Violencia sexual en tiempos de pandemia: el 8,5% de los jóvenes españoles la padeció
Un estudio elaborado por investigadoras de la Universidad de Alicante y del Instituto Carlos III de Madrid constata una mayor incidencia en mujeres, no heterosexuales e inmigrantes
La violencia sexual puede haberse convertido en un “problema de magnitud importante” entre los jóvenes adultos residentes en España, con secuelas que pueden “acarrear situaciones que no se resuelven a corto plazo” y que desvelan “una educación sexual pobre y con menor incidencia en los currículos escolares de la que merece”, según concluye un estudio realizado sobre la incidencia de todo tipo de agresiones “antes, durante y después” del confinamiento decretado en 2020 a causa de la pandemia. Los resultados de la investigación indican que el 8,5% de los jóvenes entre 18 y 35 años padecieron un episodio de violencia sexual durante ese año, con las mujeres, los no heterosexuales y las nacidas en el extranjero, como víctimas más afectadas.
El trabajo muestra una prevalencia de la violencia sexual mayor de la esperada, según declara Carmen Vives-Cases, directora de la Unidad de Igualdad de la Universidad de Alicante (UA). Es una de las directoras del estudio junto a Belén Sanz-Barbero, del Instituto de Salud Carlos III de Madrid. Esta alta incidencia de la violencia sexual entre los jóvenes puede deberse, señala la investigadora, “a que los jóvenes saben identificar” comportamientos violentos “que los mayores hemos integrado en nuestras relaciones”. El estudio no solo recoge agresiones físicas que pueden llegar a la penetración no deseada, sino también “acoso callejero o amenazas en las redes sociales”, situaciones en las que esta franja de edad muestra “mayor concienciación, sobre todo entre las chicas”. No obstante, el panorama que dibujan las cifras recabadas “es preocupante”, ya que entronca con un déficit de educación sexual y que se deben “planificar mejor las respuestas a la violencia sexual” en todas las acciones que se planteen para erradicarla, sostiene la científica.
El estudio, en el que han participado 2.515 personas nacidas entre 1985 y 2002, españoles o residentes en España, fijó el confinamiento decretado por el Gobierno entre marzo y mayo de 2020 como anclaje. Las preguntas indagaban la presencia de violencia sexual “antes, durante y después” del encierro forzado por la expansión del coronavirus durante su primera ola. En total, un 8,5% de los encuestados afirmaron haber sufrido algún episodio de violencia sexual, un porcentaje que sufrió una abrupta caída durante el confinamiento, en el que la prevalencia fue de un 1,9%. Sin embargo, “durante ese periodo, las relaciones sexuales con penetración no deseadas aumentaron y afectaron al 64,4% de las víctimas”. “Durante el confinamiento”, explica Vives-Cases, “la mayor parte de los casos se produjo entre parejas o convivientes y a través de las redes sociales”, indica, “y los jóvenes son capaces de percibir que están más expuestos a la violencia sexual” con personas de fuera de su entorno más próximo, “pero les cuesta más verla en el ámbito de la pareja”.
Los datos inclinan el índice de agresiones sufridas del lado de las mujeres (10,5%), frente al de los hombres, casi cuatro puntos por debajo. Pero “si bien las medidas de encierro como contención de la pandemia disminuyeron las agresiones sexuales que ocurrieron fuera de la convivencia, la exposición a relaciones no deseadas aumentó durante ese periodo, sobre todo en mujeres nacidas fuera de España, hombres homosexuales y mujeres bisexuales”, asevera la catedrática de la UA, que superan en todos los casos el 13% de incidencia y llega al 17,5% en el grupo de las bisexuales.
Colectivos estigmatizados
Esta mayor incidencia se detecta en colectivos “estigmatizados, que sufren mucha violencia en su día a día, lo que puede llevarles a involucrarse en relaciones violentas o abusivas”. Sucede en el caso de los no heterosexuales, “aunque entre lesbianas la violencia sexual es menos frecuente” y entre las jóvenes extranjeras. “En este último caso”, prosigue, “la población inmigrante parte con desventaja social”, porque “padecen mayor dependencia económica y carecen de redes de apoyo cercanas que les permita identificar como violencia sexual situaciones que no les gustan”.
La solución está en la mejora de la educación sexual, a juicio de las investigadoras. Pero también en “el desarrollo de estrategias más efectivas para la prevención de la violencia sexual en la población joven, que requiere considerar las desigualdades sociales en base al sexo, la orientación sexual y el país de nacimiento que se observaron en este estudio”, concluye Vives-Cases.
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