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Qué fue de las ‘booth babes’: por qué las chicas jóvenes con poca ropa aún son un reclamo en las ferias de tecnología

Expertas en género critican que algunas marcas recurran a modelos para llamar la atención de los hombres en Computex

A man takes a photo of a girl at a Computex booth.
Un hombre le hace una foto a una chica en un stand de Computex.I. R.
Isabel Rubio

Un grupo de señores saca fotos a Weihsin mientras sonríe y hace corazones con las manos. Esta chica de 25 años viste top, minifalda, botas con tacones y una diadema con orejas azules. En el pecho, lleva una pegatina en la que se lee DeepCool. Es el nombre de la compañía a la que promociona en Computex 2024, la feria de tecnología más grande de Asia. Mientras que ya no es habitual ver a las llamadas booth babes en grandes ferias tecnológicas como el CES o el MWC, en este evento celebrado en Taipéi varias empresas recurren a ellas para llamar la atención de los hombres que asisten al evento, una práctica que no está exenta de críticas.

A unos chicos jóvenes que esperan para sacarse una foto con Weishin les parece una buena estrategia recurrir a las booth babes. “Deberían hacerlo más”, dice uno de ellos. Otro añade: “Definitivamente, vas a comprar más productos donde hay una chica joven que un hombre mayor”. Son estudiantes taiwaneses interesados en tecnología de 24 y 25 años y no ven nada malo en ello. “Las marcas podrían recurrir a hombres guapos también”, afirma uno de los chicos, que prefiere no dar su nombre para “preservar su intimidad”.

Pero la realidad es que en esta feria, celebrada entre el 4 y el 7 de junio en Taipéi, las compañías no recurren a hombres sexys y con poca ropa para promocionar sus productos. “No estamos viendo a chicos con un top de cuero. Me parecería igual de ridículo”, afirma Carmen Ruiz Repullo, profesora de Sociología de la Universidad de Granada. Esta experta en género considera que deberían prohibirse las booth babes porque se trata de una “explotación del cuerpo de las mujeres: No las están vistiendo de azafatas para trabajar en lo tecnológico porque son grandes tecnólogas, las están poniendo ahí para agradar y porque tiene un perfil cada vez más infantilizado, que es lo que quiere ver la mirada masculina”.

Weishin permanece en una plataforma elevada del stand de DeepCool de nueve de la mañana a cinco de la tarde. “Se hacen fotos conmigo y bailo dos veces al día”, cuenta esta animadora de un equipo de Taiwan, que cobra entre 4.000 y 6.000 dólares taiwaneses al día —entre 110 y 170 euros—. No le importa sacarse fotos con los asistentes. Pero cuando se acercan mucho, se siente incómoda: “A veces se quieren hacer fotos conmigo haciendo un corazón juntando nuestras manos o chocándolas. Eso no me gusta, prefiero que no me toquen”.

Como ella, muchas otras chicas posan en Computex, la feria a la que EL PAÍS ha sido invitado por el Consejo para el Desarrollo del Comercio Exterior de Taiwán (TAITRA). Están en stands de compañías tecnológicas como ASRock, Montech, FSP, Persona, Innio3D o Biwin. Kiki y Rainie, dos modelos taiwanesas de 27 años, han sido contratadas para la feria por esta última compañía. “Saludamos, damos la bienvenida e invitamos a la gente a que entre en el stand, aunque no sabemos mucho sobre la empresa”, reconocen.

“Algunos hombres me escriben por Instagram”

Hay modelos como Tatiana Kovalchuk que son de otros países. Esta ucraniana de 26 años lleva cuatro meses viviendo en Taiwán. “Encontré un anuncio del trabajo en Facebook y me apunté”, afirma. Hay hombres que le piden su cuenta de Instagram e incluso le envían mensajes: “Me dicen que les ha gustado conocerme y que quieren ser mis amigos. No les respondo”. Quienes le escriben “no son jóvenes”. “Aquí soy exótica y blanca. Son fetichistas”, añade.

Entre los hombres mayores que sacan fotos a estas chicas jóvenes se encuentra Allen Randolph Tsui. Este fotógrafo amateur de Taipéi de 55 años dice mostrarle más atención a los productos cuando las jóvenes los muestran. No habla inglés, así que abre un traductor en el móvil y dibuja en la pantalla caracteres chinos. “Creo que esto no es perjudicial para las chicas”, indica. A unos metros de él está Anita Chung, una mujer de 50 años de Taipéi, que no cree que sea necesario “vestirse con poca ropa o enseñar mucha piel para llamar la atención”.

Un grupo de chicas jóvenes `booth babes´ posando para un fotógrafo en la feria COMPUTEX de 2024.
Un grupo de chicas jóvenes `booth babes´ posando para un fotógrafo en la feria COMPUTEX de 2024.Isabel Rubio

Repullo lanza una pregunta: “¿En una feria tecnológica como esta hace falta este tipo de azafatas para algo?”. Ella tiene claro que no. Algunas compañías como Cooler Master se niegan a contratar a chicas con poca ropa para llamar la atención. “Ese no es el enfoque correcto. No estamos aquí para vender físicos, estamos aquí para vender productos”, afirma Carlos Villanueva, jefe de márketing global de esta compañía.

Entre las empresas que sí contratan a estas chicas está Montech. Chris Chen, uno de los trabajadores de esta empresa, no considera que se produzca una cosificación de la mujer. Compara la situación con “un espectáculo”: “Es como cuando una cantante se viste de forma sexy en el escenario. No significa que se esté haciendo algo sexual, es solo la apariencia. No creo que sea malo si no se mira de forma negativa”. Desde DeepCool aseguran respetar a quienes defienden o rechazan su estrategia: “Simplemente hacemos nuestro trabajo. Si a alguien no le gusta, puede decirlo y seguir su camino”.

Un CEO que firma el pecho de una mujer

Al ver fotografías de estas chicas en Computex, a Ruiz le viene a la cabeza la pornosocialización: “Ese fenómeno que está ocurriendo en este capitalismo neoliberal que quiere transmitir a las chicas que ellas tienen algo más de capital que los chicos, que tiene que ver con el capital sexual”. La experta hace referencia a “esa idea de ‘explota tu capital erótico y sé tu propia empresa con el cuerpo que tienes’”. Este “falso empoderamiento” coloca a la chica en un único lugar: “El de alegrar la mirada y el deseo masculino”.

“De ahí, el juego erótico que se ha marcado el CEO de Nvidia haciendo una firma en el pecho de una de las chicas delante de todos los fotógrafos, como para decir: ‘Bueno, voy a jugármela porque sé que esto da juego, prensa y titulares, ¿no?’”. Se refiere a Jensen Huang, un director ejecutivo que causa furor en Computex y el pasado 4 de junio firmó sobre el pecho de una mujer en un stand lleno de gente. “¿Es una buena idea?”, preguntó él mismo antes de hacerlo.

A Repullo le parece que todo esto nos coloca a las mujeres como mercancía: “Hace creer que el valor que tenemos tiene que ver con lo corporal, lo físico y lo sexual”. Algunos defensores de las booth babes indican que la mujer escoge libremente esa función. Esta idea se utiliza para deslegitimar las opiniones críticas. Así lo indica Ana Dolores Verdú Delgado, docente universitaria e investigadora en el campo de las ciencias sociales, que insiste: “La libertad es muy relativa a una edad en la que no hay experiencia suficiente para saber escoger y en un mundo precarizado en el que debemos hacer muchos sacrificios para sobrevivir. Algunas mujeres también participan en su cosificación, pero no me parece un acto de libertad, sino de inercia”.

Cada vez hay menos ‘booth babes’

La situación ha cambiado en las últimas décadas. Ferias como el CES, que se celebra anualmente en Las Vegas, han ajustado con los años su código de vestimenta. En la actualidad, los participantes de la mayor feria de electrónica de consumo del mundo “no deben vestir ropa que sea sexualmente reveladora o que pueda interpretarse como ropa interior, independientemente de su género”. “No se debe usar ropa que muestre un exceso de piel desnuda, específicamente genitales, pecho o nalgas”, indica la compañía.

Poco a poco algunas booth babes han ido desapareciendo. “En ferias como la IFA o el MWC puedes ver azafatas guapas, pero no van vestidas así”, cuenta Christian Sanz, CEO del canal Toro Tocho Reviews, que indica que donde más hay, sin duda, es en Computex. Este periódico se ha puesto en contacto con TAITRA, entidad organizadora de este evento, para conocer su posición y saber si en algún momento se han planteado prohibir las booth babes. La organización ha declinado hacer comentarios al respecto.

En Computex también hay menos modelos que antes y son “menos insistentes”, según Sanz. Recuerda que antes estaban en “todos los stands” y se le acercaban a decirle “con un tono romántico” que se pasara a verlos. “A mí me daba reparo, pero veías al público taiwanés e incluso las tocaban y las agarraban por la cintura. Todos sabemos en España que no deberías hacer eso, pero ellos lo tienen normalizado”, afirma.

Luis Rosales, Dr. Hoodman en Youtube, ha estado en múltiples eventos en Asia, donde asegura que son “más tradicionales”. Para explicarlo, menciona un viaje de negocios que hizo hace años a Taichung, una ciudad de Taiwán, en el que le llevaron a un karaoke: “Yo estaba sentado, pusieron música y de repente se sentó una mujer junto a mí. Me trajo una cerveza, me empezó a servir y se sirvió ella. Jamás la había visto y que fuera tan amigable fue muy raro. Entonces, le pregunté a una chica de la empresa y me dijo que era una dama de servicio que venía para animarte y coquetearte”.

Recurrir a chicas jóvenes para atraer a los hombres, ¿es realmente una estrategia a la que las marcas sacan rentabilidad o puede ser contraproducente? Verdú, que es experta en estudios de género, cree que no es efectiva porque muchas personas pueden sentirse incómodas. Para Ruiz, es algo que “depende del público masculino y de dónde coloquemos la sociedad”. “Si esto hubiera pasado en España en 2016 o 2017, después del fenómeno del Me Too o del caso de la Manada, seguramente habría tenido un rechazo porque el contexto lo permitía. Pero ahora estamos en un contexto de reacción patriarcal hacia el feminismo y las políticas de igualdad, donde el sistema neoliberal tiene un gran interés en colocarnos ese relato del capital erótico en las chicas. Me preocupa”, concluye.

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Sobre la firma

Isabel Rubio
Es colaboradora de las secciones de Tecnología, Ciencia y Salud de EL PAÍS. Además de seguir de cerca a Apple, Samsung y otros gigantes, prueba dispositivos y analiza el impacto de los avances tecnológicos en la sociedad. También verifica contenidos científicos en la fundación Maldita.es.
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