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El Kremlin da el primer paso para aislar el internet ruso del resto del mundo

Moscú está preparado para desconectar el país del ciberespacio global. Aunque oficialmente descarta aplicarlo de forma generalizada, el proyecto opera desde el viernes en las webs del Gobierno

RuNet Rusia
Viajeros con sus móviles en una estación de metro de Moscú, el jueves.DIMITAR DILKOFF (AFP)
Manuel G. Pascual

Desde que se inició la invasión de Ucrania, corre el rumor de que Rusia podría decidir desconectarse del internet global. El lunes se filtraron unos correos firmados por el viceministro de Desarrollo Digital, Andréi Chernenko, en los que instaba a las agencias gubernamentales a tomar varias medidas para recolocar todas sus redes en territorio nacional antes del viernes. Ante el revuelo que causó la noticia, el Kremlin negó que planeara aislar el ciberespacio ruso del resto del mundo. No desmintió, en cambio, que vaya a hacerlo con las webs del Gobierno.

Moscú tiene la capacidad técnica para soltar amarras con el ciberespacio global. El proyecto de internet soberana, conocido como RuNet, fue habilitado legalmente en 2019 y ya se ha probado con éxito. RuNet permitiría que internet siga funcionando en el país, aunque reconduciendo todo el tráfico de datos a servidores nacionales controlados por autoridades estatales. Dicho de otra forma, el Kremlin decidiría qué se puede ver y qué no. A efectos prácticos, los rusos no podrían acceder a páginas de fuera del país.

Entre las medidas propuestas a las webs gubernamentales en los correos de Chernenko destacan tres. La primera, cambiar los alojamientos de sus servicios hospedados fuera del país a servidores nacionales; la segunda, borrar de sus webs todo el código JavaScript obtenido de fuentes externas; y la tercera, cambiar sus direcciones a servidores con el sistema de nombres de dominio (DNS) ruso. Esto último es lo que traduce los protocolos alfanuméricos de cada sitio de internet en nombres legibles que se puedan escribir en el navegador. En una red global no debería haber problema por estar firmado en otro lugar, pero en una que rompiese con el resto del mundo haría falta un DNS propio. Y esto es precisamente lo que suscitó el temor a la desconexión.

¿Qué podría motivar a Moscú a desconectarse totalmente del resto del mundo? “RuNet no se ha puesto en marcha porque supondría un problema para todas las empresas que hacen negocios fuera del país. El objetivo del proyecto era de hecho tener un camino alternativo cuando Rusia se sintiera amenazada a nivel ciber. Si de repente recibieran muchos ciberataques potentes a la vez que afecten a infraestructuras críticas y sitios gubernamentales, tendría sentido darle al botón rojo”, opina Andrea G. Rodríguez, investigadora principal en tecnologías emergentes en el centro de estudios European Policy Centre de Bruselas. La activación parcial de RuNet, circunscrito hasta ahora a las webs oficiales, tendría esa lectura.

No se puede subestimar el efecto que causaría un cierre total en la ciudadanía. “Moscú debe tener una visión estratégica para pensar si RuNet puede hacer que la gente se altere y eleve más todavía la presión de la opinión pública y las protestas”, apunta Raquel Jorge, analista de política tecnológica del Real Instituto Elcano.

Controlar el ciberespacio no es una obsesión exclusivamente rusa. China lleva más de 20 años trabajando en su propio proyecto, aunque en este caso el modelo es distinto: se trata de un ejercicio de censura masiva más que de independencia de los nodos globales de la información. “Pekín lo que hace no es desconectarse de la web, sino colocar una gran cantidad de filtros para que haya mucha gente detrás viendo qué puede y qué no puede pasar. A día de hoy, que se sepa, China no tiene la capacidad técnica que tiene Rusia de desconectarse del mundo”, explica Rodríguez.

Irán, por su parte, está preparando una ley que aislará el internet del país respecto al resto del mundo. A finales de febrero se debatió en el Parlamento, donde recibió críticas de algunos diputados, y previsiblemente se aprobará durante este mes. La Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos pidió a Teherán que reconsidere su postura.

El botón rojo de internet

El término RuNet lo popularizó en los años noventa uno de los primeros blogueros rusos de la historia, Raffi Aslanbekov. De momento, solo permanecen bloqueadas algunas redes sociales y medios de comunicación independientes. El viernes se incluyó a todas las redes sociales de Meta (Facebook ya estaba cerrada; Instagram y WhatsApp, no) en este paquete. El Kremlin cuenta con el botón del pánico desde hace mucho tiempo. “La desconexión es posible desde hace tres o cuatro años, pero otra cosa es aplicarla”, afirma Stanislav Shakirov, director de Tecnología de la ONG Roskomsvoboda (acrónimo de libertad de las telecomunicaciones rusas). En la situación actual, “sin grandes disturbios ni protestas masivas, seguramente no tenga sentido la desconexión de internet; aunque la opción está sobre la mesa si las protestas cobran fuerza e internet ayuda a propagarlas”, añade.

La “isla rusa” es oficial desde el 1 de mayo de 2019, cuando el presidente Vladímir Putin firmó la ley que ponía internet bajo el control del Estado en Rusia. La reforma suscitó un intenso debate, pero pasó el corte en la Duma estatal con 334 votos a favor y 47 en contra. Uno de los autores de la normativa fue el diputado Andréi Lugovói, quien justificó la iniciativa con unas declaraciones de Edward Snowden, el exempleado de la CIA y la NSA que recibió asilo en Rusia tras sus filtraciones masivas a WikiLeaks.

La iniciativa obliga a los proveedores de servicios de internet a instalar un software del Gobierno que permite que las autoridades puedan inspeccionar a fondo los paquetes de datos que se suministran al usuario (DPI) sin la autorización de las empresas de telecomunicaciones. Esto es lo que ha permitido bloquear webs vetadas en Rusia, desde Linkedin y Facebook a medios independientes como Dozhd y Meduza, o incluso ralentizar el tráfico de algunos servicios como castigo por servir de plataforma a “organizaciones indeseables”. Por ejemplo, Twitter, que ha sido ralentizado desde enero de 2021 por su papel en las protestas desatadas a raíz de la detención del activista Alexéi Navalni.

La idea de un internet cerrado en Rusia surgió en 2014, cuando el fundador del chat Telegram, Pável Durov, abandonó su anterior empresa tras enfrentarse con el Gobierno. Aquel año, el Ministerio de Telecomunicaciones ya probó sin éxito la desconexión de la red, y durante más de un lustro trató de bloquear la alternativa rusa de WhatsApp sin lograrlo nunca. Solo los problemas económicos de la compañía de Durov lo llevaron a cerrar un acuerdo en 2020 con las autoridades rusas para poder operar tranquilamente en el país a cambio de permitir el acceso al Servicio Federal de Seguridad (FSB) en sus investigaciones. Telegram ha sido todos estos años una de las principales vías de información en Rusia y Bielorrusia ante la represión de la prensa y las manifestaciones.

Cómo burlar la desconexión

Tanto la Sociedad para la Protección de internet como Roskomsvoboda han planteado a los ciudadanos “alternativas legales para desbloquear sitios web bloqueados”. Una es instalar en el móvil o en los navegadores del ordenador aplicaciones y extensiones VPN, redes privadas virtuales localizadas en otros países que reenvían el contenido de la web encriptado. Sin embargo, muchas de estas han sido eliminadas o multadas por las propias autoridades gracias a otra ley de 2018 que castiga a estos servicios por permitir el acceso a portales prohibidos. Aquel mismo año, el Gobierno impulsó otra norma que obligaba a los “servicios de diseminación de la información” a tener sus servidores en Rusia por si la policía tenía que acceder a sus mensajes.

Otra recomendación legal de las ONG es instalar una serie de aplicaciones que enmascaran la identificación del usuario (IP) y cifran la información en los intercambios de datos. Las autoridades rusas prohibieron uno de estos servicios, Tor, en febrero del pasado año.

“¿No era una VPN la panacea? Lamentablemente, no”, dice la organización de Klimarev. “Sin entrar en detalles técnicos, una VPN clásica es muy fácil de identificar y bloquear, pero hay otras herramientas que han demostrado su eficacia en China, Irán, Bielorrusia y otros países”, asegura la ONG.

La gran duda es si internet se abriría camino tras un apagón. “Si aíslan internet, no funcionará bien, aunque sí seguirán activos algunos servicios como los de los bancos, las transferencias, los pagos... Este tipo de compañías han duplicado su infraestructura en Rusia”, afirma Shakirov, de Roskomsvoboda. “Probablemente, habrá conexión con otros países. Si de pronto cierran internet, pienso que no todo el mundo podrá conectarse con el exterior, pero sí lo harán las personas que tengan algún conocimiento técnico”.

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Sobre la firma

Manuel G. Pascual
Es redactor de la sección de Tecnología. Sigue la actualidad de las grandes tecnológicas y las repercusiones de la era digital en la privacidad de los ciudadanos. Antes de incorporarse a EL PAÍS trabajó en Cinco Días y Retina.

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