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El coronavirus aísla a China cada vez más del mundo

Pekín advierte a EE UU de que su cierre de fronteras “no es un gesto de buena voluntad”

Un grupo de personas con mascarilla salen el sábado de la estación de tren de Pekín. En vídeo, los últimos datos del coronavirus en China.Foto: atlas | Vídeo: WU HONG (efe) / atlas
Macarena Vidal Liy

El coronavirus de Wuhan no solo ha dejado aislados a los 46 millones de personas que habitan en las ciudades bloqueadas de la provincia china de Hubei, el foco de la epidemia. Después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declarara el jueves una emergencia sanitaria internacional, es toda China la que se encuentra cada vez más desconectada del resto del mundo. Numerosas aerolíneas se han precipitado a cancelar sus rutas chinas. Distintos países han anunciado el cierre de sus fronteras para quienes hayan estado en ese país en los últimos 14 días, incluidos los nacionales de terceros países.

Dentro de China, la situación que ha creado el 2019-nCoV no remite. El número de infectados ronda los 14.380; las víctimas mortales llegan a 304; las personas bajo observación, 163.000, de los que de 19.544 se sospecha que se hayan contagiado. La noticia positiva: el número de pacientes curados, 328, supera al de fallecidos. La madrugada de este domingo, el Departamento de Salud de Filipinas anunció la muerte de un hombre de nacionalidad china de 44 años a causa del coronavirus.

El brote ya ha llegado a 24 países, que acumulan más de 150 casos, entre ellos uno en España. Solo África y América del Sur se encuentran aún libres del virus.

Una situación que, según Estados Unidos, justifica una declaración de “emergencia de salud pública” en su territorio. Este país —el primero que anunció la repatriación de sus ciudadanos en Wuhan tras el abrupto cierre de esa ciudad el día 23— cerrará sus fronteras a cualquier extranjero que no tenga lazos familiares con ciudadanos o residentes permanentes de EE UU y que haya estado en China en las dos semanas previas a su llegada, el periodo máximo de incubación. El veto entrará en vigor este mismo domingo. Además, las líneas aéreas estadounidenses también han anunciado la suspensión temporal de sus vuelos a China.

Otros países han hecho lo mismo. Este sábado se multiplicaban los anuncios de retirada de vuelos. A las ya conocidas de British Airways, Iberia o Lufthansa se sumaban la australiana Qantas, las aerolíneas vietnamitas o las compañías de bandera de Uzbekistán, Turkmenistán o Irán.

Los viajeros que hayan pasado por China en las últimas dos semanas tampoco serán admitidos en naciones como Australia, El Salvador, Mongolia, Italia o Singapur.

Las medidas han causado un profundo malestar en el Gobierno chino, que trata de atajar la epidemia lo antes posible y sin reparar en costes. Pekín quiere dejar claro que errores como el de la gestión del SARS —la epidemia similar a la actual que mató a casi 800 personas en todo el mundo en 2003— no se van a repetir.

"No es necesario que cunda el pánico inútilmente, ni tomar medidas excesivas", ha declarado el embajador chino en Ginebra, Xu Chen, en una rueda de prensa. La OMS, ha subrayado el diplomático, no deja de recalcar que tiene “plena confianza” en la capacidad de la segunda economía del mundo para resolver la crisis. Esta organización de la ONU no considera necesario restringir los viajes ni el comercio con el país asiático.

Para este país, el cierre de fronteras o la salida en tropel de los extranjeros de Wuhan representa  un voto de no confianza en sus medidas de control y de su sistema sanitario, pese a la saturación y falta de material protector que el mismo Gobierno ha admitido. En muchos casos, los obstáculos burocráticos han retrasado horas o días enteros los vuelos de repatriación de extranjeros.

Pese a ello, un segundo avión fletado por Francia aterrizó este domingo en la base aérea de Istres, en el sur del país, con 250 extranjeros de 30 nacionalidades diferentes repatriados desde Wuhan, dos días después de la llegada de los primeros 180 ciudadanos franceses desde la ciudad identificada como la zona cero del coronavirus. Ninguno de los nuevos pasajeros, 65 franceses y “muchos europeos”, según dijo el ministro de Relaciones Exteriores, Jean-Yves Le Drian, presentaban síntomas a la hora de abordar el vuelo. Tampoco los primeros ciudadanos repatriados han desarrollado hasta el momento la enfermedad, agregó el secretario de Estado Adrien Taquet. Mientras que los extranjeros tenían previsto ser enviados a sus países de origen —entre otros Bélgica, Suecia y Noruega— según un protocolo no revelado, los 65 franceses serán distribuidos entre el centro de vacaciones a 30 kilómetros de Marsella donde se encuentran los primeros repatriados y una escuela de bomberos próxima a Aix-en-Provence totalmente aislada y acomodada para su llegada, según las autoridades.

Hasta cierto punto, no cabe duda de que existe un componente político, y no solo sanitario, en algunas de las decisiones de cerrar fronteras o mantenerlas abiertas. Pese a las numerosas recomendaciones de especialistas médicos, y de haber confirmado ya 13 casos en su territorio, el Gobierno de Hong Kong se ha negado hasta ahora a cerrar por completo la frontera. Sí ha suspendido las conexiones por transbordador o tren de alta velocidad y reducido el número de vuelos hacia la China continental. Los sindicatos del personal médico amenazan con declararse en huelga este lunes si la jefa del Gobierno, Carrie Lam, no declara un cierre completo.

Otros países con una gran dependencia económica de China se han colocado decididamente al lado de esta potencia. Pakistán se resiste a evacuar a sus universitarios en Wuhan, pese a los llamamientos de los estudiantes, para mostrar “solidaridad” al Gobierno en Pekín. Un argumento similar utiliza el primer ministro de Camboya, Hun Sen. En una rueda de prensa en Phnom Penh el jueves insistía en que sus nacionales en China, incluida Wuhan, “tienen que permanecer allí para ayudar al pueblo chino a combatir esta enfermedad. No hay que huir del pueblo chino en estos momentos difíciles”.

Pero las medidas de Estados Unidos, en concreto, amenazan con abrir un frente más en las difíciles relaciones entre las dos grandes potencias, que habían firmado en diciembre una tregua en su guerra comercial que duraba ya casi dos años. Antes del anuncio del cierre de fronteras, esta semana el secretario de Comercio, Wilbur Ross, aseguraba que el coronavirus en China beneficiaba a EE UU en tanto que obligaría a las empresas a sacar sus cadenas de suministro del país asiático.

“Las palabras y los actos de algunos responsables estadounidenses ni se basan en hechos ni son adecuados”, ha declarado la portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Hua Chunying, en un comunicado. “Justo en cuanto la OMS se pronunció contra restricciones de viaje, Estados Unidos se apresuró a tomar el camino opuesto. No es, desde luego, un gesto de buena voluntad”.

Temor al racismo

M.V.L

Al Gobierno chino también le preocupa, según comentan fuentes diplomáticas, la posibilidad de brotes de racismo en otros países contra sus ciudadanos, especialmente los originarios de Hubei, en el exterior. Ya la semana pasada varios ciudadanos japoneses se amotinaron en un avión de regreso cuando se dieron cuenta de que viajaba un grupo de personas de esa provincia. Estos días se han denunciado incidentes de xenofobia en Italia -el país que más turistas chinos recibe en Europa-, Francia, el Reino Unido o Canadá.

En Francia, un portavoz de la Asociación de Residentes Chinos, Sacha-Lin Jung, declaró a la cadena BFMTV que “la gente está rechazando ser atendido por personal asiático en las tiendas… tiraron a una mujer de un tren porque era asiática, y por tanto era obvio que era portadora del virus. Estas cosas se suman al racismo y a los estereotipos que ya existen sobre los chinos”.

En Canadá, un grupo de padres solicitó al consejo escolar en un distrito de Ontario que exigieran a las familias que hubiesen regresado recientemente de China que “permanecieran en aislamiento domiciliario durante un mínimo de 17 días para observar una cuarentena”.

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Sobre la firma

Macarena Vidal Liy
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Previamente, trabajó en la corresponsalía del periódico en Asia, en la delegación de EFE en Pekín, cubriendo la Casa Blanca y en el Reino Unido. Siguió como enviada especial conflictos en Bosnia-Herzegovina y Oriente Medio. Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid.

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