La batalla política del feminismo
Ningún partido quiere quedarse fuera del movimiento que este domingo volverá a sacar a cientos de miles de mujeres a la calle en España
En la agenda de los partidos esta semana tocaba feminismo. El Gobierno de coalición había acordado aprobar en Consejo de Ministros el anteproyecto de la ley de libertades sexuales antes del 8-M. Lo hizo, pero el espectáculo previo y posterior a la presentación de la ley por las diferencias entre el PSOE y Unidas Podemos ha abierto la que es hasta ahora la brecha más profunda en el Ejecutivo. El PP decidió sumarse a la manifestación de este domingo. Lo anunció a través de la diputada Cuca Gamarra, que se declaró públicamente feminista. Pero su portavoz parlamentaria, Cayetana Álvarez de Toledo, dijo que ella ni hablar. Que a ella nadie le decía lo que tenía que hacer, que era feminista, sí, pero feminista “amazónica”. Lo de ponerle apellidos al feminismo también lo usó Ciudadanos [feminismo liberal], ahora más ausente del debate diario en busca de su refundación. Hasta Vox cumplió con el calendario y difundió un vídeo, en su caso contra el “feminismo supremacista” que, sostienen, representan todos los demás. Ningún partido quiere quedarse fuera de la fuerza de un movimiento que este domingo volverá a sacar a cientos de miles de personas a las calles de toda España.
La política intenta seguirle el paso a una revolución que resurgió con fuerza en España a partir de 2018. Tanto en el PSOE como Unidas Podemos, partidos que se definen feministas, como en las fuerzas de la derecha, que reivindican que el feminismo no es propiedad de la izquierda y buscan reinventar un concepto con el que sentirse más cómodos. “El PP está un poco perdido en cómo se ubica en torno a esto. No terminan de saber bien cómo encajar”, apunta la politóloga y analista de Agenda Pública Yanina Welp. La irrupción de Vox, el partido de ultraderecha que niega la existencia de la violencia de género, también embarra un terreno en el que hasta ahora, al menos en las formas parlamentarias, había imperado el consenso.
El anteproyecto de ley presentado esta semana por el Ministerio de Igualdad, liderado por Irene Montero, conocida como ley del solo sí es sí, era uno de los principales compromisos del Ejecutivo, cuyo programa de coalición pone el acento en las políticas feministas. El agrio enfrentamiento, principalmente entre la vicepresidenta Carmen Calvo (PSOE) -exministra de Igualdad- y Montero, por los defectos formales del texto y los tiempos de su presentación acabó eclipsando el contenido de la ley. “Si no sales con una propuesta sólida y firme, al final pierde fuerza y legitimidad”, lamenta Paz Lloria, profesora de Derecho Penal en la Universidad de Valencia. “Ha quedado al descubierto que pesa más lo estratégico, la disputa por ver quién se posiciona como el verdadero representante del feminismo, frente a lo ideológico”, lamenta Welp.
La batalla por capitalizar el movimiento no es menor. España es cada vez más feminista, sobre todo entre las nuevas generaciones. El 57% de las mujeres jóvenes sitúa su convencimiento feminista en un ocho en una escala del uno al 10, según el Diagnóstico de las mujeres jóvenes en la España de hoy (2019), del Instituto de la Mujer. En el último CIS de febrero, el 23,6% de los encuestados señalaron que Unidas Podemos es el partido que más hace por la igualdad de derechos y oportunidades de las mujeres, frente a un 22,4% que señaló al PSOE. La diferencia en términos absolutos es mínima, pero la brecha se ensancha si se observa la edad de los encuestados. En el grupo de edad entre 18 y 24 años, un 38% considera a UP el partido que más hace por la igualdad frente a un 16% que apunta al PSOE. La diferencia se va reduciendo a medida que avanza el grupo de edad y el PSOE solo se pone por encima a partir de los 55 años. Una pugna generacional que los partidos aspiran a traducir en votos. “Todos los partidos intentan instrumentalizar los momentos y no es malo. Lo que tiene que trasladarse es en compromiso y en hechos”, sostiene la politóloga Lidia Fernández Montes.
Los partidos de la derecha (PP y Ciudadanos) tampoco quieren quedarse fuera de un grueso de votantes cada vez mayor que se declara feminista. El partido de ultraderecha, cuyos votos sostienen al PP en varias comunidades como Madrid o Andalucía, obliga a los populares a un difícil equilibrio. “Se impone mucha estrategia para ver qué ganan con el feminismo y qué ganan acercándose a Vox”, explica Welp. El PP de Pablo Casado decidió este año asistir a la manifestación, algo que rechazaron en 2019 por considerar que el manifiesto era “partidista y politizado”. La salida de Álvarez de Toledo, desmarcándose de la posición oficial del partido, no sentó bien entre los populares, pero afianza ese doble papel del partido. En un terreno polarizado al máximo por Vox, el PP estará en la manifestación, con Cuca Gamarra al frente, y no estará con Álvarez de Toledo esgrimiendo su libertad personal para ser “feminista amazónica de la escuela de Camille Paglia”, que rechaza el papel de víctimas de las mujeres.
Las expertas critican esa polarización y la búsqueda obsesiva por el relato político que pone más el acento “en la foto que en la búsqueda real de soluciones”, asegura Lloria. “Se necesita inteligencia, no uso estratégico del feminismo”, resume Welp. Pero la estrategia se impone este 8-M en las agendas de los partidos. Políticas socialistas, de Unidas Podemos, de Ciudadanos y del PP se difuminarán entre los miles de personas que previsiblemente volverán a llenar las calles de España este año. Los lemas y las proclamas de las mujeres exigiendo igualdad real de derechos volverán a opacar un año más a los partidos. Los gritos feministas cierran una semana política en la que el tono bronco volvió a imponerse, una vez más, por encima del mensaje.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.