Instagram cierra durante unas horas la cuenta de Cristina Fallarás en la que se publicó el testimonio que ha desembocado en la dimisión de Errejón
La escritora cuenta que la directora de Meta la ha llamado para disculparse y le ha explicado que se cerró debido a un “aluvión de denuncias”
La mañana de este sábado, cuando la periodista y escritora Cristina Fallarás fue a abrir su cuenta de Instagram, no pudo. La aplicación de Meta se la había cerrado sin ninguna explicación más allá de un mensaje en el que la avisaba de que debía adoptar “las medidas necesarias” o perdería “el acceso”. Ha ocurrido cinco días después de que, a través de esa misma cuenta, Fallarás hiciera público un testimonio anónimo de una mujer que aseguraba haber sido víctima de violencia machista por parte de un político. En ningún momento y en ningún caso publicó ningún nombre, pero apenas tres días después Íñigo Errejón, el hasta entonces portavoz parlamentario de Sumar, dimitió, entregó su acta de diputado, reconoció los hechos y abandonó la política institucional. Unas horas después, a primera hora de la tarde de este sábado, la cuenta ha vuelto a reactivarse. Fallarás ha afirmado que la directora de Meta la ha llamado para pedirle disculpas y le ha explicado que se cerró debido a un “aluvión de denuncias”, pero que la compañía ha decidido volver a abrirla.
Este sábado, a Fallarás solo le apareció el siguiente mensaje: “Se ha suspendido tu cuenta de Instagram porque esta o la actividad en ella no cumplen nuestras normas comunitarias”. Se añadía que si ella creía que habían cometido un error, tenía hasta el 24 de abril del año que viene para apelar la decisión. Lo hizo, pero al teléfono reconoció entonces estar “muy preocupada”. Puntualizó que colgó el testimonio como siempre, “sin dar nombres, nunca”. Lleva haciéndolo un año y tres meses en esa cuenta de Instagram (@cfallaras, ya activa de nuevo): relatos de mujeres que narran violencia sexual, violencia psicológica, violencia económica, violencia física y todas aquellas formas de violencia machista que sufren cada día. Y lo ha hecho “sin parar, cada día”.
Acumula miles de testimonios en su cuenta porque, ha explicado también en un vídeo que ha enviado a través de sus redes de mensajería, “muchas mujeres no se atreven a narrarlos en instancias judiciales, policiales o en los medios de comunicación”. Y “por eso mismo es útil”, porque lo que podría haberse quedado sin narrar, sin existir, aparece: “Son relatos que se difunden, de ellos se puede hacer eco la prensa, los medios, y sobre todo las mujeres nos vemos reconocidas en los relatos de otras y aprendemos que no hay ni miedo ni vergüenza, que podemos relatarnos”.
“No es una cuestión de algoritmo básica, no es casual que suceda después de publicar un testimonio que acaba con la dimisión de un político y empiezo a publicar otros que se refieren a políticos y periodistas, siempre sin dar el nombre, siempre”, reflexionaba al teléfono sobre este segundo cierre, antes de que la cuenta se reabriera. Porque no es la primera vez que Meta le enviaba ese mensaje. El pasado 1 de marzo también le apareció al abrir la aplicación por “publicación de contenidos indebidos”. “Hubo una protesta multitudinaria [en redes] que llegó a la UE, y la volvieron a abrir el 8 de marzo”, ha recordado ella.
Una vez reabierta su cuenta este mismo sábado, a través de sus redes de mensajería, Fallarás ha lanzado el siguiente mensaje: “Queridas, me ha llamado la directora de Meta para pedirme disculpas. Se ha cerrado por un aluvión de denuncias (por lo que sea...) y ellas la han vuelto a abrir. Muchísimas gracias a todas por vuestro apoyo. Seguimos”.
Lo que le ha sucedido este sábado, ocurrió también el pasado 1 de marzo. Aunque esta vez solo durante unas horas. Fallarás ha temido que, si no le devolvían la cuenta, parte del contenido, las miles de historias de mujeres que guarda, se perdieran para siempre: “No es que haya habido una denuncia y te la suspendan hasta ver qué pasa [algo que le ocurre cada cierto tiempo], es un cierre, una inhabilitación, yo apelo como ya he hecho, y pueden dármela o no dármela y que desaparezca todo esto”. Ella va guardando esos testimonios, haciendo copias de seguridad, pero es un trabajo ingente por el volumen y, al hacerlo de forma periódica, puede haber una proporción de ellos que si Instagram no rehabilita su cuenta, no pueda recuperar. Hay en esa cuenta centenares de mensajes que aún no había leído.
“A partir de ahí, tenemos que preguntarnos si el silencio que nos imponen es tan bestia que llega al cierre de cuentas donde lo único que se hace es dar voz a las mujeres”, ha dicho Fallarás. Insiste también en que ella publica testimonios, “no denuncias”. Su cuenta, desde hace más de un año, se había convertido en un espacio seguro para aquellas mujeres que querían contar la violencia que habían sufrido, pero la creación de ese inmenso archivo de testimonios —en los que siempre anonimiza los nombres tanto de las mujeres como de los hombres de los que hablan en los casos en los que los nombran— no fue una idea de la nada.
El 26 de abril de 2016, la Audiencia Provincial de Pamplona dictó la primera sentencia sobre La Manada: abuso sexual con prevalimiento para los cinco hombres que abusaron de una chica de 18 años durante la primera noche de San Fermín en 2016. Esa misma tarde, Fallarás publicó un post en X (antes Twitter) con un hashtag: #Cuéntalo. Entre ese día y el 9 de mayo, alrededor de 790.000 mujeres —en su inmensa mayoría, aunque también hubo hombres— escribieron casi tres millones de tuits contando, compartiendo su historia.
A esa respuesta masiva Fallarás le dio en aquel momento una definición: “Una nueva memoria colectiva nunca antes narrada”. Con números “abrumadores” y que no se parecía al Me Too porque detrás no había “nadie conocido”. Para ella fue un chorro horizontal. “Creer o no creer es un acto consciente, y ni los hombres ni la justicia estaban creyendo en su relato [se refería con aquellas palabras a la víctima de La Manada]. Y en parte es porque no existe este relato común. Decidí que tenía que llamar a la gente a contarlo”, arguyó en aquel momento la escritora.
Desde entonces, el Cuéntalo ha seguido funcionando. Ella salió hace tiempo de X por la violencia continua que sufría cada día en esa red social, pero encontró y creó en Instagram un nuevo lugar para esos relatos, para esas mujeres que querían, a través de ella, contar la violencia. Y este sábado, durante las horas en que su cuenta permaneció cerrada, afirmaba que si la cuenta no volvía, esos relatos existirían en otro sitio: “Porque es un ataque contra la voz de las mujeres, la voz de todas, lo que se hace es imponer de nuevo el silencio. No nos van a callar, si no es en la mía, se narrarán, nos narraremos, en las de muchas, porque estamos todas en esto”.
El bloqueo o suspensión de una cuenta de Meta
Cuando se bloquea o suspende una cuenta en una red de Meta, el usuario no tiene herramientas instantáneas para saber el motivo exacto de ese cierre. La aplicación le da la opción de elevar la pregunta y pedir explicaciones a la compañía, pero la respuesta puede tardar días o semanas.
Estas situaciones son complejas y delicadas. La interpretación que hace Meta de cuándo el contenido infringe sus normas viene dada, a menudo, por las conclusiones que saca un sistema automatizado. Así, si el robot lee palabras clave que apuntan a comportamientos o conductas que contradicen las normas de la compañía, puede interpretar que es ese usuario quien las promueve, aunque no sea así.
Por ejemplo, si alguien recoge en su perfil una denuncia de otra persona relatando una agresión sexual cuando tenía 13 años, el sistema de reconocimiento de palabras puede interpretar que el dueño de la cuenta está promoviendo la explotación sexual de menores. Las reglas y directrices por las que se rigen estos dispositivos automatizados de vigilancia de contenido acostumbran a ser, además, poco claras.
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