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OBITUARIO

Dave Goldberg, el emprendedor que rehuía la Bolsa

El carismático empresario de Silicon Valley insistía en que las puntocom buscaran financiación sin salir de su ecosistema tecnologíco

David Goldberg, CEO de SurveyMonkey, en 2012.
David Goldberg, CEO de SurveyMonkey, en 2012.JOHANNES SIMON (GETTY)

Cuando Facebook comenzó a cotizar en el Nasdaq, en la documentación para los inversores potenciales incluía una advertencia. La empresa podría peligrar si faltaban Mark Zuckerberg, consejero delegado y fundador, o su número dos, Sheryl Sandberg, que acaba de enviudar. El pasado viernes Silicon Valley se conmocionó por la abrupta muerte a los 47 años de Dave Goldberg (Minneapolis, 1967), uno de los emprendedores más carismáticos y esposo de una de las mujeres más poderosas del mundo tecnológico.

El lunes se conocieron los datos concretos de su muerte, ocurrida en la cinta de correr de un complejo de vacaciones en Punta Mita (México). Cayó y recibió un golpe en la cabeza que le ocasionó una pérdida masiva de sangre. Su deslumbrante carrera comenzó a finales del siglo XX, en la primera era puntocom, antes del estallido de la burbuja, con la creación de Launch en 1999, una revista que vendió a Yahoo! por 12 millones de dólares. En 2007 fichó por el fondo de inversión de capital riesgo Benchmark. Ahí comenzó su exitosa trayectoria rastreando startups. Entre sus obsesiones estaba mantenerse financieramente dentro del ecosistema tecnológico, sin necesidad de salir a Bolsa. A sus ojos era innecesario. En varias ocasiones defendió que se trataba más de una cuestión de ego de los fundadores que de una fórmula adecuada. De ahí dio el salto a SurveyMonkey, una web dedicada a la creación de encuestas y formularios muy popular en Internet, cuya valoración supera los 2.000 millones de dólares.

Entre las empresas que más y mejor asesoró se encuentran las redes sociales Nextdoor y Ancestry. La primera es para que los vecinos se conozcan. La segunda, para conectar familiares.

El funeral se celebró el martes en la universidad de Stanford. La entrada fue bajo estricta invitación e incluía una petición: “Nada de corbatas, en honor a su memoria, pues él las odiaba”. El humor, precisamente, era uno de sus rasgos más marcados. También su feminismo. Se pronunció varias veces a favor de la igualdad en las oportunidades de progreso laboral y remuneración.

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