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Columna
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Ser pobre consiste en esperar

Los anuncios de alarmas no se dirigen a los ricos, sino a pobres que temen perder lo poquito que tienen

Larry David en un capítulo de la serie que lleva su nombre
Larry David en un capítulo de la serie que lleva su nombre
Sergio del Molino

Dice Larry David en un capítulo de su genial y muy adictiva autoficción que prefiere ser asaltado por ladrones que por vecinos. “Los ladrones solo quieren tus cosas; los vecinos quieren tu tiempo, te lo roban conversando. Prefiero perder cosas a perder tiempo”. Sería fantástico que una empresa de alarmas patrocinase ese episodio, o que se emitiera tras uno de esos informativos que dan cuenta minuciosa de todas las okupaciones que tienen histéricos a los españoles propietarios de chalets adosados.

Que el tiempo es mucho más valioso que las propiedades lo saben los ricos como Larry David y los poetas que cortaron las rosas del huerto de Ronsard, conscientes de que a la vuelta de cualquier esquina acecha una silueta con una guadaña. Ser pobre consiste en perder tiempo. El tiempo del pobre no vale nada. No lo vale en términos laborales, por eso los trabajos menestrales se pagan a dos miserias la hora, pero tampoco en ningún otro. Ser pobre consiste, más que en pasar hambre, en esperar. Los muy pobres esperan en la cola de Cáritas a recibir la sopa boba; los menos pobres esperan a que un funcionario del SEPE les coja el teléfono para tramitarles un ERTE, y los pobres en general esperan en atascos o a que pase el metro para llegar tarde a un trabajo que tal vez consista también en esperar. Por la noche, los pobres que no pueden pagar las cuotas de las plataformas esperan a que terminen los anuncios para ver algo en la tele en abierto, mientras esperan que el sueño les venza.

Los anuncios de alarmas no se dirigen a los ricos, sino a pobres que temen perder lo poquito que tienen. Si vendiesen alarmas para ricos, las diseñarían para preservar su tiempo, para protegerles de la cháchara de los vecinos y de las colas del súper.

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Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).

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