Del cincel a los iones: así se escribe la Biblia más pequeña de la historia
Un museo de Israel expone el ejemplar del libro sagrado más minúsculo jamás escrito, creado gracias a la nanotecnología
Las guías del Santuario del Libro de Jerusalén recomiendan ver un trozo de basalto grabado a cincel en el que un rey arameo se vanagloria de haber destrozado el reino de Israel y a su aliada, la "Casa de David". La estela de Tel-Dan constituye la primera mención al gran rey judío fuera de la Biblia, y el resto arqueológico más antiguo de esta dependencia del Museo de Israel. Veintinueve siglos lo separan del más reciente, conservado en una impactante vitrina del suelo al techo que simula los dedos de Adán y de Dios a punto de tocarse, tal y como Miguel Ángel los pintó en la Capilla Sixtina.
A esa vitrina ya se han asomado 10.000 personas desde el pasado 20 de abril, cuando abrió la exposición "Y lo nano se hizo: la Biblia más pequeña del mundo" con la que el Santuario del Libro celebra sus primeros 50 años. Han acudido para ver un objeto menor que la cabeza de un alfiler. "Nuestro desafío era exponer lo que no se ve", confiesa Adolfo Roitman, antropólogo y doctor en religiones comparadas, nacido en Buenos Aires hace 58 años, y uno de los dos comisarios.
El filósofo Walter Benjamin, judío como él, sugirió en los años treinta que las exposiciones tenderían a desaparecer. Los objetos eran tan fáciles de reproducir en nuestros tiempos que el arte perderían esa aura que los hacía deseables de contemplar. Roitman demuestra que no es así en un viaje relámpago hacia Madrid, su Centro Sefarad-Israel y su Fundación March, donde imparte en un mismo día sendas charlas sobre los soportes de los textos sagrados a lo largo de la historia. Una historia que concluye, solo de momento, en la exposición que comisaría y en el pequeño objeto.
Habría que agrandar la 'nanobiblia' 10.000 veces, hasta que midiera siete metros por cada lado, para poder leer a simple vista sus 1.200.000 caracteres
Sería preciso agrandarlo 10.000 veces, hasta que midiera siete metros por cada lado, para que pudiera empezar a leerse lo que lleva inscrito: 1.200.000 caracteres hebreos. En esas siete micras cuadradas caben los relatos de un big bang tosco pero conciso ("y la luz se hizo", del Génesis), un tratado metafórico de anatomía y erotismo sin una sola mención a Dios ("Tu cintura es como palmera, / tus pechos son los racimos", Cantar de los Cantares), más líos familiares que en todo Juego de Tronos, lecciones morales políticamente incorrectas, sagas legendarias de héroes y villanos, reyes y profetas, ciudades erigidas y luego fulminadas, suficientes incoherencias para despedir cien veces al guionista, pero también el texto de referencia fundamental para millones de creyentes en todo el mundo.
Ahí, en ese espacio minúsculo, está escrito todo el Tanaj, la Biblia Hebrea, que, con alguna ausencia, viene a ser el Antiguo Testamento de los católicos y los ortodoxos.
¿Por qué esta extrema austeridad en el gasto de materiales, solo legibles con un microscopio electrónico? Lo explica por Skype Ohad Zohar (Ascalón, Israel, 1972), físico del Instituto de Nanotecnología Russell Berrie, en el Technion, la gran universidad técnica israelí. "Queríamos contar a todo el mundo, pero sobre todo a los estudiantes de instituto, qué es y para qué sirve la nanotecnología. Y lo habíamos intentado dando charlas, preparando presentaciones... pero no lo conseguíamos". En 2007 él y su mentor, Uri Sivan, se animaron a ejemplificar aquello de lo que era capaz su campo de trabajo con el libro más traducido, interpretado y difundido de la historia.
A toda la tecnología, antes o después, la suplanta otra. A la piedra, la cerámica y el papiro; al códice de animal, el papel. Mañana tendremos otras tecnologías"
"La miniaturización ha sido práctica habitual desde siempre". Quien así lo dice es de nuevo Roitman en su conferencia en Madrid. "Hay textos sagrados escritos, por ejemplo, en granos de arroz". La religión y los diversos soportes de la escritura se suceden en la historia. El antropólogo argentino proyecta una diapositiva con un grabado que muestra a Dios ordenando a Jeremías que escriba sus profecías. "Jeremías, como Jesús, no escribe, se sirve de otros para que difundan su palabra". Llama a Baruc y este escribe las palabras de Yavé. "Es un momento histórico en la historia de Israel, subraya con gestos el experto argentino. La palabra de Dios se hace carne en un texto. El libro se puede copiar. Ya no hace falta la presencia física del profeta. Entre el siglo octavo y séptimo antes de la era común [antes de Cristo] se cree que ya se escribe en papiros y un siglo después, en la época de la primera destrucción del Templo, el libro es ya crucial en la tradición de Israel. Por ejemplo, encontramos pequeños rollos con planchas de plata que funcionan como amuletos, un uso mágico de la forma literaria".
¿Qué es la Biblia para un científico como Roitman, sea judío o gentil? "El resultado de mil años de actividad cultural. Empezó con leyendas y mitos patriarcales tradicionales. En algún momento estos recuerdos colectivos de la tradición comienzan a escribirse". Los sacerdotes, los escribas, emplearon el cincel y la piedra, luego el cuero, la cerámica —los ostracon, que demuestran que en el siglo X antes de Cristo ya había actividad de escribas—, la plata, el papiro, el códice... hasta llegar al papel y la excusa de Gutenberg para usar por primera vez su imprenta.
"A toda la tecnología, antes o después, la suplanta otra. A la piedra, la cerámica y el papiro; al códice de animal, el papel. Mañana tendremos otras tecnologías". La que emplearon los escribas del Technion en 2007 consistió en un cincel increíblemente preciso: un haz de iones de galio focalizados que se hacen incidir sobre una superficie de silicio (el material de base de muchos circuitos electrónicos) a la que previamente han dado una pátina de oro de solo un centenar de átomos de grosor. El haz va excavando, siguiendo los patrones que le dicta un programa para que dibuje cada caracter hebreo, el brillante baño de oro y deja así al descubierto el silicio oscuro. Una interpretación cabalística de la Biblia considera que la mujer que en el Cantar de los Cantares dice "soy morena, pero hermosa" es la tinta negra con la que se escribe la Torá.
"La técnica del haz de iones focalizados tiene unos veinte años, aunque ha ido refinándose desde entonces", detalla Zohar. "Se emplea normalmente para diagnosticar qué conexiones fallan en un chip". Que el proyecto del Technion tenga intención divulgadora y no suponga ningún logro científico no significa que resultara sencillo de ejecutar. "Lo más difícil fue preparar la base de silicio y transferir el texto. Una vez hecho, la grabación en sí solo lleva una hora y media", matiza.
De la nanobiblia solo se han impreso tres copias. La que se expone en el Museo de Israel, una que conserva el Technion y una tercera que Simon Peres entregó como obsequio de Estado al papa Benedicto XVI en su visita a Israel en 2009. No plantean realizar más para que el objeto mantenga esa aura singular —la profecía de Walter Benjamin tendrá que esperar— y porque, por más interés comercial que tuviera, no quieren robar tiempo de uso científico al caro instrumental empleado. "Tendríamos que destinar el haz a hacer copias en lugar de a nuestro trabajo", replica el físico israelí.
¿Cuánto ha costado la nanobiblia? "Yo también lo pregunté: me dijeron que 10.000 dólares, la primera, y un dólar, la segunda. Pedí que me vendieran la segunda", bromea Roitman al contar que el mayor gasto lo supuso la preparación de los textos, no tanto los materiales o el grabado de cada ejemplar adicional.
La exposición que lo acoge está ubicada en una nueva sala para muestras temporales con la que el Santuario del Libro "quiere sacudirse su imagen de mausoleo". El comisario anuncia que estará abierta durante al menos un año y medio, y aventura que luego puede que itinere fuera de Israel. Que por el peso del envío no quede.
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