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“Está muy demostrado el beneficio de restringir la publicidad de comida insana”

Santiago F. Gómez, responsable de Investigación y Programas de la Gasol Foundation, ha participado en la estrategia del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil contra la obesidad infantil

Santiago Gómez, responsable de Investigación y Programas de la Gasol Foundation.
Santiago Gómez, responsable de Investigación y Programas de la Gasol Foundation.
Pablo Linde

Los datos de la obesidad infantil en Europa sitúan a España en un embarazoso vagón de cola. Es el cuarto con peores cifras en niños (42% de sobrepeso y 19% de obesidad) y el segundo en niñas (41% y 17%). Si se rasca un poco, se comprueba que el factor determinante para esto no es la cultura gastronómica o las costumbres sociales, sino la desigualdad. Los hogares con menos recursos tienen más del doble de tasa de obesidad infantil que los más ricos. Como explica Santiago Felipe Gómez, responsable de Investigación y Programas de la Gasol Foundation, estos últimos tienen más oportunidades de hacer deporte, barrios más seguros donde pasear, más atención de los padres, más recursos para comprar productos frescos, son menos vulnerables al marketing de los ultraprocesados y descansan mejor.

Gómez (Cornellà de Llobregat, 39 años) ha participado en la estrategia del Alto Comisionado contra la Pobreza Infantil contra la obesidad infantil, que pretende dar la vuelta a estas cifras en ocho años. Responde a EL PAÍS a través de videoconferencia.

Pregunta. ¿A qué se deben los malos datos de España?

Respuesta. La obesidad infantil es una problemática multifactorial que depende tanto de cuestiones biológicas, psicológicas y sociales. La respuesta es compleja: ha habido un cambio en nuestra sociedad en las últimas décadas que ha provocado que el entorno social, familiar, educativo, en el que crecen los niños, niñas y adolescentes, sea obesogénico.

P. Son niveles que se han mantenido estables en las últimas dos décadas. ¿Cuándo comenzó a ser un problema?

R. Los estudios que van del año 2000 al 2019 evidencian que en la población general la obesidad se mantiene estable. Pero existe una desigualdad importante de género. En las niñas sí hay un crecimiento: en ellas se ha duplicado la cifra de obesidad en los últimos años. Partíamos de un nivel en el año 2000 de datos muy elevados. Pero cada vez se está desplazando hacia condiciones más graves, hacia lo que llamamos obesidad severa, que es la van a tener peores repercusiones a nivel tanto físico como psicológico, como social.

P. ¿Y por qué estamos peor que la mayoría de países de Europa?

R. Curiosamente, son los países del arco mediterráneo los que encabezan ese top cinco. Estamos a niveles similares de Italia, Chipre, Malta o Grecia. Los países que presentan mejores cifras son los que tienen menos desigualdades sociales, aunque se puede considerar que hay una epidemia en prácticamente todo el mundo.

P. ¿Tiene más peso la desigualdad que los hábitos culturales o gastronómicos de un determinado país?

R. Es que la desigualdad conlleva una cascada de acontecimientos en la vida, en la manera de vivir de las personas y en las adversidades a las que tiene que hacer frente una familia en su día a día. Las cifras de obesidad infantil se han mantenido estables entre aquellos niños y niñas cuyas madres tienen estudios universitarios; en el resto han empeorado. De hecho, en estudios transversales vemos que la probabilidad de presentar sobrepeso y obesidad, obesidad severa y obesidad abdominal en niños y niñas de menor nivel socioeconómico es mucho mayor. Existe una asociación muy robusta entre desigualdades sociales y obesidad infantil.

P. Probablemente, tienen un entorno con menos posibilidad de hacer deporte, la alimentación es menos equilibrada, descansan menos. Juega todo en su contra.

R. Exacto. Y habitan entornos donde es más difícil vivir y tener un estilo de vida saludable. Hay un factor del que se habla poco que es el sueño, que es muy importante en la obesidad infantil. Esas familias viven en domicilios donde cuesta más dormir y mantener el sueño durante la noche. Son pisos más pequeños, peor aislados acústicamente, con paredes más finas, donde escuchas a los vecinos. A lo mejor tienes alguno con problemas de salud mental que grita durante la noche, o estás en una calle donde hay un tráfico tremendo, o vives delante de una autopista, o los adolescentes del barrio han decidido hacer un botellón y tirar las botellas a las cuatro de la madrugada. Son entornos donde cuesta más dormir, alimentarse de forma saludable, practicar actividad física. También influye el bienestar psicológico, el equilibrio emocional, tanto en los padres y madres que seguramente tienen trabajos que conllevan mucho esfuerzo, mucho cansancio físico, que llegan agotados a casa en horarios intempestivos. Quizá son trabajos que intelectualmente no les llenan y eso les provoca una mayor irritabilidad y una mayor insatisfacción con su vida. Y todo eso combinado se acaba trasladando al bienestar y al desarrollo de los niños.

P. ¿Qué falla en lo que comen los niños españoles?

R. Hay multitud de cuestiones. Por ejemplo, tenemos evidencias que nos demuestran que en los entornos de mayor vulnerabilidad es donde hay un menor acceso a productos frescos, saludables como frutas y verduras, como pescado, etcétera. Y si hay, suelen ser de una calidad que quizás no apetece mucho a la población. Sabemos también que son familias más vulnerables a las estrategias de marketing de la industria alimentaria. Eso acaba conllevando un menor consumo de frutas y verduras y más ultraprocesados, porque son los que venden quizás en la tienda de abajo, porque son productos que se conservan bien, están plastificados... Y, a menudo, en esas familias también la fuente de satisfacción que pueden dar a sus niños y niñas muchas veces está asociada con él: “Te doy un euro y te compras un helado”. O: “Este fin de semana vamos a ir a comer a un restaurante de comida rápida”. Porque allí el niño se lo pasa muy bien y a mí no me cuesta demasiado dinero. Es un tipo de recompensa accesible, pero claro, no acaba beneficiando a ese niño, a esa familia, a esa comunidad, sino que más bien sucede todo lo contrario.

P. Levantó mucha polémica la iniciativa del Ministerio de Consumo de restringir la publicidad de comida insana en horario infantil. ¿Ayudaría eliminarla?

R. Claro. Eso a nivel científico está muy demostrado ya. Tiene un efecto beneficioso. Y es obvio, si no le diera rédito la industria no invertiría. Lo que pasa que ahí también hay muchas cuestiones de interés económico que se deben gestionar. Si esa regulación se acaba impulsando en España, nos situaría al frente de las políticas en Europa.

P. ¿Tampoco hacen los niños suficiente deporte?

R. Y más allá del deporte. Se trata de que la población sea físicamente activa, más allá de jugar a un deporte competitivo. Obviamente, en los entornos de mayor vulnerabilidad es donde hay menos instalaciones deportivas. El hecho de que un niño o una niña pueda practicar un deporte tiene un coste económico. También es importante que los padres tengan la sensación de que el barrio en el que van a la escuela es un barrio seguro como para poder dejar ir al niño en bicicleta, caminando, corriendo o como quiera, pero con un medio de transporte activo. O que a la salida del cole se pueda quedar jugando la plaza en el parque, en la canasta o en la portería o en donde sea.

P. La estrategia quiere implantar comedores escolares en todos los niveles educativos.

R. Los comedores son importantes: más de un 30% de los niños y niñas de España comen cada día en uno. Pero es una medida más, no es la definitiva. Si los comedores fueran más sanos, se beneficiaría la salud de la infancia, pero también la del planeta, reduciendo la proteína animal e incrementado la vegetal. Está todo muy conectado y es una medida que obviamente apoyamos y recomendamos.

P. El plan tiene metas muy concretas, como bajar el sobrepeso infantil al 20%-25%; reducir en un 40% la brecha social de la obesidad; incrementar un 10% la actividad física; reducir en un 25% el sedentarismo; aumentar en un 10% las horas de sueño. ¿Son realistas en ocho años?

R. Somos conscientes de que son metas ambiciosas, pero desde la ambición es desde donde se consiguen cosas así. Son alcanzables, pero necesitamos de un consenso político, social, económico e institucional para que eso sea posible.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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