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Víctimas del religioso catalán Manel Sales en Senegal: “Cuando veía a niños, no se podía resistir”

Las Escuelas Pías de Cataluña admitieron que el misionero abusó sexualmente de decenas de menores y jóvenes en el país africano durante 25 años. Testimonios de sus víctimas coinciden en que los abusos eran conocidos

Entrada del Colegio Joseph Faye en Oussouye, donde el misionero Manel Sales abusó durante décadas de menores alumnos de los escolapios de Senegal.
Entrada del Colegio Joseph Faye en Oussouye, donde el misionero Manel Sales abusó durante décadas de menores alumnos de los escolapios de Senegal.Juan Luis Rod
José Naranjo

EL PAÍS puso en marcha en 2018 una investigación de la pederastia en la Iglesia española y tiene una base de datos actualizada con todos los casos conocidos. Si conoce algún caso que no haya visto la luz, nos puede escribir a: abusos@elpais.es. Si es un caso en América Latina, la dirección es: abusosamerica@elpais.es.

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“Yo tenía 19 años y quería ser cura. El padre Manel me citó en su despacho y tras pedirme todos los papeles, se puso detrás de mí y comenzó a tocarme en mis partes. No entendía nada, pensé que era un test de fecundidad o algo así para ser religioso. Pero noté que estaba excitado y sudaba mucho. Entonces nosotros no podíamos comprender que un hombre podía tener sexo con otro hombre, es algo que no está en nuestra cultura. Pero él, cuando veía a niños, no se podía resistir”. Así comienza su relato Phillipe (nombre ficticio), una de las víctimas del religioso escolapio catalán Manel Sales, quien abusó sexualmente de decenas de niños y jóvenes entre 1980 y 2005 en Senegal.

Habla atropelladamente al teléfono. Se le notan las ganas de contarlo, de romper el manto de silencio que durante décadas ha ocultado este caso. “No busco dinero ni notoriedad, solo digo la triste realidad”, comenta. Poco a poco va desgranando unos hechos que, en su caso, ocurrieron en 1999 en el instituto Joseph Faye de la localidad de Oussouye, en el sur de Senegal. “Finalmente, dos compañeros y yo fuimos admitidos como prenovicios y el padre Manel nos dio una habitación individual a cada uno en el internado. Venía por allí a menudo y si veía que alguno estaba durmiendo, se metía en su cuarto y trataba de hacer sus cositas. Entonces el resto nos acercábamos para vigilar lo que hacía e impedírselo”, continúa Philippe.

Los abusos no ocurrieron solo en Oussouye, también en M’lomp y otros pueblos de Senegal donde los escolapios están presentes. “No tenía medida, le gustaban pequeños y más mayores”, asegura esta víctima. “Los fines de semana íbamos a M’lomp, desde donde hacíamos salidas para rezar. Allí había un niño de unos 10 u 11 años, un chico con discapacidad, del que el padre Manel abusó muchas veces. Un día lo metió en su habitación para forzarlo. Empezamos a gritar en diola, kata, kata, kata (déjalo, déjalo, déjalo), hasta que le permitió que se fuera. Aquel día, el padre Manel se enfadó mucho con nosotros”, relata.

Detalle de una de las paredes de un aula del Colegio Joseph Faye en Oussouye.
Detalle de una de las paredes de un aula del Colegio Joseph Faye en Oussouye.Juan Luis Rod

Las Escuelas Pías de Cataluña, junto con un grupo de ciudadanos, víctimas y expertos denominado Comisión de defensa de menores abusados sexualmente en la Iglesia en Senegal, creado en marzo de 2023, hicieron público el pasado jueves un comunicado en el que aseguran que Manel Sales Castellà, uno de sus misioneros en Senegal, había abusado de “una cantidad importante” de menores de edad durante 25 años y que la orden tapó el caso “para proteger a la institución”. En dicha nota de prensa, los escolapios piden perdón a las víctimas e informan de que han denunciado los hechos ante la Fiscalía. Asimismo, aseguran que, tras recibir las primeras quejas, en 2005, Sales fue trasladado a Cataluña, donde siguió trabajando para la orden hasta que, en 2018, una denuncia de una ciudadana francesa provocó la expulsión del misionero tras un proceso canónico. En la actualidad, el misionero, que confesó los hechos, vive internado en un geriátrico.

Sin embargo, las propias víctimas aseguran que los abusos eran conocidos antes de 2005. “Todo el mundo que se movía en el entorno de los curas sabía que él era así, que cuando veía a los niños no se podía resistir. Pienso que estaba enfermo, nunca vi nada igual”, remata Philippe, “en ese momento no teníamos fuerza para decir nada, un cura era algo muy poderoso, era tabú siquiera hablar de un cura. Además, todos lo conocían en la región. Cuando salíamos a los pueblos, los niños se le acercaban porque era muy raro ver a un blanco que hablaba diola (la lengua local). Los cogía y los sentaba sobre sus muslos o los ponía entre sus piernas, eso lo excitaba. A un primo mío le quitó los pantalones y los calzoncillos y lo forzó, luego le dio una camiseta de esas que España mandaba para los niños pobres”.

“Todos lo sabían”

Situado entre la ciudad de Ziguinchor y la turística playa de Cap Skirring, Oussouye es un tranquilo pueblo de la región natural de Casamance, conocido por su rey tradicional, sus espectaculares árboles y su poderosa cultura diola. “Todos lo sabían, era algo que se comentaba en voz baja”, asegura un residente en esta localidad, “hubo gente que intentó denunciar en 2005 y gente de la Iglesia los amenazó”. El reconocimiento ahora de los hechos por parte de Escola Pía de Catalunya está relacionado con la presión ejercida por la citada comisión y la llegada a la orden el pasado mes de marzo de un nuevo provincial, Jordi Vilá, quien mantuvo un encuentro con miembros de la comisión en mayo.

Paul (nombre ficticio) tenía 17 años en 1996. En ese entonces, el padre Manel Sales era su profesor de español en el instituto Joseph Faye. “Un día, me pidió que pasara por su habitación, que me iba a dar algo de ropa que enviaban desde España. Nada más entrar, cerró la puerta y me dijo que me acercara porque nos íbamos a medir junto a un espejo que tenía. Comenzó a hacerme cosas que yo no entendía (…) se puso detrás de mí y sentí que se frotaba contra mi ano. Se frotaba y me decía que íbamos a ver quién era el más grande”, aseguró Paul durante la investigación para la interposición de la denuncia. Asimismo, añadió que después de los hechos preguntó a los otros internos en la escuela y que le dijeron que lo hacía habitualmente con otros muchachos “para satisfacer la líbido y que incluso se había acostado con algunos”.

Louis (nombre ficticio), otro alumno del instituto, también fue víctima del padre Manel en 1996 y su testimonio está recogido en la denuncia. “Un día caminaba por la carretera y el padre Manel Sales pasó con su moto y se ofreció a llevarme. Entramos en la casa de los curas y me hizo sentarme en el salón hasta que, un momento después, me pidió que entrara a su habitación y me sentara. Salió y, al volver, me pidió que me levantara y me diera la vuelta. Yo no sabía qué quería hacer, tampoco sabía que él hacía ese tipo de cosas. Me di la vuelta y sentí su pene detrás de mí. Yo estaba vestido, pero él estaba completamente desnudo. Cogió mis manos y las puso en su pene, moviéndolas hasta que eyaculó detrás de mí. Después me ofreció libretas, bolígrafos y caramelos. Yo estaba un poco traumatizado por esta historia (…) desde entonces no se lo había contado a nadie”.

Las víctimas coinciden en señalar el asombro inicial ante lo que vivieron y, posteriormente, la vergüenza a la hora de contarlo, sobre todo en una sociedad, como la senegalesa, donde la homosexualidad es un tema tabú del que apenas se habla. “El problema es que todos hemos crecido, la mayoría tenemos mujeres y niños, es difícil hablar de esto ahora, nos da vergüenza. Solo entendimos lo que pasaba cuando crecimos”, asegura Phillipe.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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