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Jan Eeckhout: “Google, Amazon o Facebook han estrangulado los salarios de todo el mundo”

El economista defiende una mayor regulación de las tecnológicas y se queja de que, si Google tiene más información que el propio mercado, este no puede funcionar bien

Jan Eeckhout
El economista Jan Eeckhout, en la Fundación BBVA, en Madrid.
Manuel G. Pascual

Aunque la productividad se ha multiplicado en Estados Unidos por más de tres desde 1980, los sueldos apenas han crecido un 50%. Ese estancamiento salarial es el punto de partida de la investigación del economista Jan Eeckhout (Aalst, Bélgica, 1970), que ha analizado datos homologables de todas las empresas censadas en EE UU entre 1997 y 2017. La explicación que ha encontrado el investigador tiene que ver con dos factores. Las empresas, como dicta la lógica, están en constante pugna por tensar los salarios de sus empleados. Pero además de eso, hay una serie de grandes compañías que tienen un poder de mercado tan enorme que arrastran a todas las demás a unos sueldos más bajos. Son unas 400 y representan en torno al 40% del PIB mundial.

Las tecnológicas desempeñan un papel destacado en este selecto grupo. “El 60% del crecimiento de la Bolsa en los últimos años responde a solo cinco Big Tech”, explica. Por eso, el profesor del programa ICREA de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona (UPF) aboga por aumentar la regulación sobre estas compañías. En su opinión, asfixian la retribución de la población y se apoyan en la tecnología, el gran elemento diferencial que ha contribuido a aumentar el poder de mercado de la cúspide de la pirámide empresarial. Eeckhout, autor de The Profit Paradox (La paradoja del beneficio, Princeton University Press), expuso en una conferencia en la Fundación BBVA los resultados de su investigación.

Pregunta. ¿Se puede desprender de su estudio que el poder que han adquirido Google, Amazon o Facebook ha estrangulado los salarios de todo el mundo?

Respuesta. La respuesta es que sí. Pero no solo los GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft), también hay que incluir en esa lista otras empresas, no necesariamente tecnológicas, con un gran poder de mercado. Yo calculo que unas 400 empresas globales controlan entre el 30% y el 40% del PIB global. Las cinco Big Tech han sido responsables del 60% del crecimiento de la Bolsa de los últimos años. Han contribuido mucho al estancamiento salarial, pero no son los responsables únicos.

P. ¿Tenemos que aceptar que vivimos en una nueva era de monopolios?

R. Yo siempre digo que nuestra situación es comparable a lo que pasaba a finales del siglo XIX y principios del XX. Se produjeron grandes cambios de la mano de la electricidad, el petróleo y el ferrocarril. Se configuraron grandes monopolios y economías de escala. De hecho, todavía hoy estamos hablando sobre cómo regular el sector energético. Hace un año, en Texas, donde el mercado está súper desregulado, hubo una gran nevada que hizo que los precios del kilovatio se multiplicaran por 400. El libre mercado solo funciona si se satisfacen una serie de condiciones. La tecnología está alterándolas. Si tienes economías de escala y monopolio, la economía de mercado no funciona. Si tienes efectos de red, como tienen muchas de estas tecnologías, tampoco.

P. ¿Qué son los efectos de red?

R. Es cuando al usuario le beneficia que haya más usuarios. A ti te gusta estar en las redes sociales en las que están tus amigos, no en las minoritarias. Eso ejerce también poder de mercado: tú quieres consumir y ofrecer tus productos donde estén los demás, aunque te suponga pagar un poco más. En Ebay la tasa es un poco más alta que en otros portales, pero sabes que todo el mundo lo ve.

Eeckhout es profesor en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona.
Eeckhout es profesor en la Universitat Pompeu Fabra (UPF) de Barcelona.

P. A diferencia de los monopolios decimonónicos, las tecnológicas operan en varios sectores a la vez.

R. Se suele decir que un mercado lo que hace es agregar la información privada que tiene la gente. Hoy en día, Google, o Alphabet, sabe mucho más que lo que pueda saber el mercado, porque en el mercado, a fin de cuentas, solo hay un precio. Google sabe el precio que tú estás dispuesto a pagar, el que yo estoy dispuesto a considerar, etcétera. Funciona mejor que el mercado. Y eso es preocupante, porque esa información no es para la gente, sino para su propio beneficio. El mercado tiene un problema. Si Google cerrara un acuerdo con Madrid o con Nueva York para organizar el transporte público o la logística, habría menos congestión y más eficiencia, porque tienen mucha información. El problema es que aquí no hay mercado, hay monopolio. Y el monopolio solo funciona si está regulado. Tenemos que reconocer que no podemos vivir sin monopolios, eso es una realidad.

P. Cuando las tecnológicas empezaron a operar apenas había normativas que les afectara. Uber es un caso paradigmático. ¿Cree que es demasiado tarde para ponerlas en vereda?

R. La regulación va muy por detrás de lo que está pasando. Si preguntas en la Comisión Europea te dicen que quizás no habían visto las implicaciones de que Facebook comprara WhatsApp. Pero dos años después sí lo sabían. Pues bien, ya hace nueve y aquí no ha pasado nada. Como dice Zuckerberg, una vez hecha la tortilla no puedo separar los huevos. Yo creo que podemos ser mucho más rápidos, hacer cosas que no sean judicializar los casos, que es lo que les gusta a las empresas porque tarda tres o cuatro años y mientras siguen operando.

P. ¿Y por qué no se hace?

R. Creo que no es problema de intención, ni de que no se disponga de herramientas legales, ni mucho menos de conocimiento, hay gente muy capaz en la Comisión y en la FTC [Federal Trade Comission, el regulador estadounidense]. Creo que el problema principal es que no hay recursos. Yo hablo mucho con quienes se dedican a esto, tanto en EE UU como en Europa. Si hay 100 casos, 90 ya ni se miran. De los 10 restantes, decidimos ir a por uno. Pero claro, los otros 99 también merecen alguna atención. Se nos escapan demasiados casos que no deberían. Y eso es caro. Algunos estiman que el coste del poder de mercado es de entre el 8% y el 10% del PIB.

P. ¿A qué se refiere con eso?

R. Tratamos de medir el coste del bienestar que se podría haber producido si no existiese el poder de mercado. Comparémoslo con la inflación: su costo es aproximadamente el 0,5% del PIB, frente al 10% del poder de mercado. ¿Cuántos recursos se dedican para controlarla? Los bancos centrales independientes mueven unos 5.000 millones. Lo que dedicamos a medidas antimonopolio, regulación, etcétera son 500 millones, una décima parte. Es decir, tendríamos que gastar 20 veces más. ¿Por qué? En parte, obviamente, es porque a las grandes empresas no les interesa que se toque el mercado. Es como gastar en fraude fiscal: tiene todo el sentido, y a la larga es mejor. Lo que ganas es muy superior a lo que cuesta, pero el votante a menudo mira el corto plazo. El Brexit también impuso presión en el gasto. En la Comisión están abiertos a propuestas, pero lo primero que te piden es que no cueste dinero.

P. Se dice que, durante la pandemia, el 40% del tráfico online nocturno en EE UU era de Netflix. ¿Las tecnológicas deberían pagar por el ancho de banda que usan?

R. Es complejo, pero creo que sí que se podría regular mejor. Uno de los éxitos de la interoperabilidad tiene que ver con la forma en que está organizado internet. Si hubiéramos tenido en los años 60 una empresa privada que gestionara la infraestructura todo se habría desarrollo más lentamente y con costes mucho más altos. No hubiera habido tantos efectos de red. Si lo haces de pago se crean islas monopolísticas. Y las plataformas lo querrían pagar, porque así podrían cerrarlo y controlarlo. La autorregulación no funciona: al final se trata de que toquen cosas que les hace ganar o perder dinero. Y eso no lo puedes justificar ante los accionistas. La regulación tiene que venir de otro, de una institución independiente

P. En Europa nos gusta regular. ¿Pero qué pasa en EE UU?

R. Hay un poco de momentum allí también. Aquí tenemos el Reglamento de Mercados Digitales (DMA, por sus siglas inglesas) y el de Servicios Digitales (DSA). A mí lo que me comentan quienes trabajan en esto al otro lado del Atlántico es que reconocen que tienen un retraso de varios años, pero que están mirando atentamente lo que hacemos en Europa. Se da la circunstancia de que tanto los demócratas como los republicanos trumpistas quieren limitar el poder de las tecnológicas, aunque por motivos distintos. Los primeros porque hay que limitar el poder de mercado; los segundos, porque creen que las plataformas son liberales y están controladas políticamente. Podría salir algo de ahí.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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