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La guerra contra TikTok: ¿es la ‘app’ china un peligro para Occidente?

El Gobierno de EE UU emprende una campaña de consecuencias imprevisibles contra la aplicación, que lleva más de 2.000 millones de descargas en todo el mundo

Sede en Beijing de Bytedance, la empresa china propietaria de TikTok. En vídeo, Trump amenaza con prohibir la 'app' en Estados Unidos. Vídeo: THOMAS SUEN (REUTERS) / ATLAS

El presidente de EE UU, Donald Trump, anunció el pasado viernes que quiere prohibir TikTok, la app china de vídeos cortos. No está claro aún si permitirá que alguna empresa compre la plataforma para que no pertenezca a una compañía china, aunque Microsoft ya está en conversaciones para hacerlo, según ha informado el gigante estadounidense en su blog. Pero lo que sí es evidente es que la aplicación está en el centro del tablero en el que Washington y Pekín dirimen la hegemonía tecnológica en el siglo XXI.

Este ruido contra TikTok no es nuevo ni ocurre solo en EE UU. La India vetó 59 apps chinas en junio por seguridad nacional, entre ellas TikTok. En julio, el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, dijo que estaban estudiando prohibirla y recomendaba no descargarla, salvo para quien quiera que su información privada “acabe en manos del Partido Comunista de China”. El Pentágono aconsejó en diciembre que sus fuerzas militares no la usaran. Amazon envió el mes pasado un correo electrónico a sus empleados, que luego rectificó, para que borraran la app. La Agencia de Protección de Datos europea ha establecido un equipo de trabajo para tener una “mirada más general sobre las prácticas y el procesado de datos de TikTok en la Unión Europea.

Todo este miedo a TikTok tiene una causa original obvia: su enorme éxito. La aplicación de vídeos cortos está en más de 2.000 millones de teléfonos de todo el mundo, según datos de SensorTower. Entre abril y junio obtuvo 300 millones de descargas, cifra alcanzada solo por Zoom en ese período de cuarentena. Facebook y WhatsApp se quedaron en poco más de 150 millones. La India era su mercado exterior más grande hasta su prohibición. Las cifras incluyen la versión china de TikTok, Douyin. En Estados Unidos hubo 165 millones de instalaciones, aunque los usuarios reales totales ronden más bien los 100 millones. En España lleva meses entre las más descargadas.

TikTok es una mezcla sofisticada de Vídeos de primera y Operación triunfo. Permite crear vídeos de menos de un minuto donde se combinan el baile, el karaoke, las bromas o los mensajes con pequeños rótulos. Su éxito viene en parte de la capacidad de sus algoritmos de adivinar qué quiere ver cada cual. Los seguidores importan, pero es más decisivo colar un vídeo en la página de la mayoría de usuarios. En TikTok se puede ser viral con pocos seguidores. Esa función, más la experiencia completamente móvil con vídeos verticales y el sinfín de trucos y filtros que permite, la han convertido claramente en la red social más célebre para jóvenes. Ha ocupado el trono que tenían Snapchat o Instagram.

Además del éxito, el otro gran problema de TikTok confluye en una sola palabra: China. TikTok es de la empresa china Bytedance, que ha hecho esfuerzos para distanciarse de su país. Ha nombrado un CEO estadounidense que proviene de Disney, Kevin Mayer. Dice que no tiene ningún servidor de TikTok en el país asiático y salió corriendo de Hong Kong cuando se promulgó la nueva ley de seguridad. Niega que haya cedido datos de usuarios al Gobierno de Pekín. Aún así, la polémica sobrevive y tiene al menos tres frentes.

1. Los agujeros de seguridad

Tras la llegada del nuevo sistema operativo de Apple, se detectó que TikTok capturaba lo que los usuarios tenían en el portapapeles. “Las aplicaciones son código y todo código tiene agujeros de seguridad, es inevitable”, dice Marta Beltrán, directora del grado de Ingeniería de Ciberseguridad de la Universidad Rey Juan Carlos. “En el caso del portapapeles, se usa para detectar spam y evitar envíos masivos. En TikTok, como en otras, no estaba acotado como debería. Pero sacaron una actualización y lo solucionaron”, añade. Las vulnerabilidades y los errores son sinónimo de software. Evidentemente, pueden ponerse adrede, pero no parece que el software sea el problema principal de TikTok.

“Estas apps no dejan de ser cajas negras. No tenemos el código disponible”, dice Enric Luján, profesor de la Universitat de Barcelona y miembro del grupo Criptica. “Se pueden verificar solo a tientas. Escuchas qué ruido hace el motor, pero no de te dejan abrirlo”, añade.

2. La privacidad, como todas

Todas las redes sociales viven de extirpar datos de usuarios. TikTok, también. Varios análisis han concluido que su uso de los datos es excesivo para sus necesidades de ofrecer vídeos entretenidos a adolescentes aburridos o con ganas de conexión social. Una reciente investigación del Washington Post encontró que TikTok manda a sus servidores 500 kilobytes de información en nueve segundos tras abrirlo. Es mucho, pero sigue siendo comparable a lo que hacen aplicaciones que llevamos en nuestros móviles desde hace años.

La información que TikTok manda a sus servidores sobre cientos de millones de usuarios es “la dirección IP, historial de vídeos que has visto, tu compañía de móvil, nombre de la WiFi, el IMEI de tu teléfono [el número que lo identifica], otras aplicaciones que se están ejecutando y tu geolocalización”, dice Jorge Louzao, hacker ético y profesor de la C1b3rwall Academy. “Algo que parece tan nimio como compartir tus contactos, es una herramienta de perfilado muy poderosa”, añade.

Ahora empieza la pregunta sin respuesta: la geopolítica. ¿Qué puede hacer un país como China con esa información? ¿Hay que ser más o menos cautos?

3. La novedad de la geopolítica

China es perfectamente consciente de la importancia de los propietarios de las principales aplicaciones. En su país no deja operar a Facebook, Google o Twitter. Hoy no hay pruebas de que China haya empleado datos de TikTok ni le haya exigido nada a la compañía. Pero hay dos modos en que TikTok puede influir o sacar ventaja de su posición en beneficio de la seguridad nacional china.

TikTok ya ha vivido polémicas por suprimir vídeos y hashtags en favor de los uigures, la minoría musulmana oprimida en Xinjiang, al noroeste de China. En Estados Unidos o en cualquier país podría hacer lo contrario: promocionar campañas que le favorezcan. Rusia tuvo que usar Facebook en 2016 para intentar influir en las elecciones estadounidenses. China tiene su propia plataforma con 165 millones de descargas en EE UU. En las últimas elecciones presidenciales en ese país votaron menos de 140 millones de personas. Vídeos con el hashtag #tiktokban (prohibición de TokTok), por ejemplo, han sido vistos más de 365 millones de veces.

“Debemos recordar que TikTok, como otras apps, autoriza subastas de anuncios en tiempo real. Esto permite a los anunciantes personalizar con contenido específico. Así que no solo leen datos de usuarios, sino que pueden también ‘escribirles’ y mandarles mensajes”, dice Lukasz Olejnik, investigador y consultor independiente en ciberseguridad.

Los anuncios o el algoritmo son armas poderosas. Cambridge Analytica fue un escándalo porque pudo presuntamente perfilar a 80 millones de votantes y personalizar los anuncios. TikTok permitiría eso y más, rozando la perfección.

El segundo gran peligro geopolítico es el perfilado masivo de ciudadanos. El problema de la privacidad no es tanto que el Gobierno de un país quiera saber qué dice un individuo en su móvil. Eso, si un juez lo permite o el país es una autocracia, es una batalla perdida para el individuo. El problema es el conocimiento masivo de actitudes y gustos que permita predecir o adivinar comportamientos.

“Nos gusta mucho en las redes sociales cuestionar nuestra democracia o la de cualquier otro país occidental, la independencia del sistema judicial elegido por nuestros representantes electos”, dice Louzao. “Ahora, tratemos de imaginar cómo puede ser esto en un lugar como China, donde no hay posibilidad para una empresa de oponerse a una petición de datos de su Gobierno”, añade.

Todo esto, sin embargo, son elucubraciones. No es fácil prohibir una aplicación y EE UU entraría en un juego peligroso. “Nos escandalizamos de cosas diferentes, con apps diferentes y con Gobiernos diferentes”, dice Beltrán. “El componente principal es de guerra comercial”, añade.

El miércoles TikTok propuso abrir sus algoritmos a expertos para que vean qué tiene más peso al decir qué vídeos se vuelven virales y cuáles no. Toda transparencia es buena: “Creemos que toda nuestra industria debe ser sometida a un estándar excepcionalmente alto”, escribe el CEO Mayer en el blog de la compañía. “Por eso creemos que las empresas deben revelar sus algoritmos, políticas de moderación y flujos de datos a los reguladores. No esperemos a que llegue la regulación”, añade.

Como TikTok está sometido a una presión y amenaza exacerbadas es normal que ahora ofrezca de todo. No en vano, la propuesta de conocer mejor cómo un post de Facebook llega a lo más alto de nuestro feed es loable. Siempre quedará sin embargo el resquemor de saber si algo por detrás, que no vemos, inclina la balanza de un vídeo viral.

El modo en que está moviéndose el análisis que hacemos de aplicaciones como TikTok va a cambiar viejas ideas. “Es esencialmente una cuestión de si apps como TikTok deberían ser tratadas con la seriedad atribuida a la política nuclear”, dice Olejnik. “De momento, quizá por fortuna, no estamos en ese punto”, añade.

Nadie sabe qué ocurrirá con TikTok. Ahora la opción más viable es la venta a una empresa como Microsoft de la app en EE UU si Trump mantiene su amenaza de veto. Si una empresa estadounidense controla su backend en el país sería difícil de justificar una prohibición por motivos de seguridad nacional. Aunque también está por ver cómo se desgaja TikTok en dos partes. De momento, sus rivales Facebook y YouTube tienen a punto copias como Reels o Shorts. ¿Qué debería hacer Europa si EE UU elimina la app? Es difícil que haga nada de manera inminente, más cuando el centro global del resto de TikTok podría pasar de EE UU a una capital de la Unión Europea o Londres.

“Deberíamos al menos restringir su uso en ciertos círculos”, dice Louzao. “No solo, por ejemplo, a militares y políticos entre otros, también a sus entornos por la información que sin querer pueden estar filtrando familiares. Lo cierto es que la lista de aplicaciones a prohibir debería ser bastante más amplia, incluyendo apps de países occidentales”. Europa podría plantearse también su posición mediocre en el mercado tecnológico global.

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Sobre la firma

Jordi Pérez Colomé
Es reportero de Tecnología, preocupado por las consecuencias sociales que provoca internet. Escribe cada semana una newsletter sobre los jaleos que provocan estos cambios. Fue premio José Manuel Porquet 2012 e iRedes Letras Enredadas 2014. Ha dado y da clases en cinco universidades españolas. Entre otros estudios, es filólogo italiano.

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