“La tecnología es una gran herramienta contra la corrupción”
La directiva Jennifer Dulski cambió Google por la plataforma de ciberactivismo Change.org
Jennifer Dulski va de un lugar a otro de la oficina de San Francisco (EE UU), donde corretean perros como si estuvieran en casa. Hay bicicletas apoyadas en las paredes y los desarrolladores trabajan en pupitres pensados para estar de pie. Es la última moda, adiós a la silla. Hace menos de dos meses que Dulski fichó como presidenta de Change.org, la mayor plataforma mundial del activismo, tanto virtual como real.
Dulski conoce tanto el mundo de los emprendedores como el de la tecnología, pero lo que le apetecía era cambiar el mundo. Fue vicepresidenta de Yahoo! se fue para montar su empresa, Dealmap, de ofertas basadas en posicionamiento y, tras venderle la empresa a Google, entró a formar parte de la directiva del buscador.
Change.org permite que cualquier ciudadano emprenda una acción para pedir cambios. Entre las acciones españolas de su plataforma destaca la petición de dimisión del juez Dívar o el cese del Rey como presidente de WWF. Se financia con el dinero de aquellas peticiones que quieren una promoción adicional, como pueda ser una campaña de Oxfam.
Pregunta. ¿Por qué dejó la gigante Google?
Respuesta. Porque es el trabajo de mis sueños. Combina mis dos pasiones: la ayuda social con los grandes proyectos en Internet. Tengo experiencia en hacer crecer este tipo de negocios.
P. ¿Su familia lo entiende?
R. Al final del día te das cuenta de que el dinero no lo es todo. Me importa más el impacto que podemos lograr en lo que nos rodea. Estudié algo de psicología, así que tengo claro que la gente puede ser más feliz cuando aporta algo a los demás.
Pagar ayuda a encontrar apoyos potenciales en la comunidad, pero también ayuda su capacidad para moverlo por redes sociales, emails....
P. ¿Cómo se manejan con diferentes legislaciones?
100 millones de manifestantes
Si quieres cambiar el mundo llama a una puerta que hay entre una verdulería y una tienda de reparación de bicicletas. La sede central de Change.org se encuentra en un barrio de San Francisco, aunque su ventanilla virtual permanece abierta siempre y en cualquier parte del mundo.
La plataforma de activismo en Internet registró el pasado año más de 30 millones de manifestantes en todo el mundo, aunque en este año aspiran alcanzar los 100 millones de personas que pasan por su web para reclamar, exigir, pedir o revindicar algo.
Cualquier protesta, por peregrina que sea, por progre o facha que sea, de la carne de caballo a que deje de llover en Brasil, tiene su mejor altavoz en Change.org. España, donde absorbió a la web Actuable.com, es el país con la mayor penetración, aunque en el último año han crecido mucho Italia, Alemania, Rusia, Bielorrusia e Indonesia. Las peticiones cada vez se impulsan más desde fuera de Estados Unidos, de ahí que tenga oficinas en 18 países y 150 trabajadores, divididos al 50% por sexo y con sueldos más de ONG que de Silicon Valley.
R. Es complicado; intentamos adaptarnos al marco legal de cada lugar contratando a expertos. Sabemos, incluso, que hacen bromas. En Brasil, donde hemos salido hace poco y estamos en pleno estallido, han pedido a Dios que deje de llover porque tienen inundaciones.
P. En España su salto a la fama ocurrió después de pedir a Mariano Rajoy que dimitiera, ¿cómo lo han encajado?
R. Ha sido la petición que ha crecido a más velocidad en una semana de nuestra historia. Superó 1,6 millones de firmas. Es una muestra de la indignación. La tecnología es una gran herramienta contra la corrupción. EL PAíS denunció el caso Bárcenas, los españoles se informaron y pasaron a la acción en nuestra plataforma.
P. Una vez que se hace una petición, ¿qué hacen ustedes?
R. Intentamos ayudarles a conectar, a conseguir un vínculo mayor. Las redes sociales son clave. Cuanto mayor sea la conexión, mejor.
P. En su declaración política y en las normas para comprar anuncios se descubrió que no son progresistas. Esto decepcionó a muchos de sus fieles...
R. No entiendo de dónde viene la decepción. Somos una plataforma abierta, sin sesgo político. Nuestra meta es que lo use todo el mundo. El único límite es la ofensa, tanto para estar en la comunidad como en los anuncios.
P. No he encontrado el precio de los anuncios en su plataforma, ¿por qué?
R. Porque cada cliente tiene un precio. No somos un medio que impone unas tarifas. Cada contrato, cada acuerdo, es único. Es lógico porque podemos ofrecer una audiencia concreta. En Internet se suele hacer así.
P. Si tramito una petición y no pago, ¿tengo posibilidades de ganar? De otra manera, ¿es necesario pagar para tener éxito?
R. Cualquiera puede abrir una petición y ganar sin gastar. Eso no cuesta. Creemos en el poder de la ciudadanía al margen de su cartera. Pagar ayuda a encontrar apoyos potenciales en la comunidad, pero también su capacidad para moverlo por redes sociales, emails....
P. Hay quien dice que el activismo en la red no sirve de nada, que lo importante es tomar partido en el mundo real. ¿Qué opina?
R. No es nada nuevo. Es lo que se denomina slacktivism \[una combinación de activismo y vago, en inglés\], pero no es justo. Cambiar lo que está mal no debería ser tan duro. Queremos facilitarlo. Además, funciona; basta con ver nuestros éxito, pero también se nota con solo darse cuenta de que muchas de las peticiones que comienzan en Change se convierten en movimientos palpables en la calle, con protestas y manifestaciones.
P. ¿Qué podemos esperar de Change.org en el próximo año?
R. No queremos grandes cambios. Lo importante es mantener el foco en lo que sabemos hacer y crecer con orden. Necesitamos llegar a todo tipo de aparatos en cualquier lugar. También nos gustaría tener un vínculo más fuerte, que no vengan firmen y se vayan.
P. ¿El móvil es su asignatura pendiente?
R. Estamos concretando nuestra estrategia en el teléfono móvil porque somos conscientes de que el futuro pasa por ahí. Lo primero es que funcione en todos los aparatos tan bien como en el ordenador. Después nos pondremos con las aplicaciones.
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