El índice de credibilidad de los matinales
La palabra del reponedor del supermercado asegurando que no hay desabastecimiento no tiene ningún valor porque en “lo de la Griso” los clientes han visto estanterías vacías
Hace unos días escuché que el sistema público de salud era la institución más valorada. Me causó gran regocijo como defensora de lo público que soy, pero también cierta sensación de que los encuestados habían hablado desde el quedar bien y no desde el corazón, porque según el barómetro social más fiable que conozco, que no es el del CIS sino el de First Dates, en lo que más confían los españoles es en el horóscopo.
A tenor de su influencia diría que compartiendo pódium estarían los magacines matinales, esos cajones de sastre catódicos que lo mismo analizan la masacre de Bucha que la reduflación en una bolsa de patatas a la vinagreta; son altavoz de esclavistas de Feria que habrían emocionado al Justin LaMotte de Norte y Sur o nos aterrorizan dando carrete a teorías disparatadas. Como aquel Gran Apagón que, aun siendo negado taxativamente por las autoridades, pobló durante días las mesas de los matinales de kits de supervivencia y provocó que personas que no sobrevivirían una hora sin wifi diezmaran las reservas de hornillos prestos a emular a Bear Grylls.
Tendría lógica que estos espacios que presumen de informativos contribuyesen a evitar que nos convirtamos en turba, pero han preferido ser máquinas expendedoras de horcas y teas para que salgamos a quemar las calles full equip. Lo sé desde el Día a día de María Teresa Campos, el primer motor inmóvil aristotélico de los matinales, y lo confirmé cuando en plena psicosis del desabastecimiento provocado por el miedo al desabastecimiento escuché cómo un reponedor intentaba tranquilizar a los clientes informándoles del pleno abasto de sus almacenes. Fue inútil, su palabra no valía nada porque ellos habían visto estanterías vacías en lo de la Griso. Tal vez si lo hubiese zanjado con un “palabra de sagitario” hubiese tenido más credibilidad.
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