam Ryder, merecidísimo. Porque no hay nadie que fabrique una canción pop como este país. Space Man se mueve de Ed Sheeran a Oasis, y Ryder, con esa pinta de heavy sueco, la defendió a la perfección.
Resultó un concurso asediado por las baladas. Chicos y chicas jóvenes con voces, la mayoría interesantes, contando sus zozobras y afrontando temáticas que ya no da miedo exponer, como la salud mental. Destacó en esta línea el representante australiano, Sheldon Riley, un chico que tuvo que cambiar 14 veces de colegio por problemas de acoso. Riley, diagnosticado con síndrome de Asperger a los seis años, concursó con una rejilla que le cubría el rostro. En la parte final se desprendió de ella en un simbólico gesto de liberación. Fue uno de los momentos de mayor emotividad del festival. La portuguesa Maro, el suizo Marius Bear o el belga Jerémie Makiese destacaron a la hora de interpretar piezas relajadas y sentidas.
Eurovisión 2022 exhibió un buen nivel, si tenemos en cuenta las últimas ediciones. Y sin muchas estridencias, más allá de los noruegos y sus máscaras de lobos amarillos. Hasta las canciones de menor nivel, como la moldava y su “hey how! Folklore si rock and roll” o la rumana con título en español (Llámame), no fueron artísticamente ofensivas. Un festival que será siempre recordado por la irrupción de una artista, Chanel, que a partir de ahora tendrá que hacer su camino. Con esa entregada actitud y sus cualidades es muy posible que se gane la vida con este oficio. De momento, hoy la podemos llamar Chanel de España.
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