Steve Jobs sigue registrando patentes después de muerto
Apple alienta su perfil visionario con inventos a su nombre
Un mago del márketing, un tirano, un genio… Steve Jobs es el último gran mito de Silicon Valley y, tres años después de su muerte, su legado sigue vigente. Apple no ha dudado en utilizar su figura para ganar un juicio abierto en 2003, cuando a sus iPods los acusaban de borrar y boicotear, impidiendo que se cargasen en el aparato, las canciones que se habían comprado fuera de iTunes, su tienda de música. Entre las pruebas aportadas se encuentran múltiples correos del fundador de Apple, declaraciones y un vídeo, que todavía no se ha mostrado en público. Todo vale con tal de ahorrarse los 350 millones que pide la acusación particular y alargar el halo de leyenda.
En la sede central de Cupertino, en el hall junto al auditorio donde desvelan sus productos, todavía está el piano usado en la presentación del primer ordenador de la casa. En las paredes, la citas de su ídolo buscan inspirar a los empleados.
Esta habilidad de ganar batallas después de muerto, elevado a nuevo Cid tecnológico, parece encajar con las pautas de la oficina de patentes. Desde su muerte, en octubre de 2011, le han aprobado 141, casi un tercio de las 458 registradas a su nombre, aunque no siempre en solitario. La primera data de 1983, lleva un título extremadamente sencillo: “Ordenador personal”. La última aprobada, cuya petición se tramitó poco después de morir y tuvo respuesta afirmativa en agosto, es el icónico diseño del cubo de su tienda en la Quinta Avenida de Nueva York.
Desde su muerte, en octubre de 2011, le han aprobado 141 patentes, casi un tercio de las 458 registradas a su nombre
La exasperante espera hasta que Apple ha mostrado su reloj puso nerviosos a accionistas y potenciales compradores. ¿Se terminaba la magia de la manzana? Tanto que Jony Ive, su consentido, el diseñador de cabecera de Apple, lanzó un aviso tanto a la industria relojera suiza como al floreciente mundo de los fabricantes de wearables. Insistía en que las invenciones de Jobs trascendían su vida. Dejaba caer así la implicación en el esperado reloj, así como en aparatos “que ni se imaginan”.
Tarek Fahmi, especialista en patentes de Ascenda, una firma de San José habituada a llevar este tipo de casos, cree que entra dentro de lo posible: “No es común, pero tampoco extraño. El registro de una patente lleva su proceso”. A lo largo de su vida profesional ha llevado dos casos en los que el inventor había muerto. Uno de los más prolíficos después de muerto es Jerome Lemelson, inventor del lector de código de barras, registró 96 patente después de su muerte en 1997 a los 74 años.
El 4 de octubre de 2011, los abogados de Apple comenzaron los trámites para registrar a nombre de Steven Paul Jobs una variación en la barra de movimiento en pantalla de los ordenadores Mac. El autor intelectual de su petición acababa de morir el día antes.
Fahmi asume que Jobs trabajó hasta casi el final de sus días. “Estuvo envuelto en algún tipo de actividad creativa, es cierto, pero también se nota que algunas patentes se registraron con cierta urgencia, poco antes de morir”, detalla. El proceso de registro lleva entre dos y tres años y medio. Florian Mueller, programador y consultor de patentes, lo extiende hasta más de cuatro años.
Se nota que algunas patentes se registraron con cierta urgencia, poco antes de morir”
Al margen del valor económico de llevar el nombre de Jobs, hay otro difícil de evaluar. “Se busca indicar que estuvo involucrado en algo, que le importaba. De alguna manera se destaca así su valor sentimental y también el histórico, para que quede dentro de la leyenda”, explica Fahmi. Mueller trata de poner algo de cordura ante tanta exaltación de la genialidad: “Muchas son una mejora de otra anterior, un boceto muy básico, o una partición de una propia anterior a la que se quiere dar mayor entidad”.
El ingeniero y consultor alemán no pretende derribar el mito: “Hay incluso borradores de reuniones o intervenciones para matizar ideas colectivas. En ese caso van con varios nombres, hasta 25 personas distante”.
Fahmi vaticina que en los próximos 10 años seguirán dándose registros. Mueller cree que obedece a una estrategia: “Se trata de un proceso, de alargar el efecto Jobs".
En 2012, se le incluyó de manera honorífica dentro del Salón de la fama de los Inventores Nacionales con una inscripción: “Patentes y marcas de Steve Jobs: arte y tecnología que cambiaron el mundo”. Pero, ¿era Jobs un inventor? “Es una mera cuestión legal, pero él no es el único. Tiene el mérito de tener una visión, pero no es precisamente un inventor al uso”. Como ejemplo, cita el iPhone: “Ya había pantallas táctiles, pero él impulsó que se teclease en ellas y se ampliase la pantalla a la superficie frontal del móvil”. Lo mismo sucede en el caso del iPad: “Ya había tabletas de Microsoft, pero no tenían un software adaptado al formato”. Su conclusión es clara: “No es Edison, ni Bell. Tomaba algo que ya existía, lo mezclaba, lo cambiaba y lo convertía en algo nuevo”.
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