‘Devs’: Viajar en el tiempo al inicio de la pandemia
La nueva serie de Alex Garland, director de ‘Ex Machina’, imagina cómo la humanidad se enfrentaría a la posibilidad de ver, que no modificar, cualquier hecho pasado
La ficción sobre viajes en el tiempo estuvo, desde el principio, equivocada. ¿Por qué enviar a alguien a algún otro lugar temporal cuando podía conectarse con ese lugar temporal vía satélite cuántico? Algo así es lo que viene a decirnos Devs (HBO), la flamante, y muy futurística, serie de Alex Garland (Ex Machina, Aniquilación), creador dado a imaginar futuros cercanos en los que la computación obra milagros.
En estos días de crisis coronavírica, imaginemos que podemos viajar al momento tan imaginado en redes sociales en el que el paciente cero de la pandemia degustaba el plato que inició el asunto. Tendríamos un culpable, con todo lo que eso implicaría. Certificaríamos hechos sobre los que hoy solo podemos lanzar hipótesis. Todo lo que suena hoy a confusa posible realidad —crucifixión de Jesús incluida— se volvería radiante fact. ¿Y qué haría eso con nosotros? Convertirnos en un ente colectivo por completo distinto.
Devs es un prodigio de la obsesión por el control de la sociedad global contemporánea, es ciencia ficción metafísica y filosófica encerrada en un no siempre efectivo envoltorio de raíz thrillesca. Utiliza el viaje en el tiempo televisado para explorar los límites morales de la ausencia de privacidad en un mundo por completo teledirigido. Y funciona, estupendamente, como crítica a ese sistema que hoy, por las causas que todos conocemos, se ha convertido en bote salvavidas.
Como en Psicosis, el protagonista, un adelantado investigador ruso, muere en el primer capítulo. Al parecer, se ha suicidado, de una forma un tanto espectacular, ante una enorme y terrorífica escultura de una niña horrorizada, en mitad del bosque en el que se sitúa la empresa que dirige Forest (Nick Offerman), suerte de enigmático gurú devastado por la muerte de su hija. Acababan de ficharle para formar parte de un misterioso departamento de la innovadora compañía en cuestión.
Le corresponderá a su novia, la andrógina y casi de papel —pues tanto ella como el resto parecen sacados de un manga preapocalíptico— Lily, una joven ingeniera informática china —se insiste en el eje ruso asiático desde el primer momento—, descubrir qué ha pasado con él exactamente, y dar con lo que devs (el departamento en sí), esconde. Puesto que hablamos de Silicon Valley, y de gente que son casi niños teledirigiendo los viajes al pasado desde sus tablets, el enemigo es, dice Garland, la tecnología.
Pero ¿lo es en realidad? No lo tiene claro la propia serie, que utiliza de una forma demasiado arquetípica para tan adelantada y vanguardista forma, los clichés del subgénero de espías. Y eso es lo que la salva, que solo está lanzando una pregunta, no estableciendo un juicio: ¿cómo sería el mundo si tuviéramos acceso a los hechos y olvidáramos las tan abundantes y tóxicas opiniones sin fundamento? Tal vez no mejor, pero sí menos inestable.
El problema es que para eso alguien debe primero mentir y luego, inevitablemente, acumular, sin que nadie lo sepa aún, un poder de inesperadas y quién sabe si apocalípticas consecuencias. Es lo que ocurre con el excéntrico equipo que lidera Forest (un Offerman especialmente aterrador, por más que su aparente única razón para haber creado semejante invento sea la de viajar al pasado en el que su hija seguía viva y verla en esa suerte de granulada televisión que constituye la cuántica máquina del tiempo).
¿Está preparada la humanidad para saber? ¿No viajará en el tiempo para contemplar, como ocurre en la serie, qué hacían en la cama Marilyn Monroe y Arthur Miller? ¿Para qué puede usar, una especie que tiende a la autodestrucción, un invento que podría reescribir, literalmente, la Historia, con mayúscula? En estos tiempos en que la literalidad se impone, ¿no acabaría semejante terremoto con la idea de la humanidad que se tenía hasta ahora? Es en ese sentido en el que la serie parece llegar en el momento perfecto. Después de la crisis coronavírica, nada, como en la serie de Garland, será igual.
Por lo demás, solo lamentar que, por momentos, Devs es en exceso críptica para los no iniciados en lo cuántico, y casi siempre con más estética de videojuego sandbox que de otra cosa, y esto no es necesariamente negativo, sino una especie de paso adelante en alguna (nueva y apetecible) dirección.
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