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Vídeos cortos e historias: por qué las redes sociales se copian unas a otras

El proceso de mimetización entre las plataformas es ahora más visible, pero lleva ocurriendo una década

'Las hermanas Cholmondeley', artista anónimo
'Las hermanas Cholmondeley', artista anónimoPrint Collector (Print Collector/Getty Images)

Hace escasos días, Reddit compró Dubsmash una plataforma social de vídeos cortos muy parecida a TikTok. Unas semanas antes, Snapchat presentaba Spotlight, un apartado para distribuir vídeos en función de su popularidad, también en la línea del gigante chino. A mediados de noviembre, Twitter lanzó sus Fleets, publicaciones efímeras difícilmente distinguibles de las historias de Instagram. A principios del mismo mes, WhatsApp introdujo la posibilidad programar el borrado generalizado de los contenidos de un chat al cabo de siete días, haciendo así su propia apuesta por el contenido caduco. El final del verano nos trajo los Reels, la versión instagramera de TikTok... En lo que a redes sociales se refiere, una ardilla podría viajar en el tiempo saltando de plagio en plagio. Y llegaría hasta el cambio de milenio.

Si nos ponemos primitivos, todo comenzó en los chats de los 90, como servicios de mensajería grupal o privada. A finales de la década, aparecieron los perfiles públicos de plataformas como Myspace, que ya mostraban recuentos de seguidores o amigos y la posibilidad de comentar publicaciones. En 2004 nació Facebook, aglutinó los servicios de las anteriores y consolidó el suma y sigue de las redes. Durante los últimos 15 años, las principales plazas de interacción social digital han vivido un proceso de mimetización de servicios que las ha dejado prácticamente iguales. El usuario mira alrededor y encuentra en una los edificios que antes eran la atracción turística de la otra.

Servicios ofrecidos por cada plataforma

“Esto no es nuevo. La ampliación de caracteres de Twitter, que para mí fue un shock, es un ejemplo. Pero es cierto que en estos últimos meses se ha acelerado y que las redes sociales no tienen ningún rubor en copiar de un día para otro y cambiar el nombre”, explica Jesús Díaz del Campo, investigador principal del grupo Comunicación y Sociedad Digital de UNIR.

Los vídeos cortos y las historias son el ejemplo más reciente de esta tendencia. De hecho, hasta Spotify ha incorporado este último formato, que desde noviembre permite a los artistas compartir contenidos con sus seguidores. Pero también encontramos, casi en cualquier red, la posibilidad de enviar mensajes privados, utilizar filtros de imagen, emitir vídeos en directo o mostrar al mundo nuestro recuento de seguidores.

Para Vicente Pechuán, fundador de la red social alternativa Launchyoo, la clave no es tanto que se haya acelerado el fenómeno, sino que quienes lo están haciendo son las grandes plataformas, por lo que es más fácil que sus maniobras salten a los titulares. “La primera así de grande fue entre Snapchat e Instagram, con las historias. Y además, a Instagram le salió genial porque la mayoría de la gente ya ni siquiera se acuerda de quién creó ese concepto”, razona.

En cuanto a lo que motiva esta constante imitación, confluyen varios factores. Por un lado está la obvia intención de emular el éxito ajeno. Por otro, la necesidad de asegurar que los usuarios actuales no se marchan en busca de mejores pastos. “Uno crece a partir de las novedades. Si ofreces algo que ya existe es sobre todo porque no quieres que el otro te coma mercado”, explica Pechúan. Además, en el caso de los formatos clásicos, como los mensajes privados, los contadores e incluso el vídeo en directo, la copia se vuelve casi imperativa. “Nosotros hemos introducido los mensajes privados hace poco porque la gente los necesitaba. Hay cosas que son un estándar. No importa quién haya sido el primero en introducirlas, tienes que tenerlas”.

Bajo riesgo

Las plataformas ya consolidadas tampoco se juegan el cuello al intentar copiarle el éxito a las vecinas. “No estás poniendo toda la carne en el asador. Como máximo, pones en juego tu reputación. Y ni siquiera eso. Los baremos por los que se juzga a estas empresas y productos están muy difuminados. No parece que nada que hagan cambie las cosas”, señala Pechuán. Y si la treta no cuaja, tampoco se tiran a la basura inversiones millonarias en I+D. “Si eres Space X, es difícil que la competencia te copie. No habrá muchas empresas que puedan crearse un cohete que va a la luna. En las aplicaciones móviles es muchísimo más sencillo. Sobre todo para una empresa gigante como Facebook”

En medio de esta homogeneización, quedan los vestigios de sus identidades originales: Facebook para los amigos, Twitter para lo breve, Instagram para las fotos, LinkedIn para el trabajo... Pero la propuesta se desvanece entre tanto formato hermano, y los mensajes también comienzan a parecerse entre sí. “Eso es un riesgo: perdemos sentido crítico y hay una uniformidad de los contenidos, pero también de las opiniones”, explica Díaz del Campo, que ha estudiado este fenómeno en el marco del proyecto de investigación News Sharing sobre el consumo de noticias en medios sociales.

¿Si todo tiende a ser igual, dónde está la diferencia? Díaz del Campo se remite a los mínimos básicos de lo que entendemos por red social: “Creo que de aquí a poco tiempo, todas van a tener todo. Lo que define a una red social es la existencia de una serie de contenidos que vincula de alguna manera a todos los que están ahí porque tienen unos intereses comunes”. Para Pechuán, la identidad de cada red también va ahora más allá de los formatos de comunicación disponibles. “Es la manera en que cada red gestiona su ecosistema particular. Es más sutil, más de cosas que uno no ve bien. El uso de los algoritmos, cómo potencian cierto tipo de contenidos...”.

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