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La vacunación pierde ritmo en Colombia

Se dificulta la meta del 70% de inmunización a cierre de 2021 si no se dan aumentos significativos y sostenidos que vuelvan a situar al país en los niveles que alcanzó en meses anteriores

Jorge Galindo
Una mujer recibe la vacuna de Pfizer en Medellín (Colombia), el pasado 24 de julio.
Una mujer recibe la vacuna de Pfizer en Medellín (Colombia), el pasado 24 de julio.JOAQUIN SARMIENTO (AFP)

A principios de 2021, el Gobierno colombiano se marcó un objetivo nítido para salir de la pandemia: 35 millones de personas con su pauta completa de vacunación contra la covid a cierre de año. Eso equivalía a más o menos un 70% de la población total del país, una cifra que se convirtió en punto de referencia en todo el mundo. Hoy sabemos que coberturas de ese nivel serán con toda seguridad insuficientes para ahogar por completo el contagio del virus, pero hasta hoy muchos países, también Colombia, lo mantienen como meta, al menos, inicial. A finales de septiembre, a las autoridades todavía les falta más de la mitad del camino para llegar a ese punto.

Siete meses después de la primera dosis administrada en Colombia, unos 16 millones de habitantes ya disponen de su pauta completa. Faltan 19. De ellos, nueve ya tienen una de las dos necesarias. Pero otros 10 no disponen de ninguna. La brecha entre la situación actual y el objetivo declarado no es insalvable, pero se antoja ahora más difícil.

Esta brecha que se ha ido abriendo entre personas con una sola dosis y las totalmente vacunadas se ha visto en varios casos de personas que afirman que no les ha llegado la segunda dosis para completar la pauta.

Hasta finales de junio, el ritmo diario de vacunación en Colombia crecía de manera más o menos constante. Fue durante ese mes, de hecho, que se logró el verdadero acelerón, con días en los que se lograban poner más de 300.000 o 400.000 dosis. En las primeras semanas de julio se vio un descenso del ritmo, pero a finales de mes y encarando agosto otra vez se lograron récords (el mayor: 550.832 dosis en un solo día; más de un 1% de la población colombiana). Sin embargo, más allá de estos días y semanas excepcionales, Colombia no ha logrado mantener un ritmo estable en la aplicación de dosis.

Para alcanzar el objetivo del 70%, Colombia deberá administrar un mínimo de 22 millones de dosis de aquí al 31 de diciembre. A los nueve millones de segundas dosis que faltan se le pueden sumar otros nueve de la vacuna de Janssen que se han comprado pero todavía están por llegar al país. Eso dejaría otros dos millones de personas que necesitarían una doble pauta de cualquiera de las otras vacunas disponibles: en total, 22. En la medida en que se empleen otros viales en lugar de los comprometidos con Janssen, la cifra será mayor. Y, en cualquier caso, la media diaria de vacunación debería sostenerse como mínimo en 220.000 dosis, incluyendo fines de semana. Colombia ha alcanzado en numerosas ocasiones esta cifra, pero en lo que va del mes de septiembre la media ha sido de menos de 100.000.

Y, efectivamente, la curva de acumulación muestra que la velocidad de crucero colombiana ha estado al nivel de la mexicana o peruana, pero notablemente por debajo de la brasileña, argentina o incluso ecuatoriana, sin necesidad de compararse con los campeones regionales (Chile, Uruguay). Colombia

Sobre el papel, Colombia ha adquirido dosis de sobra para cumplir con este objetivo: 78 millones si se suman las compradas bilateralmente a cada farmacéutica y las adquiridas mediante el mecanismo multilateral Covax, del que Colombia forma parte como país auto-financiado. Bajo este mecanismo, el país se costea sus propias adquisiciones, a diferencia de lo que sucede con naciones de menor nivel de ingreso, que sí reciben vacunas subvencionadas de Covax. A esto hay que añadir casi siete millones en donaciones.

Pero una cosa son las firmadas y otra, las entregadas. Sinovac y Pfizer han cumplido con la práctica totalidad de lo comprometido. Pero la situación con las demás, particularmente con Janssen y Moderna, es muy distinta: menos de uno de cada 10 de los viales comprados a estas farmacéuticas ha arribado a Colombia.

El retraso de Moderna, de la que apenas este fin de semana llegaban 680.000 dosis, explica probablemente parte de los retrasos en segundas dosis. De hecho, el Gobierno colombiano ha ampliado algunos de los plazos para la recepción de la misma: las personas menores de 50 años sin comorbilidades significativas recibirán su segunda de Pfizer o Moderna a los 84 días, igual que ya sucedía con la de AstraZeneca. Podrán, eso sí, optar a tenerla a las tres o cuatro semanas respectivamente si así lo prefieren. Así es la recomendación de ambos laboratorios, aunque existe evidencia de que retrasar las dosis podría producir inmunizaciones poderosas con estas vacunas basadas en mRNA: el Reino Unido, por ejemplo, fue pionero en dilatar dosis de Pfizer, con buenos resultados en los estudios de efectividad. Pero, tanto para el Gobierno colombiano hoy como para el británico entonces es probable que esta decisión tenga más que ver con pragmatismo para adaptarse a la llegada irregular de dosis, que con esperanzas de mejorar la inmunización.

Esta llegada irregular sigue siendo aún hoy el principal cuello de botella para completar el objetivo colombiano. A pesar de que las restricciones de oferta son mucho menos severas que las sufridas a principios de año, cuando decenas de países peleaban por recibir apenas unas decenas de miles de dosis, siguen afectando con particular intensidad a aquellos países que ni son productores, ni forman parte de una alianza que los contiene (como la Unión Europea), ni son particularmente ricos, ni tampoco jugaron sus cartas de comercio internacional con excepcional habilidad (como Chile o Uruguay). Con ello, las brechas entre personas con alguna dosis y con pauta completa se han agrandado en varias naciones latinoamericanas, no solo en Colombia.

Desigualdades internas

De todo lo anterior se desprende que, si se salva la dificultad de la llegada de dosis necesarias, Colombia podría llegar a alcanzar su objetivo del 70% antes del cierre de 2021. Ahora bien, queda la duda de si estas dosis llegarían a todos sus rincones al mismo ritmo, y si el 30% restante estaría repartido de manera simétrica por todo el país. Los datos hasta ahora sugieren que no.

El texto del Plan Nacional de Vacunación colombiano tomaba una posición clara en el dilema entre eficiencia y equidad que acompañaba al proceso: establecía una fila rígida, dividida en cinco etapas según grado de riesgo frente a la covid, para recibir la inmunización. Esta fila seguía criterios de edad, comorbilidades y lugar de trabajo. Pero no contemplaba diferencias por estrato socioeconómico, ubicación rural/urbana o cobertura del sistema de protección (salvo el mandato explícito diferenciado de inmunizar a los migrantes en situación irregular). Son estas diferencias las que atraviesan el acceso a la salud en Colombia, notablemente más fácil para las personas de ingresos altos en núcleos urbanos y regiones con sólida presencia estatal. De no existir la división por etapas, estos perfiles habrían sido los primeros en recibir su inmunización independientemente de su riesgo.

Sin embargo, en mitad de la implementación del Plan, el Ministerio flexibilizó la fila al solapar algunas etapas con otras. Al hacerlo, cedía implícitamente en su preferencia por equidad sobre eficiencia. La ventaja era que las dosis disponibles llegaban más rápidamente a los brazos que las necesitaban. El inconveniente es que no lo hacían de manera equitativa. Un vistazo al mapa de dosis por habitante hoy en Colombia muestra estos quiebros.

La brecha de dosis entre Vichada y Boyacá es similar a la que hay entre Costa Rica y Guatemala. Bogotá está tan vacunada como Croacia; Buenaventura, como Venezuela. La diferencia se agranda cuando se contrastan territorios con débil presencia urbana y estatal, normalmente rurales, con núcleos urbanos. Y es que el grado de vacunación de cada zona correlaciona, efectivamente, con el nivel de pobreza que en ella existe.

Todo ello sugiere que, aunque se abriesen las compuertas de la llegada de dosis, la avalancha seguiría los cauces marcados por las desigualdades estructurales en Colombia, de manera que ese 70% es un objetivo alcanzable para el país en 2021, pero quizás no lo sea para muchas de las partes que lo componen.

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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