‘Black Queens Matter’
Nadie mezcla las novelas porno de Harlequín y los culebrones venezolanos clásicos con tanta trepidancia como Shonda Rhimes
Dos minutos y cincuenta y seis segundos exactos tarda Shonda Rhimes en colocar su primera escena marca de la casa: dos amantes clandestinos echando un polvo rápido en un escondite, como hacían los médicos en celo de Anatomía de Grey. En los dos minutos y cincuenta y cinco segundos anteriores del primer capítulo de Los Bridgerton (Netflix) ha tenido tiempo sobrado de presentar todo el dramatis personae y todos los conflictos que hilan las tramas de este disparate (mi compañera Laura Fernández lo llamó, con delicadeza técnica, dramedy anacrónico con giro posracial). Por eso Shonda Rhimes es una genia de la televisión que se zampa todas las teorías de David Simon sobre el espectador medio.
En una entrevista en The Paris Review (editada ahora en Acantilado), a Billy Wilder le preguntan por qué tantos grandes escritores fracasaron al hacerse guionistas en Hollywood. Wilder es contundente: no sabían escribir guiones y no se tomaban el trabajo en serio ni tenían la humildad de dejarse enseñar. Shonda asentiría porque sí se toma en serio su trabajo y es la mejor en su gremio. Nadie como ella mezcla las novelas porno de Harlequín y los culebrones venezolanos clásicos con tanta trepidancia (sic) y descaro.
¿Cómo vas a bostezar ante un Londres seudovictoriano con una reina de Inglaterra negra y duques con rastas? Ni Kenneth Branagh hasta arriba de sangría tras releer Cumbres borrascosas en Benidorm habría ido tan lejos. Tampoco se lo habríamos comprado, porque en Branagh se notaría esa vanidad del intelectual autoconsciente que ríe su propio chiste. Shonda solo quiere divertirnos, por eso su Black Queen matters. Ha montado una fiesta de época (¿de qué época? De cualquiera, una antigua con miriñaques) con gente guapa y promiscua follando tras las cortinas. Pasa y disfruta, nada más. Ay, si hubiera producido El Cid de Amazon, qué buenos ratos habríamos pasado.
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