Machismo, clasismo y otras trampas neoliberales
‘Self Made’ cuenta la historia de Sarah Breedlove, una lavandera afrodescendiente que inspira la esencia del mito fundacional norteamericano: el ser humano hecho a sí mismo
Cuando las historias encajan como un puzzle es porque faltan piezas. Aquí va una: una mujer logra imponerse al dinero de los hombres y monta su propia empresa de productos para el cuidado del cabello femenino, en la que da trabajo a miles de mujeres; esa mujer se convierte en una figura ejemplar gracias a su esfuerzo intachable; es una mujer sin estudios, sin voz y sin relato, que anula la miseria que la sociedad le había reservado. Y —atención con la fuerza irresistible de Self Made, cuento neoliberal convertido en serie de cuatro capítulos disponible en Netflix— es la primera millonaria de EEUU. Además de pelear contra los prejuicios clasistas y machistas, debe vérselas con el racismo, porque Sarah Breedlove (1867-1919), conocida como Madam C. J. Walker, fue una lavandera afrodescendiente que inspira las más altas cimas de la esencia del mito fundacional norteamericano: el ser humano hecho a sí mismo.
Es muy agradable que una serie bien construida, pero muy evidente en sus intenciones, te haga pensar que no eres racista ni machista porque apoyas la libertad de una mujer afroamericana que se enfrenta a arquetipos con los que es imposible identificarse. Y que sueltan frases de este pelaje: “Cómo vamos a conseguir que América nos tome en cuenta si dejamos que nuestras mujeres ganen más que nosotros”, le suelta un hombre afrodescendiente en la cara. Ella acaba de declarar sus intenciones: que sus empleadas ganen cuatro veces más que las lavanderas. De clasismo inverso, hablaremos otro día. ”El hombre negro debe elevarse primero. Las mujeres debéis permanecer en vuestro lugar”, responde el todopoderoso. El punto álgido sucede instantes antes a este enfrentamiento entre el bien y el mal: ella pide dinero a los hombres para montar una gran fábrica para sus productos y de esta manera dar oportunidades a sus mujeres. “Así es como se elevará la raza”, dice la protagonista, interpretada por Octavia Spencer. El capital —controlado por los hombres— liberará a las mujeres oprimidas.
El drama de cuatro capítulos se basa en el libro On Her Own Ground (2001) de la autora y periodista A’Lelia Bundles, tataranieta de Walker. El jugador de baloncesto Lebron James es el productor ejecutivo. La actriz y cineasta Kali Lemmons dirige dos episodios y los otros, la directora DeMane Davis. Nada podía salir mal con este cartel afroestadounidense y con un lema bien claro: el pelo es la resistencia. De hecho, el clímax narrativo —y lo mejor de la serie— llega con la reivindicación de la voz de las mujeres: “He estado callada toda mi vida, pero algo cambió cuando empecé a fabricar mi producto y a contar mi historia. Es poderoso”, dice Walker. Impoluto si no fuera por la pieza que falta. La serie atenúa y perdona el hecho de que los orígenes de su producto, obra y fama parten de un robo. Sarah se apropia de la fórmula mágica de su principal competidora, que se nos muestra —arquetipo, de nuevo— como un ser envidioso y malvado. Los mitos, para que funcionen, necesitan una mano de blanco puro.
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