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“Somos 15 personas, estoy flipando”: el reto de vivir de los directos en Twitch

Un grupo de creadores de contenido cuenta el difícil camino para salir adelante en esta plataforma

Una captura de 24 canales en directo en Twitch con unas docenas de espectadores. La imagen está tomada el 5 de abril.
Una captura de 24 canales en directo en Twitch con unas docenas de espectadores. La imagen está tomada el 5 de abril.Personal
Jordi Pérez Colomé

El guitarrista Willy de Moya iba a tocar un último tema, desde su casa. Miró la pantalla del ordenador y vio que había 15 personas mirándole en directo: “Somos 15, estoy flipando”, dijo. De Moya lleva menos de un mes en Twitch, la plataforma de Amazon que permite hacer directos y ha estallado en España y en español hace un año con el confinamiento. Twitch es la gran ventana de la humanidad a las habitaciones de al menos siete millones de personas, según cifras globales de la compañía.

La vida de De Moya, de 29 años, cambió hace un año: una gira por China con su grupo y las clases presenciales que daba a unos 35 alumnos se cancelaron. Se abrió un canal de YouTube, puso anuncios en Google y ahora da las clases por Zoom: “Me he comprado tarjeta de sonido, micros, dos monitores”, dice. La última etapa de su camino ha sido abrirse un Twitch. De momento no se arrepiente: en unas semanas tiene 200 suscriptores y empieza a ingresar dinero. En YouTube en un año tenía 90 y sin ingresos. En su canal varía el contenido: toca en directo temas que le piden en el chat, graba una masterclass de escalas pentatónicas o recuerda a algún guitarrista mítico.

El guitarrista Willy de Moya, durante uno de sus directos en Twitch.
El guitarrista Willy de Moya, durante uno de sus directos en Twitch.

La explosión de Twitch en el último año en España le ha llevado a ser la octava página más visitada, según la clasificación de Alexa, otra empresa de Amazon. En las búsquedas de Google se ha puesto al nivel de Wikipedia, donde se ve el salto de mediados de marzo de 2020, al principio del confinamiento. Los youtubers convertidos en streamers [stream es el directo en internet, lo que da el nombre a sus creadores] han dado titulares, pero detrás de ellos hay un ejército de creadores de contenido que tratan de convertir en dinero su pasión, modo de vida u oficio.

Twitch (azul) se ha puesto al nivel de Wikipedia (rojo) en las búsquedas de Google en el último año. En la captura de Google Trends se ven los últimos cinco años.
Twitch (azul) se ha puesto al nivel de Wikipedia (rojo) en las búsquedas de Google en el último año. En la captura de Google Trends se ven los últimos cinco años.

La mayoría de streamers en Twitch lo hace para probar o divertirse. El pasado martes a las 5 de la tarde, EL PAÍS contó 882 canales en español con 0 o 1 espectador (Twitch se niega a dar cifras sobre España.) La mayoría era gente jugando a un videojuego, sin muchas pretensiones. Había al menos tres niños, algo que Twitch no permite. La compañía no aclara cómo encuentra estas cuentas para eliminarlas si no hay una denuncia previa.

Puede parecer fácil encontrar audiencia en internet. Hay tantos millones de personas conectadas. Pero reunir a un puñado ante un canal es igual de difícil que atraer a gente a la presentación de un libro. En Twitch lo saben y su umbral para empezar a monetizar un canal es de solo tres espectadores de media durante al menos ocho horas. A partir de ahí Twitch permite cobrar por nuevos suscriptores y otras formas de ingresos. A esos creadores les llama “afiliados”. Por encima están los socios: a partir de 75 espectadores de media durante 12 días, Twitch ofrece un acuerdo de mejores y más opciones para que el canal se vea. Llegar ahí sin embargo es una batalla larga y dura. En 2020, 8.550 personas en todo el mundo se convirtieron en socios y 548.000 llegaron a afiliados, según la compañía.

Noor y Lons, los miembros de la pareja Lia2tv, en un directo reciente de Twitch.
Noor y Lons, los miembros de la pareja Lia2tv, en un directo reciente de Twitch.

Lia2tv son una pareja de Barcelona aficionados a los videojuegos. Hacen directos como pareja desde enero de 2020, con un horario constante de cinco días más una mañana en el fin de semana. Rondan los 20-30 espectadores: “Tener por encima de 15 espectadores es un milagro. Los que tienen cientos ya se les puede decir: enhorabuena, lo has conseguido”, dice Lons, de 37 años, apodo de uno de los dos miembros de Lia2tv. El crecimiento es un esfuerzo largo y duro: “Si a alguien le apetece probar el streaming que lo haga por pasión”, dice Noor, de 28 años, el otro miembro de Lia2tv. ”Pero si quiere hacerlo como profesión, que no lo haga porque mentalmente es demoledor. No vas a ganar dinero de un mes para otro”, añade.

YouTube sigue siendo la plataforma principal de vídeos. También hace directos. Pero Twitch tiene un carácter distinto. La dinámica general de la plataforma y chat permiten una conexión más directa con los creadores. La actividad principal de muchos streamers es leer y reaccionar a lo que dicen los espectadores en el chat en directo.

Así fue cómo hizo crecer su canal Lorena, de 32 años y técnico de veterinaria de Barcelona. Cuando se fue a vivir a Italia hace cuatro años y medio creó Mickanplays: “Me hacía falta seguir socializando, mostrar a la gente mis aficiones, y un lugar de reunión para formar parte de la comunidad y hablar de todo”, dice. Su única experiencia anterior en redes era un canal de YouTube donde tocaba el piano. Pero apenas tenía comunidad. En Twitch, en 2018, era una pionera. Lorena lee básicamente lo que sale en el chat y lo comenta: qué habéis desayunado o qué película de los noventa es vuestra favorita. Por la tarde suele jugar a algún videojuego, sin nada fijo. Su propuesta está clara: nada de malos rollos. “Dejo claro que no quiero entrar ni en temas polémicos ni personales. Es una reunión entre amigos, nada de salseos, apta para toda la familia. Vive y deja vivir. Si me preguntan qué pienso de otra persona, no opino”, explica.

Lorena, autora del canal Mickanplays, en un directo reciente en Twitch.
Lorena, autora del canal Mickanplays, en un directo reciente en Twitch.

“Ha sido la constancia, estar ahí todos los días”, dice. “Estoy de lunes a domingo, pero de vez en cuando necesito algún día de descanso, cada dos semanas me tomo algún día. Unos días hago 6-7 horas; otros, 8; otros, 5. Suelo empezar a las 12.00 y estoy hasta las 19.00. Se hace muy ameno”, añade. Lorena no quiere dar cifras de ingresos, pero es autónoma y vive de Twitch. Los seguidores de un canal pueden suscribirse con varias tarifas. Es un modo de apoyar a sus creadores favoritos. La empresa da una parte de esos ingresos al streamer. Además de anuncios, hay otros formatos de monetización, aparte de lo que cada cual consiga en forma de patrocinios.

Anniel, de 27 años y de Valencia, también quiso mantener el contacto con sus amigos cuando se fue de Erasmus a Finlandia hace siete años. Abrió un canal de YouTube. Lo mantuvo a la vuelta, pero un día la reconocieron en un bar y lo cerró. Con el confinamiento y el menisco roto, se animó a volver a las pantallas en Twitch con Anniel Official en julio de 2020: “He entrado en esto como un hobby, que puedo compartir con gente”, dice. Habla y juega. “Me he pasado con una consola en las manos desde los siete años”. Estudió Bellas Artes y ahora se dedicaba a los festivales de música. Como no hay, sigue con los directos a ver si crece su comunidad. De momento le cuesta llegar a los 20 de media.

Anniel, autora del canal Anniel Official en Twitch, en un directo reciente.
Anniel, autora del canal Anniel Official en Twitch, en un directo reciente.

Su interés le ha llevado a catalogar varios grupos de streamers de videojuegos: “El escandaloso, que lo vive y se pone a gritar, como yo; el competitivo, que se concentra y solo se dedica a un juego; el callado, que se le ha olvidado que está; el multifuncional polifacético, que es muy suelto, carismático, y el llorón, que lo hace solo por dinero y se frustra por no conseguir una suscripción”.

Los videojuegos son solo una parte de Twitch. Hay streamers que retransmiten cómo reparten comida por Madrid o sus viajes en camión por la Península. Otros, incluso, enseñan cómo estudian oposiciones: “La gente que me mira hace lo mismo que yo”, dice Isabel, opositora en Bilbao, y autora del canal Justioposición. “A mí me obliga. ¿Sabes la gente que corre maratones que dice que ese día como hay gente mirando lo dan todo? Aquí pasa lo mismo. Como te están viendo, te distraes menos. Te obliga no levantar la cabeza”, añade.

Isabel tiene un canal de Instagram donde cuenta sus aventuras de estudiante. Con el confinamiento, ya no pudo ir a la biblioteca. Entonces se apuntó a una página coreana que creaba “salas de estudio” virtuales. Cuando esa página falló, creó su Twitch: ahí está horas y horas en silencio, con su arsenal de subrayadores de colores, atril y apuntes. Lo más extraordinario es que hay 100 personas de media mirándola. Aunque Isabel apenas le da valor: “Soy una ignorante de todo esto de Twitch”, dice.

Alvaro García, autor de Alvaroga92 en Twitch, en un reciente directo.
Alvaro García, autor de Alvaroga92 en Twitch, en un reciente directo.

La formación y la tertulia política son otros contenidos al alza en Twitch. Álvaro García, de 29 años, es un ingeniero de telecomunicaciones que se fue a vivir a Japón hace tres años. Sus ingresos subieron a más de 3.000 euros al mes y, como llevaba una “vida frugal”, empezó a ahorrar. Aprendió finanzas personales para ver qué hacía con el dinero. Su cuenta de Twitter donde explicaba la aventura japonesa pasó a mencionar su nueva inquietud. Algún día hacía videoconferencias con amigos para explicar finanzas personales y luego pasó a la Bolsa. Un día se dio cuenta de que eso interesaba más de lo que parecía y hoy está 12 horas a lo largo de cinco días a la semana en su canal de Twitch hablando a una media de 55 personas. “La gente está de acuerdo en que no hay mucha educación financiera”, dice. “He estado investigando y Twitch es bastante más rentable para gente más pequeña”, añade. El grueso de su comunidad lo forman treintañeros.

Hay un cierto consenso que Twitch ofrece un camino más directo a algún tipo de ingreso, lo que no garantiza mucho: “Es mucho más fácil vivir de Twitch que de Youtube. En YouTube tienes que estar años para ver tus primeros poquitos. En Twitch en pocos meses empiezas a cobrar 100 euros mensuales para ir escalando”, dice Zroly, autor del canal centrado en juegos con su nombre.

Sergio V, creador del canal Filosofía Política, en un reciente directo en Twitch.
Sergio V, creador del canal Filosofía Política, en un reciente directo en Twitch.

Sergio V., de 21 años y estudiante de Ciencias Políticas, es creador de Filosofía Política, un canal liberal. Sergio tiene cuentas con miles de seguidores en Twitter, Instagram y YouTube. La mudanza a Twitch le ha resultado así más sencilla, pero aún le queda para convertirse en socio: “La potencialidad en Twitch es comentar todo tipo de noticias. Podemos criticar el feminismo sin que nos quiten la monetización. Podemos ver contenido con copyright de la tele. De momento en Twitch no te tumban en canal”, explica. Sergio ve Twitch como una plataforma en crecimiento, donde aún más cosas son posibles, lo que da una libertad especial: “Es más de estar por casa. En YouTube lo llevas ya preparado. Twitch, con el chat, es más coral. Y no nos sentimos observados”, dice. YouTube tiene unas directrices muy concretas para tacos que coartan la opción de monetizar con anuncios un vídeo, por ejemplo. YouTube tiene una clasificación muy específica. Las palabras cabrón, mierda o gilipollas son lenguaje “malsonante moderado” y “polla o hijo de puta” son “malsonante fuerte”.

Alejandro de Miguel, autor del canal Aledemiguel en Twitch, durante una emisión reciente.
Alejandro de Miguel, autor del canal Aledemiguel en Twitch, durante una emisión reciente.

Son todos caminos distintos pero comunes: darse a conocer para obtener más ingresos contando cosas en directo. Esto no implica que no sea necesario talento. Quien ve a Ibai, Rubius o Grefg puede comprobar que hablar y hablar no es tan sencillo: “Flipé lo interesante que puede ser la gente hablando de nada”, dice Alejandro de Miguel, músico que ha creado su canal Aledemiguel. En él pasa cuatro horas al día con el teclado y el bajo. “¿Pero por qué la gente está viendo a este tío que habla de la nada? Y la gente dice que es súper fácil. No. Es dificilísimo generar contenido de la nada”, explica.

No es el único reto que ve De Miguel a su nueva aventura, que tomó tras quedarse sin conciertos con la pandemia: “Es duro a nivel mental porque sé que debo ponerme cuatro horas aunque sepa que va a ser una mierda porque es un día malo. Mis jueves son malos. Ahora pruebo el horario de tarde y la gente te conoce menos. Es una lucha constante”, dice.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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