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Las llamadas por violencia sexual a menores se disparan: “Mi cuñado llevaba años violando a mi sobrina”

La línea telefónica de ayuda de la Fundación ANAR refleja un crecimiento de más del 350% en los últimos 15 años. Este tipo de agresiones contra niñas y adolescentes suelen permanecer ocultas

Manifestación en Barcelona durante el 8-M, Día Internacional de la Mujer.
Manifestación en Barcelona durante el 8-M, Día Internacional de la Mujer.Eric Renom/LaPresse (LaPresse)
Isabel Valdés

Un tono, dos tonos. Quien llama es una mujer de poco más de 50 años. Su primera frase es “no sé cómo decir esto”. Acaba haciéndolo: “Uno de mis cuñados llevaba años violando a una de mis sobrinas. Es que, ¿cómo dices esto? Mi cuñado llevaba años violando a mi sobrina. Sin que nos hayamos dado cuenta, nadie, de nada. Nos hemos enterado ahora y no sabemos qué hacer. Tiene 17 años y esto ha estado pasando los últimos 10, ¿cómo es posible?”.

Lo es. Y no solo es posible. “Es mucho más común de lo que nos podemos imaginar”. Lo dice Diana Díaz, la directora de las líneas de ayuda de la Fundación Anar. Este martes, esa fundación que ayuda a niños, niñas y adolescentes en riesgo ha presentado su último estudio sobre violencia sexual en menores —Agresión sexual en niñas y adolescentes, según su testimonio. Evolución en España (2019-2023)— con datos que reafirman todas las estadísticas de los últimos años: en España, la violencia sobre las mujeres que se conoce, de la que ministerios, instituciones, fundaciones, asociaciones y organizaciones tienen constancia, crece sin parar.

El análisis de Anar, llevado a cabo con los datos de los que disponen a través de su teléfono y chat, tiene un universo de 4.522 víctimas —la mayoría mujeres, el 78,7%— que suponen un crecimiento del 55,1% en los últimos cinco años, y del 353% en los últimos 15. No es posible, nunca, conocer con certeza si las agresiones crecen, si crecen las denuncias o si es una combinación de ambas, pero “lo que se conoce ya es una realidad tremendamente aberrante”, alude Díaz y, sin saber cuánto no se sabe, afirma que la violencia sexual sobre menores es “si no la más oculta, una de las más ocultas”.

Cada vez, también, se perpetra a través de más canales. “El uso creciente de las nuevas tecnologías ha exacerbado la problemática de las agresiones sexuales, con un 43,9% de los casos involucrando su presencia, lo que supone un aumento del 21,6% desde 2008″, establece el estudio. También el consumo de drogas —”que jamás justifican ni son causales directas de la violencia”, matiza Díaz— se resalta en ese informe: “El 13,4% de las víctimas estaban bajo el efecto de sustancias estupefacientes y una de cada 100 se encontraban bajo sumisión química”. Circunstancias que, a veces, influyen en la denuncia. Aunque no son las mayoritarias.

Según el informe, tres de cada 10 víctimas no denuncian ni tienen intención de hacerlo. Una de ellas fue esa adolescente de 17 años que le contó a su tía lo que uno de sus tíos, el marido de una de las hermanas de su madre, llevaba haciendo desde el año en el que cumplió nueve y hasta que entró a bachillerato.

Vergüenza, miedo a las consecuencias de contarlo, a que nadie le creyera, a sentir culpa por la propia agresión y no saber cómo decirlo fueron algunas de las razones que esa menor dio el día que sí se atrevió a hablar. Son los mismos motivos que recoge el informe de la fundación. Cuenta su tía que empezó con juegos y luego con amenazas, y primero fueron tocamientos, que más tarde fueron a más: “No quiero decir qué era ese más, no soy capaz, pero creo que se entiende. Vacaciones todos juntos, cumpleaños, comidas, ¿qué ha estado pasando esta niña sin que nadie lo viéramos?”.

Dentro de las agresiones que registra la fundación, el 50,9% han sido tocamientos, en el 19,4% hubo penetración, también besos (11,2%), masturbación (10,2%), y, de forma menos frecuente, obligar a practicar o presenciar actos de exhibición sexual (8,4%). Y, suma Díaz, “es importante qué pasa después”. El estudio enumera los “cambios bruscos de conducta (23,5%), los problemas psicológicos como la ansiedad, el miedo, la vergüenza o la culpa (20,8%), y las conductas suicidas en términos de ideación y/o intentos (9,1%)” como “las principales consecuencias para las víctimas”.

Con la gravedad de esas repercusiones, “el 70,3% no recibe tratamiento psicológico”, apunta Díaz, que lo repite: “Siete de cada 10”. La menor que un día fue capaz de contárselo a su tía acudió, y es parte del 30% que sí recibe ayuda, a terapia semanal, “sin saltarse ni una sesión porque de ello depende muchísimo su estabilidad”, relata su tía, recordando que “fue creciendo sometida a la violencia”.

La que ella sufrió refleja a la mayoría de las víctimas que contabiliza el estudio, que ha incluido cinco tipos: agresiones sexuales presenciales (91,5%), grooming (cuando un adulto se hace pasar por un menor para establecer contacto con otro por internet: 3,1%), sexting no consentido (2,2%), pornografía (1,3%), y explotación sexual y/o prostitución (1,9%). Y, destaca Benjamín Ballesteros, el director técnico de la Fundación, “se ha incrementado la violencia sexual, la que llamamos ‘en manada’: han pasado del 2,1% en 2008 a ser el 10,9% de las agresiones en 2023″.

Los agresores: hombres, mayores de edad y conocidos por las víctimas

La mayoría de la violencia se ejerce sobre niñas y adolescentes: ellas sufren cuatro de cada cinco agresiones registradas. Aunque, apunta Díaz, hay “diferencias estadísticas” en algunas tipologías en las “que ellos suponen un mayor porcentaje”. Son la pornografía, que en el informe se entiende como la muestra o exhibición de esta, obligar o participar en contenido pornográfico y posesión y difusión de material pornográfico de la víctima, y que registra un 5,2% en ellos y un 1,4% en ellas; y, levemente, el grooming de forma deliberada y mantenida en el tiempo, tratando de controlar a la víctima emocionalmente y con fines de satisfacción sexual. En esta práctica, el análisis refleja un 3,8% en ellos y un 3,1% en ellas.

Y quien ejerce esa violencia, de forma ampliamente mayoritaria, son hombres (94,3%), mayores de edad (78,6%) y a los que las víctimas conocen. Según el informe de Anar, “existe escasa percepción de riesgo en el entorno y es especialmente preocupante” cuando casi ocho de cada 10 agresores son personas conocidas por la víctima: ocurre en el 79,5% de los casos, y ese porcentaje sube al 85,9% en el caso de las más pequeñas, entre los cero y los nueve años.

“¿Quién va a pensar que un hombre de su familia va a estar haciendo eso con una niña de su familia?”, pregunta de forma retórica la tía de esa niña. Los datos de la fundación reflejan que, entre los conocidos, el 50,3% son miembros de la propia familia. Los tíos aparecen como agresores entre las llamadas de Anar en el 4,7% de los casos. Pero hay un amplio desglose en el análisis que incluye familiares, el entorno y desconocidos.

¿Los padres o las parejas de las madres? Aparecen como agresores en el 27,9% de los casos. ¿Los primos? En el 4,4%, y ligeramente por debajo abuelos (3,5%) y hermanos (3,3%). Como agresores desconocidos figuran en un 7%, y en un 9,3% fueron adultos sin relación con la menor.

La tasa de reincidencia de esas agresiones: el 10%. Y la frecuencia con la que se dan ha ido aumentando en los periodos más largos, es decir, que esa violencia repetitiva a lo largo de los meses, o de los años, ha supuesto cada vez más porcentaje. “El 27,9% tienen frecuencia diaria. Vamos a ponernos en la piel de una niña o adolescente que diariamente esté sufriendo la tortura de estar siendo agredida por alguien que normalmente va a ser alguien de su propia familia, y que esto se prolonga de manera que llega a durar más de un año”, alude Ballesteros. Esa última a la que se refiere el director técnico de Anar, la ejercida durante más de un año, subió de un 36,5% en 2019 a un 49,3% durante el primer trimestre de 2023.

También ha aumentado la urgencia de las consultas —el 70,4% ha de atenderse de forma inmediata—, y la gravedad —el 88,7% de los casos tienen la clasificación de alta—. “Todos los indicadores han crecido”, ha insistido Díaz. “Es imparable. Ha aumentado en la estadística, en la de Anar, pero también en otras, y se percibe desde todos los foros profesionales”, añade.

El teléfono 016 atiende a las víctimas de violencia machista, a sus familias y a su entorno las 24 horas del día, todos los días del año, en 53 idiomas diferentes. El número no queda registrado en la factura telefónica, pero hay que borrar la llamada del dispositivo. También se puede contactar a través del correo electrónico 016-online@igualdad.gob.es y por WhatsApp en el número 600 000 016. Los menores pueden dirigirse al teléfono de la Fundación ANAR 900 20 20 10. Si es una situación de emergencia, se puede llamar al 112 o a los teléfonos de la Policía Nacional (091) y de la Guardia Civil (062). Y en caso de no poder llamar, se puede recurrir a la aplicación ALERTCOPS, desde la que se envía una señal de alerta a la Policía con geolocalización.

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Sobre la firma

Isabel Valdés
Corresponsal de género de EL PAÍS, antes pasó por Sanidad en Madrid, donde cubrió la pandemia. Está especializada en feminismo y violencia sexual y escribió 'Violadas o muertas', sobre el caso de La Manada y el movimiento feminista. Es licenciada en Periodismo por la Complutense y Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS. Su segundo apellido es Aragonés.
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