El tecnólogo japonés aún cree en la máquina del fax
Solo el año pasado, los hogares japoneses compraron 1,7 millones de máquinas antiguas
Japón es famoso por sus robots y sus trenes bala, y tiene una de las redes de banda ancha más rápidas del mundo. Pero también se sigue aferrando a una tecnología anterior a Internet: la máquina de fax. Solo el año pasado, los hogares japoneses compraron 1,7 millones de máquinas antiguas.
“El fax tuvo tanto éxito aquí que ha resultado difícil sustituirlo”, explica Kenichi Shibata, directivo de NTT Communications, que dirigió el desarrollo de la tecnología en los setenta.
La Oficina del Gabinete del Gobierno japonés asegura que casi el 100% de las oficinas de las empresas y el 45% de los hogares tenían una máquina de fax en 2011.
Hace una década, Yuichiro Sugahara trató de modernizar la empresa que dirigía su familia, Tamagoya, que reparte las tradicionales tarteras bento, y recibir encargos a través de Internet. Las ventas cayeron en picado. Hoy en día, su compañía está prosperando con los pitidos de los pedidos de cerca de 62.000 almuerzos que llegan cada mañana por fax, muchos de los cuales llevan escritas a mano detalladas peticiones como “no rebocen mucho el pollo frito” o “añadan otro huevo duro”.
Japón está dominado por las generaciones mayores que todavía son más propensas a tener un número de fax que una dirección de correo electrónico
“Todavía existe algo en la cultura japonesa que pide los sentimientos cálidos y personales que consigues con un fax escrito a mano”, indica Sugahara, de 43 años de edad.
Japón es un país que envejece y que a menudo parece decidido a seguir costumbres contrastadas. La adicción al fax explica por qué Japón, que una vez revolucionó la electrónica de consumo con calculadoras que cabían en la mano, con Walkman y, sí, con máquinas de fax, se ha quedado rezagado en la época digital, y ha permitido que le superen competidores más hábiles como Corea del Sur y China.
Los expertos señalan que las oficinas gubernamentales japonesas prefieren los faxes porque generan un papeleo sobre el cual los burócratas pueden estampar sellos de aprobación, llamados hanko. Muchas empresas dicen que todavía dependen de los faxes para crear un rastro de papel de los pedidos y de los envíos. Los bancos dependen de ellos porque, dicen, a los clientes les preocupa la seguridad de su información personal en Internet.
Incluso la rama de la yakuza (mafia) más grande de Japón, la yamaguchi-gumi, con sede en Kobe, usa faxes para enviar notificaciones de expulsión a sus miembros, asegura la policía.
Los mensajes escritos a mano han sido necesarios durante mucho tiempo en Japón, donde el lenguaje escrito es muy complejo. Hasta 2009, el número de máquinas de fax en las viviendas particulares seguía aumentando en Japón, lo que refleja la disminución del número de jóvenes que adoptan las nuevas tecnologías.
“La demografía ha hecho que Japón esté dominado por las generaciones mayores que todavía son más propensas a tener un número de fax que una dirección de correo electrónico”, indica Shigeyuki Miya, uno de los vicepresidentes de la Asociación Japonesa de Redes de Comunicación e Información.
Pero el país se enfrenta ahora a nuevos temores sobre la creciente división entre las generaciones del fax y las posteriores a él. NTT está ofreciendo servicios que permiten a los ancianos usar el fax para enviar mensajes a los teléfonos inteligentes de sus hijos y de sus nietos, donde aparecen como documentos adjuntos a los correos electrónicos. “Hemos creído en el fax desde el principio”, señala Shibatal. “Y queremos que siga evolucionando para que no desaparezca”.
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