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‘Shitposting’, ‘doomscrolling, ‘simp’: así ayudan los anglicismos a entender la tecnología

La apuesta de quienes prefieren usar únicamente el español tiene un reto complicado ante las continuas novedades de conceptos en redes o de la cultura de Internet

Armario de la Real Academia Española (RAE) donde se almacenan fichas de palabras sobre las que se debate.
Armario de la Real Academia Española (RAE) donde se almacenan fichas de palabras sobre las que se debate.Luis Sevillano
Jordi Pérez Colomé

La mayoría de usuarios de redes hace doomscrolling. Muchos han visto shitposting sin darle importancia. Otros han sonreído ante un simp sin saberlo. O han comentado un subtuit lleno de mala leche. También se quejan de que hay un shadowban o un deepfake de sus líderes. O comentan un doxing de alguien que quería seguir siendo anónimo.

Este primer párrafo es una locura. Pero está lleno de conceptos hoy útiles para entender las redes sociales y la cultura de Internet. Muchos no tienen traducción: algunos porque aún no es necesaria, ya que no se han extendido, y otros porque no se han establecido. Para deepfake la FundéuRAE propone “ultrafalso” y para doxing hace años que en Forocoches usan “hacer un CSI” (en realidad es revelar datos personales de alguien en contra de su voluntad).

La lengua es un organismo vivo. Siempre cambia, pero cuando hay más novedades cambia más. A veces la falta de una palabra puede limitar la capacidad de imaginar o expresarse. En algunos ámbitos, como ahora con la tecnología, los préstamos lingüísticos son útiles.

Doomscrolling es perseverar absurdamente en cualquier red social para seguir viendo más y más historias que solo nos confirman que todo es lamentable y vamos a peor. Shadowban es limitar la difusión de los mensajes de algunos usuarios con el algoritmo, en principio por motivos políticos. Shitposting saltó a la fama probablemente con el atentado de Christchurch (Nueva Zelanda). “Es lanzar cantidades enormes de contenido, la mayoría irónico, troleo de baja calidad, para provocar una reacción emocional en usuarios poco avezados en Internet”, decía entonces la web de investigación periodística Bellingcat. “El objetivo final es desviar el debate productivo y distraer los lectores”. No saber qué es shitposting es de hecho una ventaja para quienes lo hacen.

Al lector poco atento a las redes estas palabras le pueden parecer remotas, pero en las Tendencias de Google donde más se busca por ejemplo shitposting es, desde hace años, en los países latinoamericanos: “qué es shitposting”, pero también con “shitposting de amor” o “shitposting de pana” (pana es colega en jerga juvenil). El término tiene intentos de traducción razonables como “posteo basura”, e incluso intentos irónicos en comunidades con ideologías concretas, como “cacaposteo”, cuyo uso puede indicar la pertenencia a un grupo.

La utilidad de una palabra para definir un concepto es obvia: de repente existe. Pero el término exacto es un pequeño milagro que los lingüistas analizan con atención. “El éxito de una palabra descansa en tres cosas: la estabilidad referencial, que esté claro qué significa; su productividad, que se implante y genere otras palabras es garantía de éxito; y los circuitos de difusión, dónde se lee y en boca de quién”, dice Miguel Sánchez Ibáñez, profesor de lingüística aplicada en la Universidad Politécnica de Madrid. “A menudo es más difícil que cale algo que viene de arriba porque las palabras se imponen porque se usan”, añade.

Las redes sociales y la cultura de Internet son un foco de innovación incontrolable para los organismos que intentan buscar términos españoles para los anglicismos que van llegando. “Recuerdo una época al principio en que todo se traducía y no había problema. Apple traducía todo, no dejaba anglicismos en manuales ni en la interfaz. Lo hacía con más o menos fortuna pero lo hacía. Ahora parece que hay que aceptar todo lo que viene del inglés y no tiene por qué ser así”, dice Javier Bezos, miembro de FundéuRAE, organización que desde hace años intenta atajar la multiplicación de términos ingleses en español.

Desde finales del siglo pasado ha habido al menos tres innovaciones que han complicado la labor de organismos como la FundéuRAE:

1/ La presa se ha roto. Como en muchos otros ámbitos de la sociedad, Internet ha supuesto la disolución de las elites. “Antes este tipo de cosas estaban más o menos controladas”, dice Bezos. “La información sobre informática venía de los manuales y los libros o revistas, pero ahora toda esta información se distribuye libremente por sitios web, por Twitter, por Facebook, con lo que no existe ese filtro previo”, afirma el experto.

Bezos se refiere a la época en que emergieron de “copiar y pegar”, “guardar”, “ratón”. Ahora cuando la FundéuRAE llega con “ultrafalso” para deepfake, el Internet hispano hace años que maneja ese término o variantes.

2/ El nuevo mundo es global y sobre todo en inglés. El inglés no es solo la lengua franca de la tecnología, también de la academia y de muchas otras disciplinas que se basan en Internet. Pero no solo triunfa el inglés. Mukbang es un nuevo concepto de éxito en inglés y es coreano: comer en directo en Internet. Es inevitable que el inglés reaccione antes y con más éxito a los nuevos conceptos que emergen. “Las dinámicas de la lengua son orgánicas y el prescriptivismo intenta decir que en inglés no, pero cuando tienes una manada de caballos desbocados diciendo hater, pues habrá alguno que dirá odiador, pero es difícil lograr cambio”, dice Simón Perera, business developer y comunicador científico en ProtoQSAR.

“Ok boomer” es un ejemplo de esta categoría. Fue el titular de una columna de EL PAÍS hace unos días. ¿”Vale, viejo” suena igual?

3/ Los jóvenes saben más inglés. Uno de los viejos problemas para no traducir era que tweet storm, shadowban, techbro, nerd o bot eran palabras completamente nuevas. Pero es cada vez más normal que los jóvenes tengan suficiente nivel de inglés para, al menos, entender la idea a la primera. Aun así, la incomprensión inicial de estos conceptos es algo que también les ocurre a los nativos. Este periódico mandó unas cuantas al profesor de periodismo Joe McMahon, de la Universidad San Jorge de Zaragoza. “Cuando veo estas palabras la primera vez no sé qué significan en general. De las que leo conozco deepfake, lifehack y tweet storm y puedo imaginarme lo que es shitposting. No tengo ni idea de qué es typosquatted ni ratioed”, dice.

Victoria para pantallazo

El español no tiene por qué claudicar. Nadie escucha screenshot porque “pantallazo” es quizá la mejor traducción reciente. Pero podcast, e-sports, ransomware o startup no han encontrado rival. “No hay una razón objetiva inequívoca para limitar el uso de préstamos lingüísticos”, dice Sánchez Ibáñez. “Es una de las vías más importantes para renovar la lengua, aunque haya gente que diga que es empobrecerla”.

Pero todo tiene límites, claro: “Tampoco es la panacea. Una importación masiva de términos en una especialidad concreta arrincona y limita la aceptación de nuestro idioma para hablar de algunos temas”, añade Sánchez Ibáñez. Al final la decisión será de los hablantes. Estos son algunos de los problemas de importar palabras sin freno:

1/ La incomprensión. A pesar de que los jóvenes saben más inglés, la mayoría de hispanohablantes van a dudar ante techbro, lifehack, protip o phishing. “Depende de a quién estás dirigiendo tu texto, no se trata solo de cómo de cómodo le resulte a uno usar un término, sino de cómo de comprensible es y si esa palabra evocará el concepto correcto en la cabeza de nuestro interlocutor”, dice la lingüista Elena Álvarez Mellado. Pone el ejemplo de body shaming, que es algo así como “hacerte avergonzar de tu cuerpo”. La FundéuRAE propone “crítica del cuerpo”, una expresión menos connotada. A eso se le añade el reto de la ortografía: “Como la grafía no se corresponde con lo que un hispanoparlante espera, va a sufrir todo tipo de vacilaciones, ¿era con h? ¿va con dos pes?”, dice Álvarez Mellado.

Ese uso tiene el problema habitual de la jerga, que en periodismo es uno de los grandes desafíos. El reto en una noticia es usar palabras comunes que describan con precisión la complejidad. Pero no siempre es posible. “Al no usar el término inglés nos señalamos como foráneos a esa realidad. Si los expertos usan la palabra en inglés, un periodista que la traduzca parece señalar que está fuera de onda y no sabe de qué habla”, dice Jorge Diz Pico, neólogo y sociolingüista.

2/ La falta de significados asociados. Las palabras inglesas que forman conceptos nuevos vienen con una carga determinada. En español, scroll solo es “deslizar” la pantalla (según la traducción de FundéuRAE), pero en inglés recuerda a un “pergamino”. Cuando se adopta una palabra de otra lengua se pierde su sentido original. “La palabra queer en inglés significaba “desviado” o “maricón”. En español se habla de “teoría queer”, que suena muy diferente a si fuese teoría marica o teoría de los desviados”. Esto no es un problema en sí mismo, pero al traer una palabra nueva de otro idioma es aséptica, entra sin memoria”, dice Álvarez Mellado.

Este rasgo en realidad puede ser una ventaja. En el caso de scroll, el español tendrá una palabra estrictamente específica para “deslizar” la pantalla, al contrario que el inglés, que seguirá recordando a pergamino. “La palabra inglesa castellanizada sería tan supercentralizada que será muy difícil describir exactamente lo mismo. Una palabra castellana (como “deslizar”) siempre tendrá alguna ambigüedad y es muy difícil luchar contra eso”, explica Diz Pico. Incluso quizá algún día se adapte como “escanear” y se convierte en “escrolear” y doomscrolling pase a ser “doomescrollear”, aunque pierde la fuerza sonora de “doom”. Cuando una palabra nueva logra formar otras palabras es un éxito.

Por ejemplo si “cacapostear” se extendiera, el “posteo” con el sentido de “escribir en Internet” se afianzaría más. El reto ahí está en el otro extremo: de momento “no cacahacemos cosas, el formato no es habitual”, dice Sánchez Ibáñez.

3/ El desafío y el paso atrás. Ante este alud de cambios, el desafío del español es seguir adaptándose, sin dejarse apabullar, pero aprovechando los préstamos inevitables. “Los hablantes tienen la inercia de seguir usando lo que ya usan: si quieres que cambien, tienes que darles algo mejor, ¿o si no para qué van a modificar sus hábitos?”, dice Diz Pico. Un modo de buscar las mejores opciones es pensar en el concepto no en la mera traducción. “El truco en castellano está a veces en dar un paso atrás, pensar cómo podría decirse el concepto en castellano y no copiar la forma inglesa. El concepto de playlist está muy bien, pero en español decimos ‘lista de reproducción’, que es larguísimo. ¿Por qué no cogemos algo como casete o cinta y lo reutilizamos? ‘Me voy a hacer un casete en Spotify’. Ahora es tarde para esto, pero es una sugerencia”.

La magia de las palabras es delicada. FundéuRAE propone “macrodatos” para big data y dicen estar satisfechos con su evolución. Pero, ¿un estudiante de “big data” que diga que aprende “macrodatos” sentirá que hace lo mismo? ¿Recuperará “pagafantas” el puesto que parece que le ha quitado simp? Las preguntas son infinitas.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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