Acechados por la lava: angustia en Tazacorte ante la llegada de la nueva colada al mar
Cuatro de los siete núcleos de población del municipio serán confinados en cuanto la lengua de lava llegue al océano para evitar los efectos nocivos por la emanación de gases tóxicos
- ¿Qué cogemos?
- Nos lo llevamos todo.
Encarni está nerviosa. Tres de sus sobrinos acaban de llegar con dos camionetas a la puerta de su casa en San Borondón, el núcleo de población más al sur del municipio de Tazacorte, para vaciarla. Las autoridades no han dado ninguna alerta de evacuación en esa zona, aunque sí han advertido este martes de que en cuanto la lengua de lava llegue al océano ―está a 30 metros de distancia y discurre a una velocidad entre 5 y 10 metros por hora, según el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan)― se decretará el confinamiento de cuatro de los siete barrios del municipio para evitar la posible inhalación de gases nocivos como anhídrido carbónico. Su vivienda, de dos plantas y pegada al único restaurante del lugar, está dentro de ese cerco, se encuentra a escasos 500 metros de la zona de exclusión más cercana al litoral. “Nos lo llevamos todo porque va a llegar la lava”, dice su marido, Juan, que va indicando a los chicos cómo colocar cajas con vajillas en una de las pick ups.
El matrimonio tiene una casa más al norte, en Punta Gorda, que hará también de almacén. “No han dicho nada, pero ya se nota el olor…, súbete la mascarilla”, dice Encarni a uno de los chicos, mientras no para de llover ceniza. Los vecinos de Tazacorte tienen miedo, la tensión del último mes hace que vayan un paso por delante. Han visto a familiares y amigos vaciar sus casas en pocas horas, a toda prisa, y no quieren ser los siguientes. Temen que la colada que se desgajó del polígono del Callejón de la Gata en los Llanos de Aridane y que continúa avanzando hacia el centro de La Laguna se dirija después hacia su localidad, a unos tres kilómetros de distancia.
El sábado, las autoridades convocaron a los vecinos de Tazacorte, donde residen unas 3.000 personas, a un encuentro informativo en el polideportivo municipal. Les entregaron un folleto con los diferentes escenarios de emergencia con todos los pasos a seguir en caso de confinamiento o evacuación. Esa charla, que duro más de dos horas y sirvió para que pudiesen expresar sus dudas con un micrófono en mano, les dejó más intranquilos, según manifestaron ese día muchos de los que tomaron la palabra.
“Solo sé que no sé nada”, dijo uno de los vecinos, tras asegurar que esa reunión solo había avivado sus nervios. “¿Pueden asegurarnos que podemos dormir tranquilos?”, les lanzó una mujer en alusión a los temblores casi diarios. El director técnico del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), Rubén Fernández, les repitió en varias ocasiones que el comportamiento de los volcanes es impredecible, y que cualquier pronóstico sobre la dirección que seguirá la lava sería altamente imprudente y sin base científica.
En el centro de la ciudad, otra de las zonas que podría confinarse en las próximas horas, Francisco Camacho, el propietario del Kiosko San Miguel, en la plaza principal, comenta angustiado con uno de sus empleados el recorrido que podría seguir la lava, alcanzando antes de su llegada al mar las calles colindantes. El hecho de tener que encerrarse en casa no le preocupa, tampoco tener que cerrar su local, es la desaparición del pueblo lo que le quita el sueño. “Venimos de una pandemia y hemos conseguido sobrevivir, ahora lo único que quiero es que esto pare”, dice sobre la erupción. Esta tarde ha abierto a sabiendas de que la actividad será mínima. “¿Tú vendrías a tomarte un cortado con esta ceniza?”, dice el camarero mientras vuelca una mesa y mira cómo cae una fina capa gris.
Cuando la lengua de lava, en torno a los mil grados de temperatura, alcance el mar, a poco más de 20 grados, se producirá una explosión de vapor de agua que generará una densa nube blanca. La reacción química que se genera, en la que interviene principalmente el cloro, puede irritar la piel, los ojos y las vías respiratorias. Lo saben bien Yaira, de 17, y Thalia, de 16, estudiantes de segundo del bachillerato de ciencias que se han desplazado desde Punta Gorda como cada martes a Tazacorte para recibir clases de matemáticas. “Si confinan, el viernes no vendremos, no queremos respirar esas sustancias”, dice una de ellas. Saben que la única víctima mortal de la erupción del Teneguía en 1971 se produjo por la inhalación de esos gases tóxicos.
En un bar cercano, la Arepera, dos amigas toman café y charlan. Circular por la ciudad con FFP2 y pasar más tiempo en casa no les inquieta. “Yo voy a seguir haciendo lo mismo”, dice Nieves, de 47 años, que trabaja en la hostelería y está pensando en mudarse a Tenerife porque cree que la situación se está tornando “imposible”. Su compañera Aymara (44) vivía en La Laguna y la evacuaron. Está en una casa prestada en Tazacorte. “Sinceramente, me da igual la ceniza, los gases, el covid era mucho mejor que esto, al menos estabas en tu casa”. Nieves le pega un sorbo al café. “Este volcán es malo, muy malo”.
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