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Literatura para recuperarse de la covid-19 en Perú

Un hospital de Lima usa la biblioterapia en los pacientes que han superado la enfermedad

El equipo de salud mental del Hospital de Emergencias de Vitarte, con algunas donaciones de libros para pacientes, en Lima (Perú).
El equipo de salud mental del Hospital de Emergencias de Vitarte, con algunas donaciones de libros para pacientes, en Lima (Perú).Jacqueline Fowks

En el Hospital Emergencia Ate-Vitarte, en la zona este de Lima, el equipo de salud mental ha organizado una colecta de libros destinados a los pacientes de la covid-19, especialmente para quienes salen de los equipos de ventilación mecánica o quienes seguirán recibiendo oxígeno de forma no invasiva por largo tiempo en su recuperación. “La lectura guiada complementa la psicoterapia individual, así generan conciencia de lo que les sucede, o se desconectan del entorno hospitalario que perciben hostil, disminuyen los pensamientos negativos y recuperan habilidades cognitivas”, explica la psiquiatra Diana Alcántara, encargada de salud mental del establecimiento.

El sanatorio, inaugurado en marzo, solo recibe a infectados de la covid-19, y cuando termine la pandemia se convertirá en un hospital de cuidados críticos, por ello el objetivo es armar una biblioteca para pacientes.

La experiencia del cuerpo médico ha sido intensa en la observación de la salud mental de los pacientes que salen de ventilación mecánica o están conectados a oxígeno por uno o dos meses, y cuyo contacto con los parientes es mediante videollamadas, porque en los hospitales especializados en esta enfermedad no hay visitas. Los enfermos tienen muchos motivos para la intranquilidad, la angustia o la depresión.

Perú actualmente tiene unas 1.700 camas de cuidados intensivos, pero la cantidad de personas hospitalizadas que utilizan otros dispositivos de oxígeno es cinco veces mayor. “En los primeros meses de la pandemia hemos llegado a atender más de 210 pacientes en un turno de 24 horas. Había solo dos personas en salud mental y daban prioridad a los familiares para hacerles comprender que antes de las 48 horas no había posibilidad de que tuvieran noticias de los enfermos”, refiere la psiquiatra.

En julio, Perú reportaba un promedio diario de 200 fallecidos por el virus, y en septiembre la media es un centenar. Hasta el viernes, las autoridades sanitarias registraron más de 32.000 fallecidos, pero estiman que la cifra podría ser de 50.000 teniendo en cuenta el exceso de muertes comparado con el año anterior. Desde marzo, el país ha notificado más de 794.500 casos confirmados.

Alcántara integra un equipo de salud mental de diez personas, con ocho psicoterapeutas y un enfermero. “Cuando ha disminuido bastante la cantidad de pacientes —el viernes pasado eran 120 pacientes en el hospital— tuvimos la oportunidad de revisar cómo complementar la sesión de psicoterapia, que es similar a la de una consulta privada, con varios fines: para desligarlos del entorno hospitalario que perciben hostil, o para la apertura del duelo, o para que acepten la condición en la que están. Entonces, entre muchas opciones, encontramos la biblioterapia”, cuenta.

Un territorio hostil

El Hospital Ate-Vitarte se ve nuevo, bien iluminado y limpio pese a estar ubicado en un distrito pobre: en el piso, listones verdes y amarillos marcan las zonas no contaminadas; hay tanto personal de salud como de limpieza y vigilancia. ¿Por qué el paciente lo siente como territorio enemigo?

“Porque están fuera de su zona de confort, a pesar de recibir buen trato”, explica la psiquiatra, y porque las vídeollamadas no son suficientes. Al internarse, los pacientes no pueden ingresar con móvil, por lo tanto, esas comunicaciones las hacen con los dispositivos -tabletas y móviles- del equipo de salud mental. “A veces por la falta de comunicación creen que su familia no se preocupa por ellos o que los van a abandonar, o quieren el alta en dos días porque no aceptan que el proceso infeccioso no se soluciona rápido. El pulmón ha quedado dañado y no podrán volver rápido a trabajar como quieren”, agrega.

“Aquí recibimos pacientes de todas las condiciones socioeconómicas, de todas partes de Perú, vemos cómo les cambia el semblante en las vídeollamadas, y también vemos patrones conductuales repetitivos pese a haber pasado por esta enfermedad: hay irracionalidad y rigidez cognitiva”, describe la psiquiatra.

Según Alcántara, cuando algunos pacientes se dan cuenta de que requieren oxígeno, cuestionan el tratamiento desviando la atención hacia otro aspecto y se quejan. “Dicen por ejemplo: ¿Por qué la cama es tan dura?, ¿por qué tengo que compartir habitación con ese paciente?, ¿por qué ingresa la mantita de ese paciente y la mía no? El tratamiento me va a salir caro. En ese momento tenemos que hacer introspección con ellos y explicarles las posibilidades de cada una de las herramientas en cada ambiente hospitalario, cada procedimiento, para que lo tome con calma y lo acepte tranquilo”, comenta.

El libro en la medicina

Es entonces cuando actúan los libros. “Cuando los pensamientos negativos invaden al paciente, fisiológicamente aumenta la frecuencia cardíaca y la respiración empieza a ser superficial porque está angustiado. Hemos visto que con la lectura los indicadores bajan porque cambia el estado emocional y pueden lograr control”, señala Alcántara.

Además, la biblioterapia cumple otra función en los pacientes que reciben muchos medicamentos y sedantes para la ventilación mecánica y a la vez para la hipertensión o diabetes, o porque son adulto-mayores, o se automedicaron antes de llegar al hospital. Algunas de las sustancias tienen efectos secundarios que trastornan la percepción, el sentido de orientación y la memoria. Entonces, el equipo de salud mental usa la lectura guiada de novelas o poesía para evaluar si los enfermos recuperan sus capacidades cognitivas, como el habla, la retención y la comprensión del texto.

“Infelizmente hemos crecido en Perú pensando que si entramos a un ventilador mecánico es que vamos a morir, pero si estamos conectados pronto, hay más posibilidad de vivir: todo eso tenemos que explicar, y también les decimos que al salir (del aparato) de pronto van a pensar que la gente les quiere hacer daño, o les quieren quitar los órganos porque por los medicamentos pueden entrar en un estado alucinatorio”, cuenta la encargada de salud mental.

Rosa Bazalar, jefa del departamento de apoyo al diagnóstico del mismo hospital, explica que los libros son muy importantes para la espiritualidad y para enfrentar la depresión en pacientes con la covid-19.

El Hospital de Ate-Vitarte ha colocado una caja para recibir las donaciones de libros hasta el 30 de septiembre, con la esperanza de que la biblioteca sea no solo para pacientes, sino también para los visitantes —que volverán cuando termine la pandemia. Les faltan libros de historia del Perú y universal, pero esperan también libros de ficción y cómic. “También es una invitación a los peruanos a que lean y a que la sociedad vea de forma compasiva a quienes han pasado por esta enfermedad”, apunta Alcántara.

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