José María Oliver Ruiz, un cardiólogo humanista y extraordinario
El doctor Pepe Oliver falleció el pasado 2 de julio inesperada y prematuramente
El pasado 2 de julio de 2022 falleció, inesperada y prematuramente, el doctor José María Oliver Ruiz, “Pepe Oliver”, cardiólogo de reconocido prestigio nacional e internacional. Nos decía hasta siempre nuestro maestro, un hombre sabio, humanista y extraordinario. Pepe ha dejado un enorme vacío en todos los que tuvimos la gran suerte de conocerle y compartir con él, en mayor o menor medida, nuestras vidas. Al mismo tiempo, ha dejado una huella trascendente que se extiende mucho más allá de su familia, amigos y compañeros.
Pepe Oliver supo labrarse una excelente formación. Se licenció en Medicina y Cirugía en la Universidad Complutense en 1971 y realizó las especialidades de Medicina Interna y Cardiología en la Fundación Jiménez Díaz entre los años 1971 y 1976. Amplió su formación con estancias en la Clínica Mayo, Rochester y en la Universidad de California, Los Ángeles. En 1977 se incorporó al Hospital Universitario La Paz, donde desarrolló la mayor parte de su excelente actividad profesional. Fue jefe de sección de Ecocardiografía, jefe de la unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto, director médico del Hospital General y profesor asociado de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid. Hombre clarividente y con visión de futuro, fue pionero y experto en el ámbito de la ecocardiografía y, especialmente, en el campo de las cardiopatías congénitas del adulto, en el que tuvo un papel fundamental para su desarrollo en nuestro país.
Conocedor de la importancia que tendría la atención médica a una población cada vez mayor de pacientes adultos con este tipo enfermedades cardiacas, unió su excelencia como clínico a una enorme capacidad de trabajo, tesón y dedicación a los pacientes para crear una de las mejores unidades de cardiopatías congénitas del adulto a nivel nacional e internacional, llegando a ser un experto mundial en este campo. No hacía gala de ello, tales eran su sencillez y humildad.
Al mismo tiempo, fue un gran investigador que siempre trató de buscar soluciones a problemas clínicos que se planteaban en el día a día, durante la atención a sus pacientes. Así lo hizo con trabajos que han tenido gran trascendencia clínica. Sus publicaciones en las revistas más prestigiosas del ámbito de la cardiología y su participación, como experto internacional, en la elaboración de guías de práctica clínica de la Sociedad Europea de Cardiología así lo avalan.
Supo sobreponerse a la estrechez de miras de una dirección del servicio y del hospital que, injusta e ingratamente, no evitó su involuntaria jubilación al cumplir los 65 años. Tras la misma, se incorporó como investigador senior al servicio de Cardiología del Hospital Universitario Gregorio Marañón, un lugar donde supieron reconocer e incorporar su magnífica experiencia y en el que prosiguió una brillante carrera investigadora.
Sus profundos conocimientos, su habilidad para aplicarlos al diagnóstico y al tratamiento de los pacientes con un razonamiento clínico excepcional, su capacidad para transmitirlos a los que de él aprendíamos, su visión holística de la medicina y su extraordinaria humanidad en el trato a sus pacientes y a sus discípulos fueron algunas de sus muchas virtudes y cualidades admiradas por todos los que le rodeábamos. Además, Pepe Oliver era un gran maestro. Como tal, más allá de transmitir conocimientos, tenía una gran capacidad para despertar el interés y la inquietud por aprender y por buscar respuestas a lo desconocido y, con su ejemplo, transmitía valores y enseñanzas que iban mucho más lejos del mero conocimiento de la profesión médica. Fuimos muchas las generaciones de residentes de cardiología que le veneramos por sus cualidades profesionales y humanas y le consideramos un modelo a seguir.
Como hombre sabio, no limitó su conocimiento al ámbito profesional. Pepe era un hombre erudito, humanista y comprometido con la sociedad, con el que disfrutábamos y aprendíamos conversando de temas tan variados como la filosofía, el arte, la literatura, la política o los problemas sociales. Era un hombre que sabía apreciar y disfrutar de las pequeñas grandes cosas que nos brinda la vida y vivir con pasión.
Pepe fue también un gran hombre de familia. Profesaba un cariño especial a los suyos, se sentía orgulloso de ellos y fue un cuidador ejemplar para los que más le necesitaron. Admiraba a sus hijos y disfrutaba de sus nietas y nietos. Ni que decir tiene que esos sentimientos fueron recíprocos.
En palabras sencillas, Pepe Oliver fue un hombre extraordinario que dio lo mejor de sí mismo a lo largo de su vida.
Te echamos mucho de menos Pepe, y sentimos enormemente que no hayas seguido con nosotros regalándonos generosamente tu humanidad y tu sabiduría durante muchos años. Pero al mismo tiempo, Maestro, te llevamos en nuestro corazón para siempre y tu recuerdo y enseñanzas nos ayudan a tratar de vivir intensamente y de ser mejores personas cada día.
Muchas gracias por haber dejado una huella profunda e imborrable en nosotros.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.