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Los expertos cuestionan la utilidad de la dosis de refuerzo a cuatro semanas de la infección: “No tiene sentido”

Sanidad no ha esperado a contar con estudios que avalen la nueva estrategia de vacunación para recién contagiados, al contrario de lo que ha sucedido hasta ahora

Dosis refuerzo covid
Una persona recibe una vacuna de refuerzo contra la covid-19, en el Hospital Infanta Sofía de San Sebastián de los Reyes (Madrid), el pasado 30 de diciembre.Eduardo Parra (Europa Press)
Pablo Linde

Unas semanas después de pasar la infección por covid, el cuerpo de una persona sana que haya recibido previamente la vacunación completa es algo así como una máquina de matar virus. Su sistema inmunitario más profundo ya estaba preparado para evitar la enfermedad grave en la grandísima mayoría de los casos y el contacto reciente con el coronavirus le sirve como algo parecido a una dosis de refuerzo que ayuda a producir nuevos anticuerpos. Virólogos e inmunólogos consultados por EL PAÍS están sorprendidos por la nueva estrategia de vacunación, publicada esta semana por el Ministerio de Sanidad, que indica la dosis de refuerzo en personas mayores de 40 años a partir de cuatro semanas desde la infección, siempre seis meses después de la última dosis. “Desde el punto de vista inmunológico no tiene sentido”, sostiene Marcos López Hoyos, presidente de la Sociedad Española de Inmunología.

No hay estudios que avalen esta pauta: la ómicron es tan reciente que no ha dado tiempo a hacerlos. Hasta ahora, la estrategia de vacunación siempre se había basado en la evidencia científica. Los expertos de la Ponencia de Vacunas fueron más conservadores que otros países al recomendar la dosis de refuerzo. Esperaron a que todos los datos la avalasen, especialmente en población menor de 60 años, cuyo riesgo de enfermar gravemente o morir es muy bajo si han recibido la pauta completa. Esta tercera inoculación llegó incluso algo tarde, en opinión de expertos como el catedrático de la Universidad de Harvard Miguel Hernán, que cree que habría sido efectiva para reducir el impacto de la sexta ola si se hubiera empezado antes.

En la dosis de refuerzo para los recientemente infectados, la estrategia no ha esperado a contar con evidencia científica. “No encontramos explicación”, subraya López Hoyos, que asegura que incluso puede generar “problemas en el sistema inmunitario” con tan corto intervalo. “Tras la vacunación, una infección por ómicron es como una nueva dosis, pero más completa, porque no solo nos exponemos a una parte del virus, como con la inyección, sino a todos sus antígenos. Semanas después el organismo tiene anticuerpos efectivos. No por dar una y otra dosis hasta el infinito sin espaciamiento de tiempo vamos a conseguir una mejor protección”, añade.

Jaime Jesús Pérez, de la Sociedad Española de Vacunología, defiende la decisión de Sanidad: “Los conocimientos que vamos teniendo van apuntando hacia tener en cuenta el padecimiento de la enfermedad como posible refuerzo, pero la incertidumbre está ahí y el contexto internacional también. En ningún país de Europa ni en Estados Unidos se toma la infección como parte de la pauta. En las decisiones de salud pública hay que hacer recomendaciones que, causando el mínimo daño, provoquen el mayor beneficio. Si se genera evidencia de que no es necesaria esta dosis, probablemente las estrategias cambien”.

Pérez reconoce que se podría ampliar el plazo, pero atribuye la decisión a optimizar la logística y homogeneizar la estrategia con otros países: “Hay que tener en cuenta que las campañas están en marcha. Y si una persona no recibe la dosis de refuerzo puede encontrarse que le impidan el ingreso a algunos países que la exijan independientemente de haber pasado la enfermedad”.

Adolfo García-Sastre, director del Instituto de Salud Global y Patógenos Emergentes del Hospital Monte Sinaí de Nueva York, no ve razones para recibir una inyección de recuerdo tan seguida a la infección. “Yo no me la pondría cuatro semanas después de contagiarme, ya que esta exposición al virus sirve como dosis de refuerzo. Esperaría unos meses a una vacuna diseñada frente a las nuevas variantes. Lo que sí haría es seguir poniendo esta tercera dosis a quien no ha pasado la enfermedad”, razona.

La estrategia de vacunación no explica los motivos de esta decisión. Es lo contrario que sucede, por ejemplo, con otras pautas, o con la vacunación a los niños, para los que el documento expone las evidencias científicas, los riesgos, beneficios y razones para implementarla. El Ministerio de Sanidad responde a este periódico que la pauta ha sido la recomendación de la Ponencia de vacunas, el grupo de técnicos que ha diseñado toda la estrategia. Y matiza que el texto reza que son “al menos” cuatro semanas, pero que se puede espaciar más. Jaime Jesús Pérez, por su parte, apunta que las comunidades tienen potestad para alargar la pauta: en Murcia, por ejemplo han decidido ponerla a las ocho semanas.

Un plazo “arbitrario”

Federico Martinón, asesor de vacunas de la Organización Mundial de la Salud, opina que imponer cuatro semanas (u ocho) es “arbitrario”. Conjetura varias razones sobre las que se han podido basar los expertos que asesoran a Sanidad: “La pauta vacunal completa requiere tres dosis y no dos a la luz del conocimiento actual. Es decir, hablamos de refuerzo, pero en realidad dos dosis no llegan y la pauta son tres, y si hoy se vacunase desde cero una persona, le pondríamos las tres”. Además, continúa, la infección natural confiere una protección “más impredecible” que la inducida por vacuna. “Quizás por eso se ha decidido obviar el hecho de que te hayas expuesto previamente o no, ahora que hay dosis suficientes. Obviamente, desde un punto de vista inmunológico, no hay prisa por poner la vacuna tras la infección, pero algún tipo de arbitrariedad hay que establecer, y cuatro semanas es arbitrario, como podrían ser ocho o cuatro meses, ya que no tenemos la certeza de cuánto dura esa protección y puede variar según la persona”, añade.

Las cuatro semanas tras superar la infección serían para Martinón más bien una estrategia de salud pública por cuestiones logísticas, ya que no se puede hacer una pauta a medida de cada ciudadano. “El punto más discutible es si, después de ómicron, tiene sentido la tercera dosis con una vacuna con la composición original (basada en la variante de Wuhan). Ahí es donde podríamos decir: ‘Bueno, como no hay prisa, era mejor agotar plazos y meter la tercera dosis con una de nueva generación’. Y, una vez más, hay que insistir en que tenemos que vacunar a quien más lo necesita allí donde esté con las vacunas que tenemos. Los beneficios de tercera dosis tras infección por ómicron son teóricamente más marginales y en la práctica desconocidos, lo que limita el balance beneficio-riesgo, y eso es otro aspecto en contra de apurar la vacunación, por seguras que sean estas vacunas, que lo son”, razona el experto.

Con una sexta ola que va camino de contagiar a millones de personas, la actualización de la estrategia va a afectar a cientos de miles: sobre todo entre 40 y 60 años, que son las que tienen ahora turno para las dosis de refuerzo: los mayores ya están mayoritariamente inoculados y para los menores de esa edad todavía no hay pautado pinchazo de recuerdo.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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