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Un enjambre de robots a tu disposición

Una iniciativa del Instituto de Tecnología de Georgia permite investigar con pequeños robots que se puede usar de forma remota, aunque no se cuenten con medios propios ni un laboratorio dedicado

Los cientos de pequeños robots que se autorrecargan se pueden programar a distancia
Los cientos de pequeños robots que se autorrecargan se pueden programar a distancia Georgia Tech

La falta de medios para la investigación puede que sea un problema generalizado, pero en algunas áreas de la investigación robótica podría decirse aquello de que el hambre agudiza el ingenio. Por eso, el Instituto de Tecnología de Georgia, Estados Unidos, ha creado una especie de laboratorio compartido que puede usar mucha gente por turnos, a través de Internet. Funciona con decenas de pequeños robots que se controlan de forma remota.

Lo mejor de este peculiar laboratorio es que no solo pueden usarlo los profesores o estudiantes in situ: mediante la presentación de proyectos en la web de la universidad cualquiera que escriba código para controlarlos y probar ideas con ellos tendrá oportunidad de hacerlos funcionar cuando le llegue el turno.

"Hemos visto experimentos brillantes sobre cómo sembrar una parcela de forma óptima, simular el tráfico o construir figuras

Lo llaman Robotarium, en referencia a los robots y al terrario, porque es como una instalación para mantener vivos y activos a los pequeños seres robóticos – aunque en vez de un terreno de cultivo en este caso se emplee una especie de pista de hockey. Los robots deambulan por ahí y se autorrecargan, sin salirse de sus bordes gracias a una barrera estratégicamente situada.

Pero más importante de esta iniciativa es sin duda el concepto: quien esté interesado por la robótica y se apunte a la lista de experimentos puede tener a su alcance todo un enjambre robótico gestionado profesionalmente en las instalaciones de la universidad. Eso supone decenas de pequeños ingenios mecánicos a su servicio para probar lo que se le pase por la imaginación. Sea de donde sea y tenga la edad que tenga: niños experimentando en su clase de tecnología, profesionales que quieren probar nuevos algoritmos o aficionados con alguna idea curiosa.

De la simulación a la realidad

Para hacer las pruebas los estudiantes cuentan con especificaciones detalladas de cómo es el hardware de los robots, el tamaño y forma del recinto del laboratorio y un simulador donde pueden comprobar que el código que han escrito funciona. Cuando todo está listo se sube el código a la página web del robotarium y se espera pacientemente a su aprobación y al turno asignado.

Una vez ejecutado el código por los responsables del laboratorio el resultado se podrá descargar en vídeo y con todos los datos técnicos asociados. Y ver lo que está bien, lo que está mal y lo que se puede mejorar. Ya hay más de cien grupos de trabajo practicando con ellos.

El planteamiento de Magnus Egerstedt, uno de los promotores de la idea es no sólo promover la ingeniería sino la ciencia misma. Según su opinión hasta el momento: "Hemos visto experimentos brillantes sobre cómo sembrar una parcela de forma óptima, simular el tráfico o construir figuras. Pero también ha habido experimentos realmente penosos… Pero así es la ciencia: probar que lo que no funciona es tan importante como lo que funciona."

Si la idea funciona sin duda se crearán más robotarios en otras universidades, aunque no son precisamente baratos: dos millones y medios de dólares (unos dos millones de euros) ha costado esta primera iniciativa, aunque sin duda las siguientes serán más baratas, y teniendo en cuenta que se utiliza masivamente, su precio puede ser casi ridículo comparado con los beneficios que proporciona. Es una idea para democratizar el acceso a la ciencia y la tecnología que toca todos los palos y puede suponer sin duda una gran herramienta para el progreso.

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