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Clima extremo y epidemias: cómo unas lluvias intensas acabaron con 75 personas hospitalizadas por comer lechuga contaminada

Un estudio de Reino Unido alerta del papel de los cada vez más frecuentes fenómenos extremos como causa de brotes e intoxicaciones alimentarias. España, entre los países más vulnerables

Rows of lettuce crop in England.
Vista general de un cultivo de lechugas en Inglaterra.Geography Photos/Universal Images Group/ Getty
Oriol Güell

Las alertas sanitarias saltaron en el Reino Unido a principios de septiembre de 2022. En solo 72 horas, entre los días 5 y 7 de ese mes, el laboratorio de referencia del país confirmó 73 casos de intoxicaciones alimentarias por el serotipo O157 de Escherichia coli productora de toxina Shiga, un patógeno de origen animal que requiere la hospitalización de cerca del 30% de los pacientes y es mortal en algunos niños. Como lo habitual en el país es que no haya más de una quincena de positivos mensuales —y las muestras sospechosas seguían llegando a cientos—, las autoridades británicas declararon el mismo día 7 la existencia de un brote nacional y crearon un grupo de trabajo, llamado equipo de gestión de incidentes (IMT, en sus siglas en inglés), con miembros de varias agencias de salud, seguridad alimentaria...

Las gestiones del IMT revelaron pronto que la causa del brote eran lechugas contaminadas por la bacteria. “Pero seguíamos sin saber cómo se habían contaminado. Se llevaron a cabo más investigaciones para determinar si los factores climáticos habían influido. Mediante nuevas técnicas y análisis, incluidos datos meteorológicos, información sobre el uso del suelo y las granjas de ovejas, pudimos comprender mejor los eventos que probablemente llevaron al brote”, contesta por escrito a EL PAÍS un portavoz de la Agencia de Seguridad Sanitaria del Reino Unido (UKHSA).

El resultado de estos trabajos es un brillante artículo, publicado en el último número de la revista científica Eurosurveillance, que es la última evidencia del enorme impacto que los factores climáticos tienen sobre la salud pública y los retos que plantean los fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes. Una idea clave es la de los “riesgos en cascada” asociados al cambio climático, es decir, cómo un episodio extremo de lluvias (o cualquier otro fenómeno) pone en marcha “una secuencia de eventos secundarios conectados causalmente” que acaban relacionándose con un grave problema de salud pública.

Agua estancada e inundaciones

“Las investigaciones determinaron cómo una serie de fenómenos meteorológicos adversos en julio y agosto de 2022 probablemente provocaron la contaminación de los cultivos. Los períodos prolongados de clima extremadamente seco y las fuertes lluvias que siguieron posiblemente contribuyeron a la amplificación y propagación de las bacterias a través del medio ambiente, con agua estancada e inundaciones, lo que finalmente provocó la contaminación de los cultivos”, explican desde la UKHSA.

Isidro Mirón, jefe del Distrito de Salud Pública de Torrijos (Toledo), profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Rey Juan Carlos y uno de los mayores expertos españoles en la materia, destaca el interés del artículo. “Es un trabajo interesante que relaciona un brote importante de enfermedad con el consumo de lechugas contaminadas. El cambio climático aumenta el riesgo de enfermedades de transmisión alimentaria e hídrica porque cada vez son más frecuentes los fenómenos meteorológicos extremos como lluvias torrenciales y el aumento de temperaturas”, defiende

El artículo publicado destaca por la precisión con la que se describen los factores encadenados que llevaron al gran brote nacional. Pero los expertos apuntan a que, como fenómeno global que es el cambio climático, episodios similares pueden ocurrir en todos los países y que España es especialmente vulnerable a ellos por su posición geográfica. “Sin ir más lejos, se ha sugerido que el excepcional aumento de casos por criptosporidiosis [infección intestinal] en España en 2023 puede ser debido a la potente DANA que afectó a varias regiones en agosto y septiembre de ese año”, resalta Mirón.

Uno de los episodios más importantes de este incremento se produjo en la comarca aragonesa de Tarazona, donde más de 500 personas resultaron afectadas por el consumo de agua del grifo contaminada por el protozoo del género Cryptosporidium, otro patógeno de origen animal. Las investigaciones revelaron que la fuente más probable del brote fueron explotaciones ganaderas situadas aguas arriba del río Quiles en la provincia de Soria y que las fuertes lluvias habían arrastrado el agente causal de la enfermedad desde ellas hasta el cauce fluvial, contaminando los sistemas de agua potable al desbordarse.

“El artículo de Eurosurveillance es fantástico en la forma en la que logra documentar el clon implicado en el brote y su relación causal en este caso con lechugas contaminadas, lo que es algo que suele ser muy difícil de conseguir y que los autores logran de forma excepcional”, aplaude Luis Buzón, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC).

Este experto explica que la Escherichia coli “es una bacteria de lo más común, por ejemplo, es la causa más frecuente de infección urinaria en cualquier mujer”, entre muchas otras manifestaciones clínicas. “Lo especial de este clon, el O157, es que produce una toxina denominada Shiga. Suele colonizar el sistema digestivo de ganado bovino y de ovejas y, si llega al ser humano, produce infecciones que puede evolucionar a formas graves, especialmente el llamado síndrome urémico hemolítico (SUH) que cursa con complicaciones como la anemia hemolítica y daño renal agudo”, añade Buzón.

Entre agosto y octubre de 2022, según los datos del estudio, las autoridades sanitarias británicas confirmaron la dimensión de la epidemia: 259 casos vinculados al brote en casi todo el país debido a la amplia distribución comercial de las lechugas contaminadas. El síntoma más común entre los afectados fue diarrea (el 92%), dolor abdominal (87%) y sangre en las heces (65%). Un total de 75 personas necesitaron ser hospitalizadas. Un dato positivo es que ningún paciente desarrolló el síndrome urémico hemolítico ni se registraron fallecimientos. Los grandes estudios en la literatura científica señalan, en cambio, que casi el 5% de los infectados por el serotipo O157 de Escherichia coli desarrollan SUH —porcentaje mucho más elevado en niños— y que cerca del 0,5% fallecen.

Luis Buzón se muestra más cauto a la hora de vincular el gran brote con el cambio climático. “Es un clon que conocemos desde hace décadas. Es cierto que en este caso está relacionado con un episodio de lluvias torrenciales, pero que el caso se deba al cambio climático es más bien una hipótesis”, opina. Isidro Mirón, por su parte, apunta que no le “gusta relacionar brotes concretos con el cambio climático”, aunque insiste en que el “aumento del riesgo” de este tipo de problemas de salud pública relacionados con fenómenos climatológicos cada vez más frecuentes “es evidente”.

Para la UKHSA, en cualquier caso, es importante determinar por qué se produce un brote: “Puede ayudarnos a prevenir futuros episodios. Como prevemos más lluvias intensas debido al cambio climático, las técnicas utilizadas en esta investigación podrían aplicarse a futuros episodios para complementar la epidemiología tradicional y los métodos de investigación de la cadena alimentaria, así como en las evaluaciones de riesgos para ayudar a los agricultores a cultivar productos seguros para el consumo humano”.

En las conclusiones del artículo —del que el internista Neil Cunningham, de la UKHSA, es el primer firmante—, los autores admiten la dificultad de hacer frente a este tipo de brotes: “Los casos de contaminación de productos frescos suelen ser transitorios y los brotes suelen terminar antes de que puedan implementarse medidas de intervención. Sin embargo, cada vez hay más pruebas que demuestran que los brotes vinculados a productos frescos y causados por la misma cepa de bacterias [...] pueden volver a ocurrir año tras año”.

Por ello, siguen, “es importante resolver la causa raíz de dichos brotes, hacer recomendaciones e implementar medidas preventivas y de control”. Para conseguirlo, proponen “utilizar proactivamente los datos de monitoreo meteorológico en tiempo real para identificar granjas que experimenten eventos climáticos adversos que puedan amplificar el riesgo”. A modo de conclusión, los autores proponen: “Por lo tanto, recomendamos un uso más rutinario de datos meteorológicos, animales y terrestres incorporados en la investigación de brotes para correlacionar los patrones de fuertes lluvias y otros eventos climáticos inusuales con los brotes e incidencia de enfermedades gastrointestinales transmitidas por los alimentos [para] comprender mejor el impacto del cambio climático en la salud pública”.

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Sobre la firma

Oriol Güell
Redactor de temas sanitarios, área a la que ha dedicado la mitad de los más de 20 años que lleva en EL PAÍS. También ha formado parte del equipo de investigación del diario y escribió con Luís Montes el libro ‘El caso Leganés’. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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