Boris Johnson anuncia el final de las restricciones de la pandemia en Inglaterra el 19 de julio
El primer ministro avanza la casi segura decisión de suprimir, como tarde a principios de agosto, la cuarentena para los viajeros que regresen desde alguno de los países en la lista ámbar, como España
Boris Johnson se ha mostrado este lunes prácticamente decidido a seguir adelante con sus planes, y permitir que Inglaterra regrese el 19 de julio a la plena normalidad después de 16 meses de pandemia (Escocia, Gales e Irlanda del Norte toman sus propias decisiones). Los contagios de la variante delta (procedente de la India) del virus siguen disparados, se duplican cada nueve días aproximadamente y suponen en la actualidad una media de 25.000 diarios. Este lunes se han registrado 27.334 casos y nueve muertes. Sin embargo, el ritmo de hospitalizaciones o fallecidos es muy inferior al de la ola desatada el pasado enero, y el Gobierno británico atribuye la diferencia a la eficacia demostrada de las vacunas.
Todavía hay un margen de prudencia. El Ejecutivo británico tomará la decisión definitiva el próximo 12 de julio, pero el discurso repetido por todos los ministros y por el propio Johnson sugiere que ya no hay marcha atrás, y que los ciudadanos “deben aprender a convivir con este virus como lo hacen con la gripe”, según sugirió el domingo en una tribuna de opinión el nuevo ministro de Sanidad, Sajid Javid.
Si la decisión finalmente se confirma, a partir del 19 de julio ya no será obligatorio el uso de mascarillas en interiores, se suprimirá la norma de dos metros de distanciamiento social o el límite de personas en espacios cerrados y reabrirán discotecas, clubes nocturnos y teatros. Los bares y pubs podrán volver a servir en la barra, con lo que verán multiplicado su aforo. “Debemos ser honestos con nosotros mismos. Si no reabrimos nuestra sociedad en los próximos días, cuando contamos con la ayuda de la llegada del verano y el cierre de los colegios, debemos preguntarnos cuándo podremos regresar a la normalidad”, ha explicado Johnson. “A los que defienden que retrasemos algo más la decisión, les respondo que la alternativa sería reabrir en invierno, cuando el virus se acelera, o no hacerlo en todo el año”.
Johnson ha anunciado también la casi segura decisión de suprimir, para finales de julio o principios de agosto, la obligación de cuarentena para todos los viajeros que regresen al Reino Unido desde alguno de los países en la lista ámbar (entre los que se incluye España), siempre que pueda demostrarse que se ha recibido la pauta completa de vacunación. La industria turística espera impaciente esta medida, para intentar salvar lo que queda de campaña veraniega.
Debate sobre las mascarillas
El Gobierno británico nunca ha obligado a los ciudadanos a llevar mascarilla en exteriores. Y la imposición del cubrebocas en tiendas o transporte público se ha aplicado de un modo bastante irregular. Todavía es normal ver a viajeros de metro o autobús sin el rostro cubierto sin recibir la correspondiente advertencia o amonestación. Como ya ocurrió en Estados Unidos, la “guerra de las mascarillas” lleva camino de convertirse en un enfrentamiento ideológico más que en una discusión razonada sobre su utilidad pública.
“El Gobierno está persiguiendo titulares, no datos científicos. Deshacerse de golpe de todas las protecciones sanitarias es muy temerario e imprudente”, ha denunciado el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, minutos después del anuncio de Johnson. “Creo que sigue siendo de sentido común que se usen mascarillas en sitios cerrados o en el transporte público, además de asegurar que haya una ventilación apropiada”, ha dicho Starmer. Bobby Morton, el portavoz de este sector del sindicato Unite, el más importante del Reino Unido, ha afirmado que “eliminar la obligación de la mascarilla en el transporte público sería un acto de negligencia extrema”. A su voz se ha sumado la de la Asociación Británica de Medicina, que ha instado a los ciudadanos a que sigan usando la protección.
Fiel a un espíritu libertario, que ha tenido que suprimir durante la pandemia, Johnson se aferra ahora a la idea de que el combate ya no debe realizarse a través de imposiciones legales, sino llamando a la responsabilidad individual y al sentido común de los ciudadanos. Paradójicamente, los dos principales asesores del Gobierno británico, Chris Whitty y Patrick Vallance, quienes comparecían junto a Johnson, se esforzaban en explicar que la mascarilla seguía siendo útil. “Les daré tres razones por las que me la pondría”, ha explicado Whitty. “En cualquier situación en interior y con muchas personas, la mascarilla protege a los demás; si me lo pide una autoridad competente, no voy a dudar de sus motivos; y si alguien se siente incómodo porque yo no la lleve, me la pondría por pura cortesía”.
Un 71% de los británicos, según la última encuesta de YouGov, preferiría que se mantuviera la obligatoriedad de las mascarillas en espacios cerrados. La obsesión por deshacerse de ellas es más propia del ala dura del Partido Conservador —curiosamente, de los partidarios del Brexit— que del resto de ciudadanos. Javid, que ha iniciado su mandato como ministro de Sanidad con un tono mucho más decidido y combativo que su predecesor, Matt Hancock, podía comprobar en la Cámara de los Comunes el apoyo de una facción de su partido. “Suprimiremos la mayor parte de las normas de distanciamiento social, incluida la reglas de los dos metros”, anunciaba. “¡Aleluya!”, se oía gritar a un diputado de la bancada, que ha provocado la sonrisa cómplice del ministro.
El Gobierno suprimirá además la obligación de registrarse a la entrada de cada bar o restaurante, y ya no obligará a aislarse en su domicilio a quienes hayan entrado en contacto con un contagiado, siempre que estén correctamente inmunizados. 33 millones de personas han recibido ya la doble dosis en el Reino Unido, lo que supone un 50% de su población. Johnson confía en tener vacunada a toda la población adulta del país a mediados de septiembre.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.