Londres también quiere ser Silicon
La capital inglesa incentiva la llegada de inmigrantes y de empresas especializadas en nuevas tecnologías
El East End era, hasta hace poco, uno de los barrios de Londres en los que convivía una clase media con un alto índice de inmigrantes. En su mayoría se dedicaban a trabajar en los muelles, cerca de la Torre de Londres.
El ajustado precio de su suelo lo ha convertido en un lugar idóneo para restaurantes, bares y galerías de arte. Desde hace poco más de un año, Londres ha decidido que se necesitan más inmigrantes en la zona, pero no de perfil industrial, sino tecnológico. La apuesta va acompañada de una inversión de 10.000 millones de euros por parte del gobierno local.
Eric Van Der Kleij es consejero delegado de la empresa estatal creada al efecto, Tech City. Su meta es atraer talento, hacer que antes de pensar en ningún otro lugar, se tenga Londres en cuenta. Ofrece ventajas fiscales y consultoría gratuita por parte de su equipo. Este diario fue invitado a conocer algunas de las empresas que están en la zona.
“No queremos ser menos que San Francisco o Nueva York. De hecho, pensamos que desde nuestra ciudad se abren puertas y tenemos una situación geográfica óptima”, explica el directivo. Su prioridad es atraer grandes empresas, emprendedores, inversores y, esto lo subraya, talento. De momento cuenta con el compromiso de Google, que ha puesto en marcha un centro de innovación, y Cisco, que invertirá 370 millones de euros en los próximos cinco años. La web de viajes Dopplr, la musical Last.fm y el servicio de gestión de redes sociales Tweetdeck ya tienen su sede aquí.
SnapFashion hace la foto de una prenda y busca el mejor comercio
Trampoline Systems, una de las pequeñas ideas que florecen allí, ha hecho un metaproyecto, TechCity Map, que monitoriza las acciones en redes sociales de las empresas asentadas en la zona y la interacción entre las mismas. El censo supera el millar de compañías, ya sean grandes o pequeñas.
Aunque muchas ponen el foco en las redes sociales, las finanzas también tienen su interés. Nutmeg y Open Gamma quieren cambiar la forma en que se gestionan las inversiones. Nick Hungerford, fundador de Nutmeg, cree que ya es hora: “Vamos a ofrecer productos financieros que antes solo estaban al alcance de los ricos. La diferencia es que nosotros permitimos que el dinero se saque en cualquier momento y somos mucho más transparentes. Cada usuario sabrá y decidirá en qué invierte”. El sitio se queda con un porcentaje de las ganancias. Hungenford, norteamericano, anuncia: “Esto solo podíamos hacerlo en la city’”.
Disrupción es la expresión que se repite. Casi todos los emprendedores se centran en un negocio ya conocido para darlo una vuelta de tuerca y ahorrar costes. Es el caso de Shutl, un servicio de reparto a domicilio que prescinde de los grandes de la paquetería. Al contrario, funciona con más de 90 empresas que solo cuentan con el 4% de los envíos. El motivo es sencillo, creen que se puede dar una atención más personalizada al cliente y a un precio más ajustado.
Jenny Griffiths es la fundadora de SnapFashion, una aplicación para iPad. Harta de no tener tiempo ni ganar para ir de compras y encontrar lo que le gusta ideó la manera de que su iPhone le dijera dónde podría comprar el envidiado bolso de su amiga. En lugar de ir de tienda en tienda solo tiene que hacer una foto del objeto de deseo, segundos después la aplicación indica de qué se trata, en qué tienda puede adquirirlo y a qué precio. Griffiths no quiere lanzar su aplicación hasta que no tenga listo una especie de probador virtual.
MixCloud es una referencia muy popular en la escena dance
“Así, con las medidas podrá saber cómo le queda y comprarlo directamente”, aclara. Si lo compran desde su programa se embolsa entre el 6% y el 10% del precio.
SoundCloud nació en California, donde mantiene una sede. El servicio sirve para hospedar sonidos y compartirlos. Desde canciones a grabaciones de conversaciones. SongKick invita a descubrir nueva música basada en los gustos propios y de nuestro entorno en Facebook.
MixCloud es todavía más sofisticado, tanto que están en la lista de los servicios recomendados por la red social creada por Mark Zuckerberg. Hace tres años un grupo de estudiantes que se conoció en Cambridge tenía en mente crear una radio musical diferente, ajustada al gusto de los oyentes sin hacerles pagar. Con cinco millones de personas registradas se han convertido en el servicio de referencia en la escena dance.
“Los clubes de la isla de Ibiza o Ministry of Sound publican sus listas de canciones en MixCloud. Nos alegra esta confianza porque nunca tuvimos inversores externos y fuimos creciendo poco a poco, con nuestros propios medios”, explica Nikhil Shah, miembro del equipo fundador.
Una creadora de 15 años
Bossa Studios, comandado por el brasileño Henrique Olifiers, crea juegos para Facebook. En octubre cumplieron un año. Considera que lo más duro es conseguir desarrolladores. Tiene 25. “Ahí competimos directamente con los bancos. Así que la decisión está en manos de los que hacen el código: o divertirse con nosotros o hacer dinero en un mundo gris”, dice sonriendo.
El plan de Apps for Good es todavía más ilusionante. Son los únicos sin ánimo de lucro. Se trata de un programa de la ONG CDI, que emplea la tecnología para acabar con la desigualdad. Normalmente trabajan en América Latina, sin embargo, han encontrado en la capital británica el ambiente perfecto para enseñar a jóvenes excluidos a crear aplicaciones. Cada alumno cuenta con una tableta Android cedida por Dell y unos tutores que les ayudan a dar forma a sus ideas. Una clase de colegiales de 14 años han creado una aplicación para evitar el acoso escolar. Mohima, de 15 años y con un velo que cubre su cabeza, pensó en sus padres, que no entienden el inglés, pero se interesan por su evolución en clase. “He creado un programa en el que cada día mis profesores indican si hice bien los deberes, si me supe la lección o llegué tarde y se traduce para que mis padres vean la tableta y sepan mis progresos. También pueden solicitar una cita a mi tutor”.
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