Más de 4.000 estudiantes vuelven a las clases en La Palma con un protocolo volcánico que colisiona con el de la covid
Los centros educativos de los municipios de Los Llanos de Aridane, El Paso y Tazacorte reabren con una calidad del aire desfavorable que les obliga a permanecer con las ventanas cerradas y sin salir al recreo
Son las nueve y media de la mañana y Toñi, profesora de primaria, lanza una pregunta a sus alumnos. “¿Cómo estáis?”. Lejos de todo formalismo, la frase va cargada de intención. Hace 30 días que más de 4.500 niños de los municipios palmeros de Los Llanos de Aridane, El Paso y Tazacorte pisaron las aulas por última vez. Desde entonces, el volcán ha revolcado sus vidas. “Tenía ganas de volver, estamos siete personas en un sótano y ahí no se puede ni respirar”, dice una de las estudiantes de 11 años. Muchos han visto cómo el magma engullía sus casas, otros siguen con angustia el avance de la lava. En el aula todos llevan mascarilla, algunos han acudido con gorras y uno de los niños tiene sobre la frente unas gafas protectoras de plástico sujetas con una cinta elástica. Por la ventana se ve cómo se sigue acumulando la ceniza que cae del cielo. Les acaban de comunicar que las ventanas deben permanecer cerradas y que no podrán salir al recreo, estarán hasta las 14.00 dentro del edificio.
La reapertura el lunes de una veintena de centros educativos en la zona del valle de La Palma ha llegado acompañada de un nuevo protocolo volcánico que colisiona con las medidas anticovid. El llamado Plan de actuación en el ámbito escolar ante las emisiones de la actividad volcánica contempla que los “centros educativos deben estar preparados para abordar las exposiciones relacionadas con las emisiones volcánicas sin olvidar la situación de crisis sanitaria” generada por la pandemia. El propio plan reconoce que esas nuevas medidas “pueden entrar en contradicción” con las recogidas en el protocolo anticovid. ¿Dónde se produce el choque? Mientras uno recomienda abrir ventanas y ventilar de forma frecuente, el nuevo establece que los días en los que la calidad del aire no sea buena, se tendrán que mantener cerradas y las actividades al aire libre se suspenderán.
Las autoridades, siguiendo las recomendaciones del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca), “ponderarán” cada día ambos riesgos y comunicarán a los centros la información actualizada del índice de calidad del aire (ICA) ―que mide, entre otros componentes, el dióxido de azufre― y las medidas a seguir. Para ello, han elaborado una tabla de riesgo que contempla seis modalidades de la calidad del aire: buena, razonablemente buena, regular, desfavorable, muy desfavorable, extremadamente desfavorable. En el caso de las tres últimas, prevalece el protocolo volcánico. En el caso de las dos últimas, se recomienda a los centros que se refuerce el aislamiento de las aulas con “toallas húmedas o cinta de carrocero en las juntas de las ventanas”. El lunes la calidad del aire era desfavorable.
Posturas enfrentadas
Maiki, una profesora de un centro público de Tazacorte, manifestaba en Facebook este domingo sus dudas respecto a la reapertura de los centros. “Parece que mañana se reanudan las clases en la zona de crisis volcánica... y yo sigo sin entender nada”. Mientras, otros docentes defienden que la vuelta a clase es prioritaria porque los niños necesitan continuar con su vida académica y recibir el apoyo de sus maestros. Nieves Rodríguez, directora de uno de los colegios públicos de Puerto Naos, reconoce que durante el último mes los niños no han podido seguir con su aprendizaje desde casa. “Solo el 20% de nuestros alumnos disponía de internet u ordenador... muchos han perdido su casa y han vivido situaciones dramáticas”. Ella misma perdió su vivienda en Todoque, en el municipio de El Paso. “Tenemos que seguir adelante, yo misma he vivido la desgracia y he perdido parte de mi vida, pero tengo una responsabilidad”.
Un total de 65 alumnos de tres colegios diferentes (dos de ellos arrasados por la lava en Los Campitos y Todoque) han sido reubicados en un edificio público de dos plantas de Los Llanos; en la primera hay un centro ocupacional y en la segunda se ha montado el nuevo centro en apenas dos semanas. La prioridad ha sido mantener a los grupos unidos. La alcaldesa Noelia García está de visita. “Todos están viviendo una situación de mucho estrés, aquí están distraídos y arropados por la comunidad docente y por sus compañeros”.
Los maestros coinciden en que la prioridad ahora no es la parte académica, sino la emocional. Por eso la primera semana se centrará en actividades en las que los escolares puedan manifestar cómo se sienten, qué miedos tienen y cómo pueden afrontar la nueva situación que viven sus familias. A primera hora de la mañana, Elena, una de las profesoras, les da un folio en blanco. “Dibujad lo que os preocupa”. Las voces se entrecruzan y se escuchan frases como “voy a dibujar al diablo, al volcán” o “yo no quiero dibujarlo ni de coña”. La directora Nieves explica que ahora es necesario centrarse en su bienestar, y que en las próximas semanas retomarán el temario.
Entre los alumnos, hay algunos que se han tenido que alojar en uno de los hoteles puestos a disposición de los damnificados por el Cabildo de La Palma. Esther Pérez (33 años) y vecina de Puerto Naos (zona evacuada en Los Llanos) estaba con sus dos hijos de 11 y 15 años en el de Fuencaliente, en el sur de la isla, donde hay unas 300 personas que se han quedado sin casa. Hace una semana pidió el traslado urgente a otro hotel en Los Llanos ―a dos horas en coche― para que sus hijos puedan volver a clase. “Llevas la casa a cuestas: ropa, material escolar, juguetes... este mes hemos intentado crear rutina en el hotel, pero es muy difícil, el ordenador de torre se quedó en casa y están muy alterados, no se han dado las condiciones para pensar en sus estudios”. ¿Cómo es para una familia vivir en un hotel sin fecha límite? “Es un caos, te puedes imaginar, quiero volver a mi cama”.
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