‘Tiger King’, el juicio bizarro
Un morboso documental sobre la enemistad a muerte entre el dueño de un zoo y una activista animalista ha tenido consecuencias: una nueva investigación y una petición de indulto
La RAE no admite que se diga bizarro (valiente o generoso, según el Diccionario) en su sentido importado del inglés: estrafalario, estrambótico. La palabra se queda corta para lo visto en Tiger King, una serie documental de Netflix que tiene que convencernos de que no es ficción.
La producción nos lleva un microcosmos insólito, el de los criadores de grandes felinos en EEUU, un país donde hay más tigres enjaulados que en todo el mundo en libertad. Dos enemigos a muerte: Joe Exotic, dueño de un gran zoo privado, amante de las armas, cantante country, exhibicionista en las redes, polígamo con varios maridos, candidato frustrado a presidente y a gobernador, carismático. Y Carole Baskin, activista animalista, dueña de un santuario que no se distingue tanto del zoo, viuda de un millonario. Con ellos, otros tipos duros del mundillo de las fieras que lucen tatuajes, piercings y mutilaciones.
Desde el principio sabemos que él acabará en prisión por encargar el asesinato de ella. Pero la trama solo arroja dudas sobre esa condena, pese al odio que Joe le declara sin cesar, y se detiene a fijarse en la desaparición del primer marido de Carole, del que se da a entender que acabó de menú para los tigres.
El documental ha tenido tal impacto —récord de audiencia en streaming en EE UU en marzo— que tendrá una secuela, precisamente sobre el rico desaparecido, y una versión dramatizada, con la actriz Kate McKinnon como Carole. Y deja consecuencias en la vida real: un fiscal reabre el caso del marido del que nunca más se supo y Donald Trump dice que estudiará un indulto a Joe.
El espectador, desconcertado, no sabe si puede fiarse del morboso relato. Han lanzado al ring mediático a un gran comunicador, condenado en firme por la justicia, y a una mujer menos dotada para venderse, nunca acusada de nada. Me pregunto si han sido utilizados para nuestro placer culpable, si nadie les avisó de este juicio paralelo, si la audiencia termina demasiado excitada para hacer de jurado.
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