Un fraile de La Salle decía sobre Ezkiaga, acusado de abusos: “Meterse en los asuntos de Patxi puede ser tan peligroso como entrar en una cueva”
Exalumnas del colegio de la orden en San Sebastián reúnen más de 400 firmas para exigir la verdad sobre el caso de pederastia del profesor, que la congregación reconozca el encubrimiento e indemnice a las víctimas. Ascienden a 26 las mujeres que lo acusan
EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.
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El escándalo del caso de pederastia de Patxi Ezkiaga, el hermano de La Salle y conocido escritor en euskera acusado de abusos en el colegio de la orden en San Sebastián, sigue creciendo. Tras la primera acusación de una víctima a través de EL PAÍS, el pasado mes de mayo, han emergido numerosos testimonios. Este diario ha recogido ya un total de 26 de mujeres que denuncian haber sufrido abusos en su infancia, entre 1976 y 1996, por parte de Ezkiaga, fallecido en 2018. Además de otros nueve testimonios de testigos, exalumnos que corroboran las acusaciones. Este periódico también ha publicado que la orden conoció las agresiones sexuales en los años noventa y no tomó ninguna medida. Cuatro antiguas alumnas aseguran que informaron al colegio de los abusos, por distintas vías, en 1991, 1995 y 1996, respectivamente, sin ningún resultado.
Un documento refuerza ahora las sospechas de que los hábitos de Ezkiaga, que acosaba sistemáticamente a las alumnas, eran vox populi, como denuncian las víctimas, y que fueron conocidos en el colegio, en la orden y en el mundo de la literatura en euskera, donde era un autor prestigioso. Se trata de un libro de homenaje a Ezkiaga, con recuerdos sobre su vida, escrito por otro hermano de La Salle, también escritor en euskera, Joxe Ertzibengoa Otaegi. Se encuentra en versión PDF en la página web de la congregación en el País Vasco, en el apartado “Publicaciones”. Ertzibengoa dedicó a su amigo una trilogía, Recordando al hermano Patxi Ezkiaga, y en el último volumen, titulado en euskera Hablando por los codos con el que amaba, con fecha de 2019, después de su muerte, reproduce una conversación que tuvo con él. Fue en los años ochenta, cuando Ezkiaga le dejó leer un nuevo libro de poemas que estaba preparando, cuyo título, en realidad, era un nombre de mujer al revés. Concretamente, el de una chica a la que Ertzibengoa llama “la de Izaba”, el pueblo de Navarra donde Ezkiaga iba a menudo con alumnas a hacer excursiones y organizaba campamentos en verano. Es el lugar en el que se produjeron algunos de los abusos denunciados, y donde surgió en 1991 la primera de las denuncias internas que han salido a la luz.
Escribe Ertzibengoa que al ver el título y comprender que hablaba de una mujer que conocía y con la que pasó algo que no acaba de concretar, se quedó muy alterado: “El nombre me dejó atónito. Pero meterse en los asuntos de Patxi puede ser tan peligroso como entrar en la cueva de San Martín”. Le pregunta por ello a Ezkiaga y le dice que, efectivamente, ha adivinado lo que oculta el título. Ertzibengoa responde: “Esa sospecha la tuve desde el principio, pero no me atrevía a decirlo. Algunas de tus cosas me dan vértigo, créeme”. “Bueno, es lo que hay”, responde Ezkiaga. Sobre la mujer de Izaba, Ertzibengoa le dice: “Estoy seguro de que has tenido en mente (...) aquello que pasó, lo del cura y la gente”. Él contesta sobre eso que pasó: “Me hizo mucho daño”, y añade: “Por cuatro magdalenas llorosas, el cura tuvo que ceder”.
Este diario ha hablado con una víctima de Ezkiaga, que corresponde al nombre citado y que también sufrió sus abusos en Izaba. Confirma que en su momento, cuando salió el libro, Ezkiaga le dijo que se refería a ella. “Me regaló y dedicó a mano todos los libros que iba editando. Los tiré todos a la basura”, relata. Las denunciantes de los abusos comunicaron los detalles del libro a La Salle hace ya casi un mes, el pasado 2 de julio, para que hablara con el autor, pero aún no han tenido respuesta.
La orden, contactada por este diario para saber el resultado de sus indagaciones, explica a través de una portavoz que se puso en contacto con el autor del texto el 4 de julio: “La respuesta fue muy clara y la hemos incorporado al expediente de investigación. Según su explicación, en ningún momento se hace referencia a nada que tenga que ver con los abusos y por eso mismo, en ese sentido, consideramos que debíamos dar por cerrado este tema”. Preguntada a qué se refería entonces el texto, afirma que desconoce los detalles, “pero evidentemente las explicaciones convencieron al interlocutor y por lo tanto, no tenemos nada que decir”. Este diario también pidió hablar con el autor del texto, pero no obtuvo respuesta.
Varias denunciantes se han reunido con responsables de La Salle, pero describen encuentros decepcionantes, donde no reconocen nada: “Son unos mentirosos. A mí me lo han negado todo, pero lo sabían. Podían haber evitado muchas víctimas si hubieran actuado. El superior de la orden, que es de aquí, me vino a decir que casi no lo conocía, y tras salir la noticia un exdirector del colegio se presentó en casa de mi familia llorando, a decir que no sabía nada, pero sí que lo supo”, afirma Marisol Zamora, la primera mujer que acusó a Ezkiaga.
Un grupo de exalumnas del colegio, ante la opacidad que denuncia en La Salle, ha puesto en marcha una recogida de firmas para exigir a la congregación que indemnice a las víctimas del religioso, admita el daño causado y pida perdón públicamente. La iniciativa, promovida en la plataforma Change.org, ya contabiliza más de 400 firmas. “El ambiente era de tensión constante, teniendo atemorizadas a las niñas. Los adultos que había a su alrededor intuían o percibían como mínimo que ejercía su poder sobre los alumnos de forma abusiva. No es creíble que unos críos viéramos lo que estaba pasando en las clases ante 40 personas, y que ningún fraile/profesor supiera nada”, dice el texto colgado en la plataforma.
La publicación de los primeros testimonios en EL PAÍS llevó el pasado mes de junio al ayuntamiento guipuzcoano de Legorreta, pueblo natal de Ezkiaga, a retirarle los honores con los que contaba en el municipio: el título de hijo predilecto, una estatua conmemorativa y el nombre de la casa de cultura de la localidad. Ahora, las víctimas buscan que La Salle asuma sus responsabilidades, pues muchas víctimas que han contactado con la orden creen que no quiere revelar lo que sabe y no tiene interés en hacer que toda la verdad salga a la luz. “Queremos provocar que la institución mueva ficha. Es un caso masivo y abrumador”, dice Olatz Mercader, exalumna del centro y abogada, que es una de las promotoras de la iniciativa.
Los antiguos estudiantes piden que se ponga el foco en la orden y la dirección del colegio, que encubrieron los abusos. “Necesitamos reconstruir nuestras vidas a partir del reconocimiento”. Los exalumnos recuerdan que los abusos del religioso, que llegó a ser director del centro, eran “vox populi”, solo por lo que sucedía a ojos de todos: “Hemos visto que sacaba a las mismas alumnas a la pizarra a diario, las toqueteaba con el puntero, les susurraba al oído, las ponía sobre sus rodillas, les manoseaba los pechos. Hubo alumnas a las que abordó en su despacho y/o en su habitación. Hubo alumnas de las que abusó en el refugio de Izaba. Atacaba a alumnas protegido y al amparo de ese halo de impunidad del que gozaba en la congregación”.
El objetivo, dice Mercader, no es tanto una recogida masiva de firmas, sino que se sumen todos los antiguos estudiantes del centro, con la motivación que explica la nota de la campaña: “Apoyamos y damos fe de que los testimonios recogidos en EL PAÍS son verdaderos. Con la perspectiva que dan los años de revivir día tras día ese maltrato y abuso sexual al que fueron sometidos los menores. Afectando gravemente a las conductas en la edad adulta, las relaciones sociales de cualquier índole, al rendimiento académico, incluso al entorno laboral y a la autoestima de la persona”. Por ello, reclaman a La Salle que pida perdón “públicamente” mediante un comunicado en el que “reconozcan el daño que ha provocado su silencio, aumentando así el número de víctimas al no detenerlo y ser cómplices desde la omertà y la negligencia ético-moral”. También exigen a la orden que indique qué va a hacer al respecto, qué pasos dará y en qué plazos, y un plan de reparación con un servicio de atención y ayuda psicológica impartida por profesionales independientes.
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