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'Forzza' hace ruido en el 'paddock'

Los amantes de la simulación estrenan juguete, Forza Motorsport, al que algunos ya apodan el 'Gran Turismo killer'

Los jugones no tienen piedad, y menos los adictos a las carreras. Da igual que un simulador incluya 50 o 500 modelos de coches, que tenga todos los circuitos del mundo o que permita competiciones on line con una legión de freaks… Si no hay realismo, el insulso título será objeto de mofa y algún que otro escupitajo. Conscientes del riesgo, y tras casi tres años de cónclave, los cerebros de Microsoft Game Studios se han asomado al balcón al grito de habemus Forza motorsport.

El anunciadísimo simulador de conducción, exclusivo para Xbox, llega con la intención de pillar el rebufo a Gran turismo 4 y meterle el morro en la primera curva. Un amplio equipo de ingenieros de automoción y programadores han conseguido que el juego destile realismo desde el primer rugido del motor hasta los obligados trastazos contra muros y vallas. Salvo las tortícolis y contusiones que sus creadores han tenido la deferencia de omitir, Forza motorsport deja poco a la imaginación. Desde la puesta a punto de los coches, entre los que hay modelos de más de 60 conocidos fabricantes, se intuye que la cosa va en serio: no se trata sólo de atiborrarlos de pegatinas y colorines; también hay que controlar la presión de las ruedas, retocar el cambio de marchas, la distribución del combustible, la coordinación de tiempos en los cilindros… En fin, si te suena a chino, empieza a empollar revistas especializadas, porque es sólo el principio.

Las modificaciones influyen en el rendimiento del coche, pero también las condiciones externas, como la temperatura, el viento o el tipo de circuito: por ejemplo, los neumáticos y la suspensión reaccionan a los cambios de calor y de presión y a la carga aerodinámica. Por eso, da igual que salgas a la pista con una flamante y tuneada nave espacial… Si has hecho chapuzas en el taller, rodarás como el camión de la basura. Algo parecido le pasó al avezado piloto de GT Miguel Ángel de Castro, quien después de destrozar su lujoso Porsche en una partida de demostración tuvo que sincerarse: "Es una representación bastante fiel de lo que ocurre en la pista: ese peso que sientes en las curvas, la potencia de cada modelo, las diferencias de conducción según el circuito y, sobre todo, la concentración para no irte de morro".

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