_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Resucita, Brassens

Era un juglar tan cercano como entendible, irreverente, tierno, salvaje, irreductible. Me describió la vida mejor que nadie

Carlos Boyero
Georges Brassens, en una imagen de archivo.
Georges Brassens, en una imagen de archivo.

Ferreras entrevista de forma tan previsible como conveniente al presidente del Gobierno. Ninguna sorpresa. La sonrisa de plástico y el rollo de siempre. Me queda claro que Angela Merkel es su interlocutora ideal, que lo del brutal precio de la luz está arreglado y que van a hacer el mayor gasto social de la historia. Vale. Entendido. Hablo al día siguiente con dos amigos de izquierdas y uno de derechas. Siempre votan, aunque me aseguran que tapándose la nariz. Pero los tres han pasado ampliamente de observar la entrevista a Pedro Sánchez. Coinciden en que son muy mayores para perder el tiempo. Cumplen con su deber cívico de ir a las urnas, pero su descreimiento de la política es absoluto. Bueno, por algo se empieza. O se termina.

El señor de poblado bigote que me mira desde un enmarcado elepé, con una dedicatoria que dice: “Para Carlos, mis mejores deseos”, y del que también guardo una fotografía al lado de mi cama (como otros se acompañan con imágenes de sus dioses y de sus santos), escribió: “Morir por las ideas. Muramos, de acuerdo. Pero de muerte lenta”. Se cumple el centenario de su nacimiento. Se llamaba Georges Brassens. Era un juglar tan cercano como entendible, irreverente, tierno, salvaje, irreductible. Me describió la vida mejor que nadie. Haciéndome sonreír, reír y dudar. Conmoviéndome. Escribió de la muerte en su bellísima canción Súplica para ser enterrado en la playa de Sete. Pero también bromeó con ella en alguna ocasión: “Morir no es tan grave. Ya no me dolerán las muelas”.

El vitriolo, la heterodoxia, la carcajada y la comprensión fueron sus armas. Hoy día lo tendrían muy crudo las canciones de Brassens ante la nueva Inquisición, ante la grimosa policía del pensamiento. Cómo le añoramos. Bendito sea usted.

Puedes seguir EL PAÍS TELEVISIÓN en Twitter o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.

Recibe el boletín de televisión

Todas las novedades de canales y plataformas, con entrevistas, noticias y análisis, además de las recomendaciones y críticas de nuestros periodistas
APÚNTATE

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_