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Antonia Orellana: “Un Gobierno feminista debe reconocer la importancia de la acción colectiva de las mujeres”

La futura ministra de la Mujer y la Equidad de Género del nuevo Gobierno de Chile advierte que en su país el acceso de las mujeres “a altos espacios de poder no coincide con las condiciones de la mayoría”

ministra de la Mujer del nuevo Gobierno de Chile, Antonia Orellana 8m
La ministra de la Mujer del nuevo Gobierno de Chile, Antonia Orellana, posa en La Moneda Chica, Santiago, tras la entrevista con EL PAÍS, el 4 de marzo de 2022.Cristian Soto Quiroz
Rocío Montes

La futura ministra de la Mujer y la Equidad de Género chilena, la periodista Antonia Orellana, con 32 años liderará una cartera de especial relevancia para el primer Gobierno chileno que se declara como feminista, el del izquierdista Gabriel Boric, que este viernes llega a La Moneda con más mujeres que hombres en su Gabinete. A pocas horas de asumir, recibe a EL PAIS en una casona del municipio capitalino de Providencia, conocida como La Moneda chica, donde el presidente electo y su equipo se han instalado para elaborar la transición. Desde entonces, poco a poco el resto de los ministros del primer círculo político –como Izkia Siches o Camila Vallejo– se han instalado en otras oficinas. Orellana, sin embargo, se ha quedado en la sede junto Boric, con el que comparten cercanía y militancia política en el partido Convergencia Social, una formación pequeña que hace menos de un año reunió a contrarreloj las 33.000 firmas necesarias para postular a la presidencia.

“Siempre compartimos nuestras lecturas y discutimos qué leemos. Pero de repente es más desde la literatura que solo desde la teoría rígida”, comenta Orellana en una parte de la entrevista, lo que refleja la complicidad con Boric. A veces lo llama directamente Gabriel y enseguida se corrige: “Presidente”. La conversación, en algún momento, se verá interrumpida por los gritos que se escuchan desde la calle. La futura ministra explica: “Debe ser él, que está saliendo del edificio”, cuenta sobre la gente que como todos los días lo espera al otro lado de la reja para sacarse fotografías o, simplemente, pedirle autógrafos. Él accede en un fenómeno bautizado como Boricmanía.

Orellana estudió periodismo en la Universidad de Chile, la pública de mayor importancia en el país, y tiene en la espalda una intensa militancia como feminista. Realizó por años educación popular en el terreno y entre 2015 y 2020 trabajó en la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres. “Me impresionó el grado de dureza que una va adquiriendo respecto a la violencia. La situación de emergencia es tal que de repente se desestiman cosas que son terribles, pero porque al frente tienes un femicidio con doble parricidio”, asegura sobre aquellos años. “Cuando ocurrió el ataque feminicida contra Nabila Rifo en 2016 [a la que su pareja dejó ciega], mucha gente comentaba: ‘Esto tiene que ser crimen organizado, porque ese nivel de ensañamiento no es normal’. Yo decía, ‘pucha, existen muchos antecedentes en Chile de ataques oculares, porque es una forma de agresión súper significativa”.

Madre de un niño de tres años que la acompañó en brazos a la ceremonia de nominación del Gabinete en enero, será la ministra de menor edad en el Gabinete de Boric, algo a lo que no le otorga mayor significado. “La juventud puede a veces ser una ventaja y de repente un obstáculo. No tengo una lealtad generacional en particular ni creo que seamos todo. Vengo de la formación feminista y mis referentes son sobre todo mujeres mayores”, asegura Orellana. Nombra a algunas de sus referentes: la historiadora Sandra Palestro o la coordinadora nacional de la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres, Soledad Rojas.

“A nivel intelectual yo me he formado con mi compañera Luna Follegati, que es académica”, una de las formadoras de Boric en feminismo y que ahora será parte de sus asesoras del Gobierno. “A nivel latinoamericano leo mucho siempre a las argentinas Diana Maffía y Rita Segato. Seguimos con mucho interés lo que hacen las compañeras brasileñas, a las que les ha tocado un periodo bien duro”, cuenta la futura ministra.

En la cartera hará dupla con la subsecretaria Luz Vidal, una histórica dirigenta del Sindicato de Trabajadoras de Casa Particular, llamadas popularmente nanas. Fue una nominación aplaudida por ciertos sectores y criticada por otros, porque Vidal no cuenta con amplios estudios, como suele suceder con quienes llegan a la primera línea de un Gobierno. Orellana asegura que la llegada de Vidal a la subsecretaría de la Mujer “representa el acceso al poder político de un sector que no sólo estuvo siempre privado de participación política, sino incluso de reconocimiento legal”. Sobre las críticas a su preparación, asegura que Vidal, en el marco de la pandemia, fue una de las primeras en advertir al Gobierno de Sebastián Piñera que había determinadas políticas públicas erradas, porque dejaban fuera no solo a las trabajadoras de las casas particulares, sino que a todo un sector de independientes. “Lo tuvo que explicar a asesores con muchos títulos. Esa mirada de conocimiento de la realidad de muchas mujeres, no creo que sea reemplazable”, asegura Orellana en una conversación distendida y sin apuros.

A propósito justamente de la incorporación de Vidal, la futura ministra relata pasajes desconocidos de su propia biografía. “Fue una señal muy emocionante para muchas generaciones y yo me incluyo, porque soy nieta de nana”.

Su abuela paterna se dedicó desde niña al trabajo doméstico y lo hizo con el régimen de puertas adentro, es decir, alojada en el hogar donde trabajaba. “Mi familia materna son los Guarello, de clase más bien alta, pero mi familia paterna es una familia muy de clase baja. Mi papá, de hecho, fue el único que fue al colegio y lo terminó ya de adulto”. Falleció de un cáncer cuando la futura ministra y sus tres hermanas eran pequeñas: Antonia tenía apenas cinco años. Él era poeta. Se llamaba Alfredo Orellana, pero usaba Pedro Araucario como seudónimo. En YouTube se puede ver un vídeo de un homenaje a su obra donde Jorge Teillier recita uno de sus escritos, Para hablar con los muertos. En el fondo del sonido se escuchan las voces infantiles de sus hijas.

“De mi familia paterna solamente nosotras, yo y mis hermanas, accedimos a la educación universitaria. Mis primas están muy orgullosas del cargo que asumiré el viernes”, continúa Orellana, que relata que creció en un hogar matriarcal, comandado por su madre y su abuela materna, ambas profesoras (una de historia y la otra, de religión, respectivamente). Eran seis mujeres en una casa, una especie de lugar protegido contra el machismo exterior. “Mis referentes siempre fueron mi mamá y mi abuela. Siempre tuvimos ese momento de shock desde el espacio doméstico, donde todas éramos mujeres y no había distinciones, hasta lugares donde de repente había cosas que yo no podía hacer. No soy muy femenina y en el colegio viví varios momentos de choque. Cuando era chica me suspendieron por jugar a la pelota, una cosa impensada y que pasaba en Chile hasta hace poquito”.

Estudió en un colegio pequeño del municipio de La Florida, en la zona sur de Santiago, pero la secundaria en un liceo público, el Tajamar, donde fue parte de la movilización estudiantil de 2006, la primera gran crisis del primer Gobierno de la socialista Michelle Bachelet. En un movimiento conocido como la revolución de los pingüinos, demandaban fundamentalmente mejor educación pública. Pero los resultados no fueron los esperados: “Fue una experiencia bien frustrante. Participé muy activamente y la respuesta fue un portazo. Ahí yo tenía una postura bastante más radical que la que tengo hoy”.

Recién comenzó a militar en agrupaciones de izquierda como estudiante de la Universidad de Chile. Orellana comenta que lo que la empujó “fue el haber abortado y el haber vivido violencia obstétrica al acudir a urgencia”, en una época en que las interrupciones del embarazo estaban penalizadas en todas sus causales. Fue en 2010, cuando tenía 20 años. “Ahí le tomé el peso a la situación actual de las mujeres, pensando en lo que implican las normas, las instituciones. Desde ahí me metí a militar”.

Lo que le ocurrió entonces lo contó hace meses en un debate en medio de la campaña para la elección de constituyentes, porque Orellana intentó sin éxito conformar el órgano para redactar una nueva Constitución. El vídeo se hizo viral en algunas horas. “El obstetra del sistema público me maltrató mucho en urgencias y cuando le reclamé por el trato me amenazó con denunciarme a Fiscalía”, relata en esta entrevista.

Sobre el diagnóstico actual de la situación de las mujeres en Chile, reflexiona: “En Chile se vive una profunda contradicción: hay un discurso y un alcance de las mujeres a altos espacios de poder que no coincide con las condiciones que vive la mayoría de las mujeres”. Y reinvindica el diálogo transgeneracional. “Si hablamos con las abuelas, veamos los cambios que hemos tenido en nuestras vidas. Yo vivo distinto de lo que vivió mi abuela y eso creo que es importante reconocerlo más allá del Gobierno de turno”. Y enumera los avances que considera fundamentales desde el retorno a la democracia en 1990: la eliminación de los hijos ilegítimos –con un impacto mayúsculo para las madres, dice–, la ley de divorcio, la píldora del día después. “Creo que ahí hay algo que se empezó a quebrar. Cierto tabú para hablar de la sexualidad de las mujeres”.

Destaca, a su vez, la elección de Bachelet como la primera mujer en llegar a La Moneda. “No hay nada que vaya a repetir el efecto de mujeres de todas las clases celebrando con una banda presidencial en la Alameda cuando en 2006 llegó al poder. Es un recuerdo que está bien firme en la memoria popular”, asegura Orellana, que aborda lo que entiende como feminismo. “Una ventana a través de la que las mujeres de muy distintos segmentos sociales, edades, lugares, conectan con la realidad política del país a través de sus experiencias personales. Para nosotras es muy importante empezar a avanzar en cosas concretas para mostrar que esta politización no es puro malestar, sino que se traduce en cambios”.

Desde que Boric resultó electo en enero han ocurrido episodios de cierta tensión, como las críticas de parte del movimiento feminista a la decisión de Irina Karamanos, la pareja de presidente electo, de finalmente ocupar el cargo de primera dama, aunque ambos habían criticado profundamente ese papel en medio de la campaña. “Lo que nosotros buscamos es transformar ese papel y creo que Irina, mi compañera de militancia, asumió una posición compleja. Podría haber sido mucho más fácil para ella decir que no, pero algo que nos caracteriza a las feministas de Convergencia Social es que no decimos ‘esto no es feminista, no me gusta’, sino que nos arremangamos la camiseta y entramos”.

La cuestión del aborto

Sobre el aborto –que en Chile se permite en tres supuestos–, asegura que los avances estarán determinados “por la convención constitucional”, aunque piensa que en el caso de las niñas violadas el límite de 14 semanas de gestación parece insuficiente para interrumpir un embarazo porque se tardan más que las adultas en darse cuenta de su estado. Son las niñas las que le preocupan especialmente, comenta en otro pasaje de la conversación: “Hay algo bien bonito en el feminismo, donde resuena mucho esa frase de ‘lo que yo no tuve, que lo tengan ellas’. Nos interesa mucho escucharlas. A las niñas se les calla mucho. Y hay cuestiones relativas a la educación no sexista que creemos que son muy importantes de implementar”.

Orellana liderá una cartera relevante del Gobierno de Boric, cuya dimensión feminista explica: “Un Gobierno feminista se expresa en una voluntad de reconocer la importancia de la acción colectiva de las mujeres. No querer cooptar el movimiento de mujeres, sino que reconocerlo como actor en toda su diversidad y dialogar. Tenemos un compromiso y buscamos implementar un enfoque de género y feminista en todas las políticas públicas”, aunque se declara conciente de la sostenibilidad fiscal y de la compleja economía con la que deberá convivir la futura Administración.

Y el mismo Boric, ¿es feminista? Su futura ministra de la Mujer responde que, como dice la argentina Diana Maffía, “el feminismo como una posición política, como idea, puede ser reivindicada por cualquiera. No tiene requisitos y, en ese sentido, el presidente adquirió una conciencia muy grande respecto no solo de la justicia de las demandas feministas, sino de la importancia del movimiento”. Finalmente, recuerda antes de la sesión de fotos que todavía le resultan extrañas, que fueron las mujeres las que salieron en diciembre a votar y las que le dieron el holgado triunfo en la segunda vuelta presidencial a Boric frente a la derecha extrema de José Antonio Kast.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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