La inmunidad celular aleja la cuarta dosis contra el coronavirus para la población general
Varios estudios demuestran que la defensa más profunda del organismo reduce drásticamente el riesgo de enfermedad grave, incluso con las nuevas variantes, pero el examen individualizado no es viable para tomar decisiones sobre la vacunación
Con sus dos dosis de la vacuna contra la covid, Marta, una cuadragenaria sana, tiene serias dudas sobre si ponerse la tercera. Ha leído mucho y sabe que existe una inmunidad, la celular, que puede protegerla frente al virus, incluso si los anticuerpos han disminuido. Cree que lo recomendable para ella, y para personas con sus características, sería hacerse una prueba para comprobar si su sistema inmunitario más profundo responde antes de volver a vacunarse.
Su razonamiento no es del todo erróneo. Cada vez más estudios muestran que la inmunidad celular puede durar meses, incluso años, lo que probablemente hará innecesarias nuevas dosis de recuerdo a corto plazo en población sana, algo que el Ministerio de Sanidad no tiene previsto por ahora. Pero en la práctica sería inviable hacer un plan de vacunación que midiera este parámetro en cada individuo. Las pruebas que miden la inmunidad celular se hacen sobre todo en los hospitales de mayor complejidad, que no tienen capacidad de completar mucho más de un centenar de diagnósticos diarios. Se tardarían años en terminar la campaña y carecería de sentido desde el punto de vista de la salud pública.
Por eso, la decisión de la mayoría de los países desarrollados ha sido generalizar las terceras dosis, que han demostrado reducir la gravedad de la ola de la variante ómicron. La semana pasada se publicó un nuevo estudio (todavía sin revisión por pares) que expone que quienes han recibido este tercer pinchazo de una vacuna ARN tienen un repertorio diverso de células B de memoria que pueden responder rápidamente y producir anticuerpos capaces de eliminar incluso variantes nuevas. “Estos datos ayudan a explicar por qué una tercera dosis de una vacuna que no fue diseñada específicamente para proteger contra variantes es eficaz contra enfermedades graves [producidas por nuevas mutaciones del virus]”, señala esta investigación.
El Hospital Universitario La Paz de Madrid lleva meses practicando pruebas de inmunidad celular para comprobar cómo responde el sistema de defensas al virus, independientemente de si la persona tiene anticuerpos. En el laboratorio de su servicio de inmunología recogen muestras de sangre, que incuban durante horas para luego centrifugarlas. Una vez que separan el plasma, lo pasan a una máquina que estimula este líquido con una proteína del virus y verifican si segrega otra llamada interferón gamma. En caso de ser así, es signo de que las células T activadas y NK, dos actores clave del sistema inmunitario, son sensibles frente al coronavirus y son capaces de defenderse aunque no haya anticuerpos en la sangre.
Esta técnica es útil para hacer estudios sobre la respuesta celular de determinadas poblaciones y para ayudar a establecer pautas de vacunación. También para personas inmunodeprimidas, para casos concretos en los que conocer este tipo de inmunidad puede ayudar a elegir el mejor tratamiento. Eduardo López Granados, jefe de servicio de inmunología de La Paz, explica que se les realiza a pacientes de los que saben que la respuesta de los anticuerpos va a ser deficitaria. “Es una manera de tratar de ver si la vacuna está generando algún beneficio”, cuenta.
Son a los que el ministerio de Sanidad engloba en el grupo 7, para los que está indicada una cuarta dosis de la vacuna. Son pacientes oncológicos, trasplantados, en quimioterapia, con inmunodeficiencias genéticas, entre otras dolencias. “En ellos sabemos que la respuesta vacunal va a ser parcial o no va a haberla. Intentamos tener algo más que la detección de anticuerpos, que también hacemos, para poder evaluar los efectos de la vacuna, si se beneficiarían de una tercera, una cuarta dosis”, asegura López Granados.
Este tipo de pruebas individualizadas puede ser útil, por ejemplo, para administrar nuevos fármacos. Un ejemplo es Evusheld, de AstraZeneca, del que el Ministerio de Sanidad ha comprado 30.000 dosis. Es un profiláctico que disminuye el riesgo de infección durante unos seis meses en personas que no son capaces de generar inmunidad natural o que han presentado rechazo a las vacunas. Son anticuerpos monoclonales que se le suministran al paciente y que se encargan del trabajo que en circunstancias normales haría el sistema inmunitario.
¿Es capaz la inmunidad celular de predecir si una persona puede sufrir una enfermedad grave? “No exactamente”, responde Miguel González Muñoz, especialista de inmunología de La Paz. “No tenemos una correlación lineal en la que a más respuesta, menos hospitalizaciones. De momento podemos hacer estimaciones más cualitativas, categorizar al paciente como de alto o bajo riesgo, pero no podemos decir a ninguna persona ni con anticuerpos ni con células: estás completamente protegido”, añade.
Este es uno de los motivos por el que ambos médicos descartan este método para la población general. “Hay muchas personas que lo piden, incluso que acuden a centros privados a hacerlo. Pero no tiene sentido aplicarlo a todo el mundo porque ni el resultado es determinante ni sería factible desde el punto de vista logístico”, argumenta López Granados. Los resultados de la prueba celular, además, dan indicios de la capacidad para generar anticuerpos, pero tampoco son capaces de medir todos los parámetros de defensa del organismo. “La respuesta celular es muy variada y hay dos tipos que no estamos midiendo. Al final es el conjunto de todas esas respuestas la que determina en cada persona lo que ocurre en una situación real de infección”, subraya este médico.
Críticas a las dosis de refuerzo generalizadas
La Sociedad Española de Inmunología se ha mostrado crítica con la aplicación indiscriminada de la tercera dosis a toda la población. Aunque es partidaria de administrarla a personas mayores y con ciertos problemas, cree que habría que individualizar algo más el tratamiento. No con pruebas específicas a cada ciudadano, pero sí afinando más en cohortes poblacionales gracias a pruebas como estas. Este camino a una medicina de más precisión choca con la mayoría de los expertos en salud pública, que por lo general son partidarios de inmunizar a la mayor cantidad de población posible, lo que se ha comprobado que se traduce en menos hospitalizaciones y fallecimientos.
En varios estudios, como el publicado la semana pasada, la tercera dosis ha demostrado mejorar la respuesta inmunitaria incluso frente a la ómicron. Lo que piden algunos inmunólogos es afinar más el conocimiento para pincharla solo a la población realmente más susceptible de enfermar por el coronavirus. Temen que una sucesión de vacunas e infecciones pueda terminar minando el sistema inmunitario. “Con tres dosis de la vacuna esto no sucede, pero si estás estimulando continuamente a las células puedes ir agotando su ciclo vital. Yo creo que hay que huir de los dos extremos. Es decir, ni si te vacunas tres o cuatro veces vas a acabar no respondiendo o generando una respuesta inflamatoria, algo que se ha demostrado, ni se debería estar vacunando continuamente de forma indiscriminada”, zanja López Granados.
La campaña de la dosis de refuerzo en España está lejos de conseguir la aceptación que tuvieron las dos primeras. Si en esta primera fase fue uno de los líderes mundiales, con la tercera dosis únicamente se ha vacunado la mitad de la población, solo ligeramente por encima de la media de la Unión Europea, y muy por debajo de otros como Chile (68%), Dinamarca (62%) o Italia (60%), según datos del repositorio Our World in Data.
Sí está protegida con este refuerzo la gran mayoría de la población mayor de 60 años (92%), la más susceptible a enfermar gravemente a causa del coronavirus y para quienes esta inyección es más útil. Pero a medida que baja la edad, este porcentaje se va reduciendo.
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